domingo, 26 de enero de 2014

El lobo de Wall Street, un Scorsese menor.



El cine como la televisión es una herramienta de adoctrinamiento de unas dimensiones que si se piensa un poco…… da repelús. El título de la película me parece francamente poco adecuado. La figura del lobo es atractiva: Fiero, astuto, implacable, que cuando tiene hambre come lo que pilla. El protagonista de esta película es un miserable que cegado por la ambición del dinero además de llevar una vida bastante triste, se comporta más como un buitre, pues engaña a los ignorantes, que es una forma de estar muerto, o como una hiena, pues engaña a aquello inversores que las grandes firmas de brokers no quieren. De hecho en la película lo que se muestra es como lo enganchan en cuanto quiere engañar a lo grande, o sea competir con los que de verdad son lobos. Esto es una consideración de orden moral, porque estoy seguro que much@s espectadores saldrán de las salas pensando que qué vida más divertida tuvo este “lobo”.
Ahora vayamos con la película. ¿Entretiene? Sí, las tres horas no se me hicieron largas para nada. Claro que a mí que una película se me haga larga es complicado. Es divertida, tiene alguna escena estupenda: La del regreso a casa con su coche para que su amigo cuelgue el teléfono y salvarle la vida bajo los efectos de la droga me recordó la del borracho de “El guateque”. Tiene esos diálogos típicos de friquis que tanto abundan en el cine americano, seguramente a causa de que cuando contrataron negros de  guionistas escogieron la sección de guionistas friquis, en vez de cualquier otra sección: Guionistas filosóficos, guionistas expeditivos, guionistas románticos….etc., etc.
Sí, me estoy refiriendo a este tipo de diálogos,  es de la peli, más o menos,
-¿Qué bebes?
-Una cerveza sin alcohol.
-¿Y cuántas hay que beber de esas para colocarte?
-Tío, son sin alcohol, no te colocas.
- ¿Y puedes vivir sin colocarte, tío?
-No, es un asco.
En fin. ¿No había algo más ingenioso?
Contar la historia desmesurada de un individuo que se hace rico es complicado sin caer en una peli desmesurada. Y ésta lo es. Al comienzo de ella, me dije, mira, tío, va a ser una peli desmesurada sobre la bolsa que explicará la bolsa mejor que ninguna peli seria, como le paso a Apocalypse Now, que era una peli desmesurada sobre Vietnam que nos ha dejado para siempre grabado el horror de Vietnam, pero nastic de nastic. Después me dije  es como “Uno de los nuestros”: Un grupo de descerebrados que se hacen ricos delinquiendo, pero tampoco. ¿Por qué? Porque le falta el apoyo de la credibilidad. Algo que la fije a la cotidianidad. Sólo hay unos segundos, unos instantes, que la película tiene aires de grandeza y es cuando al final el agente del FBI viaja en el autobús urbano. Y echa una mirada a su entorno. Y los segundos finales, en Nueva Zelanda, explicando sus tejemanejes a otro grupo de ansiosos aprendices de millonarios. Un padre desmesurado cuidando a su hijo y una tía inglesa, nostálgica del 68, de la esposa del protagonista no fijan.
Seguro que las orgias fueron ciertas, que los lujos exorbitantes también, seguro que las ganancias bestiales en un día también e incluso que llegara a los medios de comunicación como un nuevo gurú de la bolsa, también. Pero si uno se ha asomado al mundo de los brokers la cosa es más, más jodidamente seria de lo que parece. Y ese grupo de cretinos que el protagonista nos presenta al principio y que luego se convierten en vicepresidentes de la compañía de inversión no se los cree nadie, están bien para una  banda de mafiosos  pero no para brokers.
Un Martin Scorsese con todo su saber hacer, que lo tiene y mucho; un Leonardo di Caprio, no sé si utiliza un doble para la escena del regreso en coche a casa, si no lo utiliza tiene toda mi admiración, en estado de gracia que se convertirá en uno de los grandes de todos los tiempos, acompañado de un grupo de extraordinarios actores, como siempre en el cine USA, no son suficientes para levantar un guión salido de madre, que más parece un comic que una peli sobre la ambición desmedida y sus consecuencias. Un poco de Joseph Conrad o un poco del Clint Eastwood de Mistic River  le hubiera venido muy bien. Para fijarla en la naturaleza humana y no dejarla flotando como una peli de Walt Disney.

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