martes, 17 de noviembre de 2020

JoJó Rabbit de Taika Waititi (2019)

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Nunca había visto una película protagonizada por seres humanos que se pareciese tanto a una de película de dibujos animados.
Buen intento el de Taika Waititi por mostrar un nuevo punto de vista sobre lo que el nazismo ocasionó en Alemania, pero carece de la sutileza y creatividad de “La vida es bella” y por supuesto no consigue la intensidad trágica natural y propia de la situación.
Es una película de humor grueso y diálogos llenos de tópicos y gracietas, con unos niños absolutamente inverosímiles. Si Ana Frank viese el film y contemplase a su homónima situación, seguramente fliparía.
Después las interpretaciones, tan superficiales como frívolas, no ayudan. Sam Rockwell, que sabe crear personajes muy creíbles y dispares, interpretaciones acertadas, también tiene un socorrido personaje, desnortado, irreverente, indisciplinado, histriónico, interpretación aceptada y afectada, que ya es marca de la casa y que se lleva de película en película, lo que se llama el encasillamiento. Aquí lo ha vuelto a hacer. Esto es muy malo para cualquier película. Le quita credibilidad, debilita la historia, y sume al espectador en confusión, acordándose de otras películas que casi siempre no tienen nada que ver con la que estás contemplando.
Scarlett Johansson, más  de lo mismo. Hace poco la vi en “Historía de un matrimonio”. Nada que ver. Aquí hace su papel aceptado y en la otra su papel acertado. Seguramente los que le piden y pagan en cada caso.
Los dos niños de la película son una suma de gracietas, mohines, conversaciones impostadas de adultos en cuerpos de niños, truco viejo, que hace intrascendente cualquier cosa que les pase. En pleno bombardeo parece que están de picnic.
Película fallida, que de tan irrelevante e inocua seguramente si molesta a los judios será por el trato tan superficial y grotesco que dan a unos nazis que sembraron Europa de horror y terror. A mí al menos me ha molestado. No hay manera de ver a Adolf Hitler como una amigo.
Desde luego no me ha convencido de que esta podía ser la forma de ver el nazismo de un niño de la época.

sábado, 31 de octubre de 2020

“La caída del imperio americano” de Denys Arcand (2019)

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Cuando vi el título y me acordé de una película del mismo director pero de 1986 que se llamaba “El declive del imperio americano”, pensé que era una jugarreta zafia y garrula de los dobladores de títulos que cometen muy a menudo esas tropelías, pero no….
Era cosa del director, la chute y le declive de l´empire americaine, la garrulez y la zafiedad.
Denys Arcand debe ser una persona preocupada por el malestar y la injusticia de nuestro tiempo e intenta denunciarlo.
Pero para mí que no lo consigue.
Yo en este film, la chute, no me atrevo a decir que se denuncia nada, a pesar de las fotos del final, que no sé a qué vienen, y que arrancaron un tibio aplauso entre mis compañeros de sesión. Unos aplausos que seguramente habrían tenido problemas para explicar más allá del “buenismo” en que estamos instalados en esta sociedad nuestra que protege a los toros mientras la normativa laboral es peor que la de hace cuarenta años.
Para mí, esta película tiene una escena divertida y acida al principio de la proyección, que trata de cómo la inteligencia es una garantía de fracaso, pero que luego se convierte en la consabida historia sobre un desgraciado que se enfrenta por una de esas jugadas del destino a los “malotes” con la ayuda de dos malitos que en realidad son dos buenazos, dos trozos de pan, y uno de ellos un bellezón. La policía tonta a más no poder, con escenas y diálogos que lucen como parches en una rueda redonda.
Pero si todas las ruedas son redondas, dirá alguien. Pues eso, una película absolutamente repetitiva y llena de tópicos.
Si va usted a verla con que contemple el dialogo inicial es suficiente. Ahí se acaba lo que ni había empezado.
Denys Arcand, el director amable.

domingo, 11 de octubre de 2020

Rifkin´s Festival de Woody Allen (2020)

 Rifkin's festival' de Woody Allen ya tiene cartel y se acerca a su estreno  « Donostitik

Las películas de Woody Allen, su interés, terminaran diluyéndose en la corriente de la reiteración y la insistencia como un azucarillo complaciente, simpático y un tanto atrevido en una taza de café aburrido.
Y también como un azucarillo son presentadas. Envueltas en los créditos en blanco y negro, con los tipos acostumbrados y la música de jazz habitual.
Después vemos que se trata de la historia de siempre, en las que el personaje principal es un trasunto del mismo director con sus inquietudes, experiencias y vicisitudes existenciales habituales, trufadas de diálogos chispeantes, ocurrentes, con la ironía y mala baba marca de la casa, sin faltar la autocompasión y la reiterativa pena por uno mismo: Amor, desamor, sexo y decaimiento físico.
Esta es la esencia del cine de Woody Allen, luego en cada película le va añadiendo algún aderezo. En este caso se traslada al Festival de cine de San Sebastián y se dedica a homenajear al cine por medio de innumerables guiños y llamadas a películas y cineastas de su vida y de la nuestra.
Y no hay más. No se si es bastante.
Posiblemente Woody Allen se está agotando.
La he visto con simpatía, resignación y un poco de pena.
De todas formas, gracias maestro por seguir ahí. Nunca se sabe.

martes, 6 de octubre de 2020

“Eso que tu me das” de Pau Donés (2020)

Eso que tú me das', el documental con el que se despidió Pau Donés

En la pequeña novela de Alan Bennett, Una lectora poco común, pequeña en páginas y grande en contenido, la actual reina de Inglaterra, que se ha convertido en una lectora voraz, causando innumerables contratiempos a su alrededor , cae en la cuenta de que siempre ha sido un personaje, nunca una persona. Y eso no le satisface, ahora que se ha dado cuenta.
A Pau Donés le ha pasado igual, además lo explicita en el documental. No quiere desaparecer y que la gente tenga en mente a ese hombre sano, simpático, dicharachero que cantaba aquello de “la flaca”, ese es el personaje y ese nunca desparecerá. Quien va a desaparecer, quien se va a morir y está sufriendo  es la persona, tal cual se puede ver en ese momento, decrépito, casi sin voz. Y quiere dejarlo claro. Que todos lo sintamos, como si fuésemos familiares suyos. Le mueve el afán  de trascender más allá del personaje.
Y para eso llama a Jordi Évole, que con su proverbial humildad, fruto de un convencimiento justo y exacto de la propia valía y unos principios que sospecho férreos, se apresta sin problemas, convirtiéndose en su servidor. Por eso he titulado la reseña “de Pau Donés”. Y ahí creo que Jordi Évole ha fallado. Sé que era un compromiso peliagudo pero creo que debería haberle pedido compensaciones a Pau Donés: Tú quieres esto, bien, pero a cambio me tienes que dar esto otro.
Porque no es la primera vez que se graba algo parecido. Hay, creo, una fotógrafa norteamericana que fotografió durante años su decadencia fruto también de una enfermedad. Y hay algún caso más.
En España es la primera vez que se rueda algo parecido que yo sepa. Así que bienvenido el documental.
Ese “esto otro” que Jordi Évole podía haber pedido, ese ir un poco más allá, hubiera sido hacer presente a la gran ausente del documental, la enfermedad y de que manera se había cebado en el cuerpo que estamos viendo. Cómo se manifestó, cómo evolucionó, cómo pasó, cómo se alimentaba, qué partes de su cuerpo habían dejado de funcionar, cómo se acabaría la vida de ese cuerpo. Casi una lección de anatomía fisiológica. Sin esto, rodada con sencillez y simpleza, casi improvisando, se queda en un mero registro de alguien que está a las puertas de la muerte.
Todo eso nos lo escamotea Pau Donés que sólo quiere hacerse presente tal y como es ahora, impidiéndonos tener la distancia que su personaje ofrece pero que él con su insistencia hace desaparecer. A algunos nos hubiera gustado algo más, porque irse así con arrojo, elegancia, casi con amabilidad lo hace mucha gente. A mí se me fue un amigo de esta manera hace unos años, con la misma serenidad y valentía que el cantante, pero mi amigo no tenía la necesidad de separar personaje y persona. Podía haber grabado un documental parecido, pero ¿a quién le hubiera interesado? Pues sólo a los que ya le conocíamos como persona.
Así que esto es los que ha conseguido Pau Donés, darle una patada a su personaje y ponernos en primer plano su persona, para jodernos, hacernos sufrir y sentir que se moría una persona, con sus defectos y virtudes.
Tiene derecho. A los que van a morir se le puede negar muy pocas cosas.
Se mire como se mire, una lección de vida.
Lo que no sé muy bien es si agradecérselo a él y a Jordi Évole. Cargar con otro muerto, con el que no contaba.


domingo, 20 de septiembre de 2020

PELÍCULAS QUE NO IRÉ A VER 5 (Para mayores de 50 años)

 Superagente Makey de Alfonso Sánchez (2020)

El sevillano Alfonso Sánchez estrena “Superagente Makey”

Para empezar, que el director se llame como el crítico de cine inolvidable de voz aguardentosa, acatarrada, bronca debe ser lo mejor del film. No sé si tienen alguna relación familiar. Me gustaría saber qué diría de ella el inefable crítico. Seguramente con su bonhomía y su cachaza diría algo así como,
-Película, pase, pero cine…..
Empiezo.
Sí, Leo Harlem tiene momentos hilarantes en sus monólogos. Sí, hay que agradecerle la creación de ese ser impresentable, garrulo, grosero, enamorado de todo lo casposo español, cervecero y panzón. Nos reímos con él, pero no deberíamos imitarlo.
Sí, no siempre hay que estar haciendo películas “Bergman”
Sí, la gente necesita divertirse y reír.
Sí, sí, los actores tienen que vivir. Que sí. Y los cámaras. Y los productores. Sí, sí, todos tenemos que vivir.
Y así podría encontrar cien excusas para defender esta película.
Pero ninguna de ellas tendría que ver con la originalidad, la creatividad, el arte, la enseñanza del mismo, la rebeldía que entraña el mismo, lo sorprendente del mismo, es decir con todo lo bueno y excelente que el séptimo arte representa.
Es decir, junte unas chuches, una botella de calimocho, una pizza y de postre un bollicao, todo al ritmo de un regatón, pásalo por una cámara de cine y ya.
Pero, ¿y dónde queda la función educativa, estimulante, formativa,, cocienciante, despertadora de inquietudes, de sueños, de ilusiones del arte, del cine?
¿Alguna vez adquiriremos la determinación de no hacer por dinero más que lo estrictamente necesario para sobrevivir? Lo que me lleva a entender a todos los que se hayan apuntado al proyecto por necesidades de sobrevivir. Los demás, mal, muy mal. Vender alhajas falsas para sobrevivir bien. Para enriquecerse , mal.
¿Alguna vez adquiriremos la conciencia del poder educativo de los medios, entre ellos el cine y del daño que se hace con productos mediocres a las mentes juveniles?
¿No nos damos cuenta del aborrecimiento, el entontecimiento que este tipo de cine produce?
¿O es que trabajamos para conseguir un mundo feliz, lleno de epsilones?
Por eso no iré a ver esta película. Me la sé enterita.
Llevo años huyendo de ellas. Las conozco. Sé como se las gastan. A lo que suenan. Mucho ruido y ni una nuez.
No vayan a verla. Hagan cualquier otra cosa que no sea embrutecedora.
Siento decirlo.

domingo, 13 de septiembre de 2020

Una casa para el sr. Biswas de V.S. Naipul

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Cuando acaba la narración uno se alegra de la muerte  del Sr. Biswas. Tanta desgracia, tanta infelicidad, mala suerte y falta de empatía con el mundo que le rodea es difícil de soportar. Cerrar el libro y pensar que este alma de cántaro va seguir por el mundo me dejaría intranquilo. Mejor muerto, que deja de padecer.
Dos hallazgos me llaman la atención nada más empezar la lectura. El acierto de llamar al protagonista Sr. Biswas desde que nace hasta que muere, en una clara metáfora de que tal como nace muere, sólo e incomprendido e indeseado. Y el otro, presentar los diálogos entre niños y adultos sin hacer distinción.
La portentosa narrativa de Naipul, incontinente, verborreica, descriptiva hasta la extenuación, cargada de intención, malévola a veces, humorística siempre, sorprendente, eleva las vicisitudes de este desgraciado ser, puro, transparente incluso en sus pecados, rodeado de infortunios, eleva a los planes y esperanzas ruinosas del Sr. Biswas a épica quijotesca, sin locura perceptible, a ras de suelo, de barro, de charcos, de hacinamiento y miseria. Todo son molinos de viento. Y Aldonza Lorenzo nunca es Dulcinea del Toboso, no ha lugar. Sólo tiene un amigo y se va a Estados Unidos.
Seguramente el Sr. Biswas no es un “alter ego” del autor pero seguro que hay jirones en carne viva de él y de más de un conocido. No se puede cincelar tanto personaje con perfiles tan claros sin un buen material. Hay tanta alma en esta historia que casi parece un reportaje sobre cualquiera de estos seres que maltrechos vemos bajar de las pateras.
¡Qué pulso el de Naipul a lo largo de las más de quinientas páginas! ¡Ni una vacilación, ni una decaída en el ritmo de la prosa!
Ese “crescendo” que se produce en el capítulo 3, “La aventura de Shorthills” es como una sacudida en el embrujo en el que uno está sumergido. Oyes a Naipul, ¡Eh, no te creas que no puedo hacer más!
En este capítulo más que seres humanos uno percibe el ronroneo de una tribu de termitas, incansables, en su ilógica, incesante y extraviada actividad. Devorando todo lo que se pone a su alcance. Y el Sr. Biswas, frustrado, criticón, inadaptado, envidioso, yendo y viniendo atrapado en una vida predestinada al mas absoluto de los fracasos.
Creo que el colonialismo no es el centro de esta historia. No hay una crítica, no hay una exposición de cómo los emigrantes nunca encuentran su lugar. Es como todas las grandes obras, algo que se eleva por encima del tema, de los temas, para dejar bien al descubierto la naturaleza humana: Envidia, rencor, egoísmos, desesperanza, falta de amor, soledad y más desesperanza.
No hay en el libro un resquicio para la salvación.
Parece que Naipul no puede enternecerse.
Colosal, esta obra maestra de la literatura.

lunes, 3 de agosto de 2020

“Tiempo compartido” de Sebastián Hofmann (2019)

Tiempo compartido (2018) - Filmaffinity
Estaba paseando por Netflix y me encontré con esta joyita.
Uno podría caer en la trampa de la apariencia y llamar peliculita a este filme por su ambientación y el tratamiento de los personajes, como de comedia insulsa, para pasar el rato. Pero lo cierto es que esta distopía hace una crítica de lo más ácida sobre varios asuntos que marcan nuestra época:
-la necesidad de agruparse bajo una idea, empresa o lo que sea, que deja bien clara nuestra naturaleza gregaria que se acentúa en momentos de individualismo y egoísmo.
-la asombrosa facilidad con que la sociedad de consumo “negociza” cualquier iniciativa humana, no importa si es en contra o a favor de esa misma sociedad. Ya se encargará ella de darle un nuevo aire en ese proceso de “negocización”.
-La férrea influencia/interferencia de USA en el resto del mundo, con especial dedicación a sus vecinos “de abajo”
-El desenmascaramiento de ese ser que presume de ser racional y que tantas irracionalidades comete.
Todo está en esta película de tono frívolo. Al fin y al cabo se trata de unas vacaciones largo tiempo esperadas.
Una historia acompañada por una música muy acertada para unas situaciones ambiguas, inquietantes, que no dejan relajarse al espectador ni un momento.
El tema lo invade todo. Es la viga maestra del film. Todo, interpretaciones, fotografía, escenario queda sometido a su desarrollo. Película de tesis, pues.

domingo, 31 de mayo de 2020

“Terciopelo azul” de David Lynch (1986)


Terciopelo azul (1986) - Filmaffinity

Entre el confinamiento y que el otro día puse la BSO de la película, al final he terminado viendo no sé por qué enésima vez este film.
Obra maestra indiscutible del cine, la mejor película de Lynch y una de las maneras más acertadas de contar los miedos del ser humano cuando dejando la adolescencia entra en la edad adulta.
Todo en la historia es excelente, toda ella está cargada de creatividad, originalidad y la mano maestra de Lynch no se excede como en otros films y dirige a los actores como un virtuoso musical puede tocar su instrumento.
Yo aún me acuerdo de la primera vez que la vi. Había ido a verla con mi hermano y la hermana de mi mujer que se había  quedado cuidando a nuestra primera y entonces muy pequeña hija.
Me quedé tan impresionado por las imágenes que acababa de ver que me preguntaron si me pasaba algo.
Se me ha quedado grabado para siempre ese muerto que se queda en pie, en medio del salón, negándose a morir, el resto de personajes pululando a su alrededor, y yo preguntándome, ¿Qué le pasa?
Una banda llena de canciones inolvidables de un indudable sabor nostálgico que ayudan a los dos adolescentes horrorizados a despedirse de su inocencia en medio de adultos atormentados, delincuentes, corruptos.
¿Y ese camión de bomberos que saluda al público al empezar el film para después adentrarse a través de una oreja en el horror que espera al niño que todos fuimos?
Esa mujer desnuda, desvalida, ese rostro de la Rossellini… en fin, una maravilla absoluta de creatividad, emociones y originalidad.
Sólo con Muholland Drive (2001), David Lynch rozó un poco el nivele de excelencia de esta obra maestra del arte.

miércoles, 6 de mayo de 2020

“Diamantes en bruto” de Joshua y Benny Safdie

Diamantes en bruto - Aceprensa

Cuando vi las primeras imágenes del film, las expectativas que no eran grandes, aún se vieron más limitadas. Después la historia hizo un poco de psicodelia y por un viaje propio de la época de los “pinkfloyd” terminamos contemplando una colonoscopia. Ahí me enganché. Fue como una introducción tipo “quintasinfonia” y cuando se abrió el escenario, teníamos delante de nosotros el trepidante mundo occidental con prisas, ambiciones, fracasos, traiciones y vicios. La proyección cogió un ritmo que ya no soltó hasta el previsible final, tratándose de un par de hermanos muy próximos a los Cohen, pero ya absolutamente desbocados.
Y he de confesarlo, terminé agotado siguiendo las evoluciones del protagonista magníficamente interpretado por Adam Sandler. Un protagonista que como un palo en medio de la corriente de la vida, es arrastrado en un continuo aluvión de despropósitos. No hay un segundo de relax.
Adam Sandler compone un personaje entrañable y miserable a la vez, lleno de matices, que se convierte en el tifón que arrastra toda la película tras él.
Los hermanos Safdie se han apañado para hacer una película muy personal con un tema de siempre. La ambición desmesurada e irracional de un perdedor nato, que solo afloja al final. Un personaje despreciable y entrañable a la vez.
Fantástica película que no podía tener otro final que el que tiene. Otro final hubiera dejado la película en intrascendental. Con este final se convierte en una tragedia sobre alguien que ha perdido todas las posibles redenciones en pos de una vida lógica.
Un pero, el título desmerece totalmente el film. Mucha gente no se acercará a verla por ello. Llama a un film de tarde de sofá. Una pena, porque se perderán una película muy notable. En la senda del cine de los Cohen, Scorsese o Guy Ritchie.

martes, 28 de abril de 2020

"El viaje del elefante" de José Saramago


El viaje del elefante (Contemporánea): Amazon.es: Saramago, José ...
A mí José Saramago siempre me ha parecido un escritor de grandes ideas pero desarrollos limitados, insustanciales, que convierten a sus libros en innecesarios.
Que Portugal se separa de Europa e inicia una navegación incierta por el océano, que todos somos ciegos, que un elefante es conducido desde Lisboa a Viena, que si echarle un vistazo a un heterónimo del enorme Fernando Pessoa, etc., etc.
Todas son ideas extraordinarias pero después se quedan en nada. Anecdóticas.
Como el viaje de este elefante.
Cabe en la imaginación de cualquiera que este viaje podía dar mucho de sí, armar reflexiones de todo tipo y pelaje, incluso abstracciones verdaderamente originales y creativas, condimento hay, pero José Saramago se limita a una historia infantiloide, sin sustancia, ni réditos de otro tipo.
La narración sucinta, aderezada con chascarrillos fuera de tono, populacheros y carentes de significado, sin personajes ni tan siquiera esbozados, como si fuese una novelista del Oeste pero con unas cuantas páginas más.
Y es que pasa que hay autores que se encienden con la vida y después ya alumbran por su cuenta y hay otros, de mecha corta y deposito magro, que necesitan del aliento de los hechos constantemente. Aunque sea común a ambas clases el escribir bien. Y es que un escritor que escribe bien sin decir nada es un artesano y uno que escribe bien o mal, pero tiene cosas que decir es un artista. José Saramago es de los primeros.
Por eso este libro sólo es interesante para lectores que comienzan pero para lectores avezados y exigentes absolutamente prescindible.

miércoles, 25 de marzo de 2020

“Guerracivilandia en ruinas” de George Saunders

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Si Kurt Vonnegut ilustró como nadie la actitud crítica con su época y le puso acidez con una pizca de esperanza, George Saunders hace algo parecido pero ya sin esperanza posible, con una resignación de no retorno. Esto se acabó.
Hoy ya nadie escribe utopias, parece que no está el ánimo para intentar engañarse pensando en un mundo futuro más humano y más digno, en el que los valores conocidos como “humanos” prevalezcan. Demasiado tiempo esperando, demasiadas decepciones y demasiados engaños.
Ya no hay ni ánimos para imaginar una salida positiva a esta existencia tan materialista en la que se ha sumergido con todas las consecuencias “el ser más inteligente del planeta”.
Así pues llueven las distopías. Para eso no hace falta mucha imaginación, basta con hacer una proyección de nuestro tiempo con una dosis de deducción bastante razonable. Sobran las evidencias.
Entre esta lluvia de distopías, los relatos de Saunders caen como granizos de un tamaño terrible. Contundentes, cargados de desesperanza, implacables. No se vislumbra un rayo de esperanza más allá de ver una amapola mustia, una, en un inmenso campo de trigo agostado que ya no se siega. No se sabe si porque a los seres humanos de ese futuro le faltan los dientes, porque no tiene maquinaria adecuada y no conoce la hoz o porque ya no recuerdan que con el trigo se hacía pan. Desolador.
El ser humano en el universo de este escritor es maléfico, avaricioso, degradado, resignado y lo poco humano que se vislumbra, la amapola mustia, es fruto de la inercia y del instinto más animal. De hecho abundan en sus historias escenarios artificiales que se le ofrecen a los seres humanos de ese tiempo recordando el pasado. Un pasado que es nuestro ahora pero que en el tiempo de su relato se antoja paradisiaco.
Para ilustrar esa artificialidad Saunders utiliza las palabras como si fueran brochazos y así en pleno lienzo de la historia te habla de “Ejercicios de Respiración para Mitigar el Odio”, “Seminario de habilidades Antiguas”,”Observación Clandestina de Nuevo empleado” como ahora se habla de “Recursos Humanos”, “Dirección de empresa” o “Empleado del mes”. Se puede apreciar claramente los niveles que ha descendido la consideración humana.
En el futuro de Saunders todo es un centro comercial gigantesco que copa todos los sectores de la vida social. Ya no sólo te venden cosas, si no que simulan la vida. No hay escapatoria pues. En ese mundo, o eres un cliente o eres un trabajador del centro. Ser una cosa u otra no garantiza nada.
El natural acontecer ha desparecido y si está es una excepción perseguida que se trata de aniquilar. Todo está programado con el fin de evitar sorpresas.
Lo más sorprendente de estos cuentos es que si vuelves a ellos cada lustro, verás que cada vez parecen menos distopías y aquí y allá, por este mundo, van pasando cosas de las que habla Saunders. Como si el mundo siguiese sus libros.
Gracias a este autor y a los demás distópicos nunca podremos decir aquello de “es que nadie nos la había dicho”.
Un mundo feliz, 1984, los cuentos de Saunders, los movimientos ecologistas, es que se ve venir.
¿Cuentos distópicos hoy, realismo mañana?

lunes, 2 de marzo de 2020

“La verdad” de Hirokazu Koreeda


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Sutil y reflexivo ejercicio sobre eso que llamamos realidad y que al intentar reflejarla adquiere el calificativo de verdadero o falso.
E inteligente y estimulante la decisión de reflexionar sobre ello en un escenario tan intrínsecamente manipulable: El cine.
Pues la película va sobre actores, actrices sobre todo, cine dentro del cine, sobre todo lo que alimenta esta industria y que se hace posible con la participación tanto de actores como de espectadores.
La convención es la madre de la realidad, de la verdad. Se necesita de su presencia en todo momento. Cuando alguien prescinde de ella y se aventura en la búsqueda de su verdad, le puede pasar como al que salta. Si el salto es desde dos metros, el paracaídas no ha hecho falta. Si el salto es de unos cientos de metros, sin paracaídas…
El conflicto planteado en el film, sin maniqueísmos ni juicios, sin condenas pues, es cómo vemos lo que miramos en función de lo que queremos ver.
Así una actriz en decadencia tiene claro que actuando es lo más próximo a la verdad que se puede estar. Su determinación y convencimiento es como un tornado que hace girar todo a su alrededor. Al final, nadie es capaz de permanecer inmune ante su presencia.
Es un tema delicado, complejo, que podía haber caído en el melodrama pero Koreeda con un pulso firme lo hace transitar por el campo de la tolerancia, la simplicidad, lo que paradójicamente le da más hondura y consistencia. Casi no hay lágrimas y cuando las hay parece que el que las vierte se avergüenza.
En un mundo de “fake news”, en el que la verdad cabalga a manos de la tecnología, un buen remedio sería adoptar la actitud que se desprende de esta película.
Cada uno tiene su verdad. Se impone si se puede y si no pues se termina aceptando la del otro. Al fin y al cabo es lo que se ha hecho siempre.
Este es un cine de autor en el que todo gira alrededor del tema. Estos u otros actores, todos hubiesen estado a la altura. Más narradores que actores.
No es un cine de distracción. Al revés es un cine para estar atentos.

miércoles, 5 de febrero de 2020

“Historia de un matrimonio” de Noah Baumbach

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Esta película es una historia inclasificable, yo diría total, pues está aderezada con todo tipo de géneros. Hasta por unos instantes es un musical. No le tiembla por eso el pulso al director.
Decir que es un melodrama sería etiquetarla pero no alcanzaría para definirla en toda su riqueza. Porque la verdad es que tiene momentos cómicos, momentos simplemente graciosos, momentos dramáticos, momentos de intensidad trágica, momentos de aprendizaje de la vida, es decir recoge casi todo el espectro emocional del ser humano.
Y lo que es más relevante, toda esa ambición no la hace desmesurada, mostrándose en todo el metraje equilibrada.
Un matrimonio de artistas del teatro se va deshacer. Esta situación hay muchas formas de contarla. Seguramente las hay maquinales, las hay lacrimógenas, sentimentaloides, las hay irónicas, en fin una multitud de opciones.
En esta película se ha elegido una forma no muy original en el formato, rotura, negociación y desenlace. Pero dentro de estos tres recorridos hay ocurrencias muy originales, creatividad a raudales y verdaderas escenas teatrales.
El comienzo ya es un toque de atención: ¡Alerta, aquí parece que hay algo que merece la pena!
Y lo merece. Toda la historia se desarrolla de manera perfecta, con momentos verdaderamente “woodyallenanos”, con amor por New York incluido, que sin embargo no quitan a la cinta ni pizca de personalidad propia. No me extrañaría que le cayera algún Oscar, guión, dirección, sobre todo. A pesar de que la competencia este año es feroz.
Los dos protagonista están fantásticos. Siento debilidad por Adam Driver desde que lo vi en “Paterson” y en “Las suerte de los Logan”. Aquí no desmerece. Scarlett Johansson nunca me ha vuelto loco, pero aquí consigue una interpretación muy solida y da la replica a Adam Driver con total solvencia.
Los demás actores, secundarios, como siempre en el cine americano, no es que brillen, es que sin ellos la película pasaría de ser una joya a ser una simple piedra preciosa.
Esas escenas, que deben ser complicadísimas de montar, con una cantidad elevadas de actores moviéndose, haciendo su papel, siempre me ha parecido lo más cercano a un ballet o a una orquesta sinfónica que se puede ver en el arte cinematográfico. Aquí hay varias. Y eso no se consigue realizar perfectamente si todos y cada uno de los actores y no actores no son unos virtuosos de su trabajo.
Brillantísima película. A ver que pasa en los Oscar.

domingo, 26 de enero de 2020

“Richard Jewell” de Clint Eastwood


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Las películas de Clint Eastwood raramente sorprenden. Una vez planteada la trama el desenlace se adivina. Sólo “Mistic River”, de las que yo he visto y las he visto casi todas, se salva de ello y mucho me temo que se deba más a que el guion está basado en un libro de argumento férreo que a la voluntad del director.
Sin embargo, y a pesar de esa predictibilidad, las películas de Eastwood se van a ver y gustan. Seguramente por sus alto contenido de sensiblería, extrema algunas veces, y porque técnicamente, interpretación, guion, fotografía, música, dirección, tienen muy pocos reparos.
Nadie dirá que las películas de Eastwood son malas, tampoco nadie dirá que son obras maestras del cine. Son correctas.
Esta también lo es.
Clint Eastwood plantea una hipótesis con dos posiciones claramente enfrentadas. Orden y libertad. Aunque para que le salgan las cuentas haga trampas y en el lado de la libertad presente el libertinaje y las malas maneras. Lo que lleva al film a un final inverosímil pero evidentemente complaciente.
A pesar de que a la hora de exponer los argumentos, el manejo de los hechos podía llevar a pensar que mejor que la peli se hubiera llamado “Watson Bryant”, que es el nombre del abogado que defiende al protagonista y que interpreta Sam Rockwell de manera muy equilibrada.
De hecho en la hipótesis que plantea Clint Eastwood, enfrentamiento entre y libertad  y en el que gana el orden, más en sintonía con el afán justiciero de Eastwood, hubiese sido más realista que este abogado fuese el héroe. Con un final en el que Richard Jewell hubiese sido condenado; el hombre del FBI y la periodista, del lado de la libertad mal entendida, hubiesen salido triunfantes y el abogado, que es el único que es ordenado y libre a la vez, resignado.
De hecho en el guion parece todos servido con ese objetivo.
-El protagonista repite cansinamente que él es partidario del orden.
-Del otro lado, el hombre del FBI evidencia en una frase muy explicita que al él le da lo mismo lo que diga un juez, que para él el guardia de seguridad es culpable, y la periodista suelta unas lagrimitas.
-Y se pone en evidencia con intención clara que el abogado, amante de la libertad, abandona un gran trabajo para instalarse en un cuchitril de medio pelo porque a él no lo manda nadie y lo demuestra cagándose en la madre de un senador, ama también el orden pero no entiende a Richard Jewell. Le atrae el simplismo de la bondad inapelable.
Pero no, Eastwood, tan corajudo en los personajes que interpreta, aquí no se atreve. Y contra todo pronostico salva lo insalvable.
De una película más compleja a una más simple y maniquea.
Y eso al gente lo agradece. Y él lo sabe.
Una más de Clint Eastwood. Correcta.

lunes, 6 de enero de 2020

“El irlandés” de Martin Scorsese

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Si Scorsese en vez de ser director de cine fuese entomólogo, los barrios italianos de las ciudades de America serían su campo de estudio y de entre todos los tipos, el mafiosos sería su insecto preferido.
Este proyecto, no historia, que surgió de la cabeza de De Niro y que ha llegado a cabo Scorsese es la última obra maestra de este ultimo. Sin ambages.
Me producía desconfianza esa nueva técnica de rejuvenecimiento de rostros y no veía muy claro como afectaría al film. Al estar viendo la proyección seguía desconfiando, cuando a fuerza de una dialogo con sustancia y contenido caí en la cuenta de que podía estar viendo teatro japonés con actores enmascarados.
Cierto hieratismo en sus caras, cierto acartonamiento le daban a los actores valor simbólico, de esfinge. Lo que daba a los personajes una solemnidad, marcaba una distancia con lo que estaba ocurriendo y además no impedía que sus rostros transmitieran emociones. Sólo hay que ver a De Niro en algunos planos medios. Era un mix entre la interpretación occidental y la oriental, más parecida al teatro griego. Sorprendente de ver. Y grato. Llevar la mafia al nivel de las tragedias griegas y no sólo por el tema.
Esta película es indudablemente un homenaje que Scorsese se ha querido dar a si mismo y compartirlo con sus actores fetiches de siempre. De Niro está estupendo, alejado de esas interpretaciones llenas de tics, planas, vacías y la corte de secundarios no puede ser más fantástica.
Brilla en el guion, a modo de contrapunto del mundo que retrata, la relación conflictiva entre el irlandés y su hija Peggy. Un rayo de luz humano entre tanto crimen.
Un guion lleno de esos pequeños diálogos que se han hecho clásicos en este tipo de películas, esos pequeños diálogos que son brochazos de cotidianidad en unas vidas muy poco rutinarias. Yo destacaría el referente al olor de pescado dentro de los coches, casi al final. Me parece delicioso.
Sólo un pero en la historia. No veo muy claro, a riesgo de hacer spoiler, el papel del hijo en la muerte de Hoffa. Si estaba ¿por qué no se extrañó?. No tiene lógica. No hubiera costado nada poner otro conductor. No está clara la escena.
En fin, Scorsese lo ha vuelto a hacer. Darle otra vuelta de tuerca a sus estupendas películas de italoamericanos y batir el record que habían marcado Los Soprano.
Y vaticino un recorrido interesante a esta técnica de rejuvenecimiento. Para enfrentarse al cine de personajes creados artificialmente, por ejemplo. A ver.