miércoles, 30 de noviembre de 2016

“La llegada” de Denis Villeneuve (2016)



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Todas las películas de ciencia-ficción o aquellas que tienen los super-poderes o los viajes en el tiempo como leitmotiv acaban decepcionando porque simple y llanamente  no sabemos qué es eso que llamamos extraterrestres, ni sabemos qué hacer con los super-poderes una vez derrotados los malos ni con lo del tiempo, pues acabamos haciéndonos la picha un lío con eso de que si podemos regresar y cambiar las cosas como es que hemos necesitado regresar, ¿Eh?. Hablo, claro, del trabajo del guionista. Y alguien dirá, pero hay grandes películas de ciencia-ficción, por ejemplo. Sí, correcto. Pero si las analizamos no son propiamente de ciencia-ficción. La ciencia-ficción es una excusa para hablar de otra cosa.
Como en esta historia.
Los torpes y poco creativos extraterrestres de esta película, que son ramplones y simples, tanto como sus naves, delatan que la intención es otra. Bueno otras. Hay dos líneas en esta historia a seguir. La comunicación y el ineluctable deseo de vivir aunque se sepa que va a pasar en el futuro. Porque nos hayamos dado cuenta o no, todos sabemos que va a pasar en el futuro. Que nos vamos a morir. No sabemos los detalles, pero eso qué importa.
 ¿Te vas a caer por un barranco? Sí
 ¿Y eso cómo va a ser?
¿Para qué quieres saberlo?
Para evitarlo.
No vas a poder evitarlo.
¿Entonces?
Entonces aprovecha el tiempo y vive, aunque sea doloroso.
Te vas a casar e igual te separas.
Me da lo mismo, me caso de todas las maneras.
Y entre medias, cómo nos decimos todo eso, o no nos lo decimos.
“La llegada” va de eso, y va como va, con una Amy Adams entregada a su papel y unos secundarios tan planos como los extraterrestres.
Esa es la intención. Planteada la intención, ¿Cómo se desarrolla? Pues mal.
El guión farragoso, desde la presentación de las indudables dotes de la protagonista que no me quedan muy claras hasta las explicaciones que se imagina para mostrarnos que el tiempo no cuenta para los recién llegados y ese lenguaje que por arte de birlibirloque nuestra lingüista descifra de una manera un tanto cómica, desemboca exhausto y casi inane en un final que me ha gustado mucho, enternecedor y que uno piensa que ha pesado muchísimo en el desarrollo de todo el guión. O sea, como si en un viaje te pones a invernar hasta que llegas, que el viaje no te sabe a nada. Como le pasa a esta película. Y lástima porque la idea merecía otro sostén.
Es una pena que para disfrutar del final haya que ver todo lo demás.
El relato en el que está basada la película se llama “La historia de tu vida”, mientras que ésta se llama “La llegada”. Quizás poner el foco de atención en los extraterrestres en vez de en la vida de esa historia haya sido el error del guionista. Los que la vayan a ver lo entenderán.
Una novedad se observa. Parece ser que estamos empezando a abandonar a los rusos, que sustituyeron a los alemanes, como mejores malos y ahora andamos mirando que si los chinos que si los coreanos. Esto es algo que cualquier película sería o cualquier guionista competente debería hacérselo mirar.

sábado, 26 de noviembre de 2016

"Triste, solitario y final" de Osvaldo Soriano




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Imagínense que a un cocinero le dan unos cuantos ingredientes inverosímiles para elaborar un plato y que con su genio, su inventiva y su imaginación es capaz de hacer un plato más que reseñable. Pues eso es lo que logra Osvaldo Soriano con esta novela.
Una historia de homenaje y de divertimento que a pesar de los personajes cuaja por sus diálogos chispeantes, las situaciones extremas y los desenlaces sorprendentes.
Digo a pesar de los personajes porque “a priori” una historia protagonizada por el mismo autor, que anda por la Costa Oeste de Estados Unidos buscando material para escribir una historia de desagravio sobre el Gordo y el Flaco, acompañado por Philip Marlowe, sí, el de Raymond Chandler, por la que transitan el Flaco, Charlie Chaplin y Buster Keaton da para que a uno se le arrugue la nariz y se cargue de escepticismo. Si además añadimos que hay una entrega de los Oscars malograda, por la que desfila la florinata de Hollywood, carreras huyendo de la policía a mansalva y  palizas por aquí y por allá, decimos, esto huele a collage.
Pero en esta primera novela de Osvaldo Soriano ya está el espíritu de su novelística. Todavía no ha cuajado ese humor irreverente y un poco triste pero se prefigura en unos diálogos demasiado “chandlerianos”. Están ya los perdedores que después serían habituales en sus historias y aunque aún no se ha centrado en los argentinos y su desgraciada existencia, con su presencia en la novela, haciendo de argentino perdedor y buscavidas, y la presencia en un tren de un matrimonio de argentinos “hijos de puta” ya se ve la deriva que le llevará de un escenario ajeno, la Norteamérica hoolywoodiense, muy estereotipada y cinematográfica a la Argentina de su corazón que estará siempre presente aunque la acción se desarrolle en el quinto carajo.
Novela de iniciación en la que Osvaldo Soriano se libra de sus recuerdos de infancia, de los temas universales, para iniciar el camino hacia su rincón, lleno de villanía.
Los breves fragmentos del final, entrevistas, declaraciones de amigos, a modo de “making of”, muy ilustradores de lo que fue el proceso de creación de la obra.
Un Osvaldo Soriano camino de la plenitud, como un rio cuando se contempla en su nacimiento, rodeado de farrallones y bosques intrincados que prefiguran las cataratas venideras, los oscuros senderos y las tristes veredas que el capitán Kóblic tendrá que transitar.
Los artistas, voceros del pueblo, crean sus linimentos para las heridas. Osvaldo Soriano se encargo de hacer reir un poco a los argentinos. Entre tanto lloro.

lunes, 21 de noviembre de 2016

“Un monstruo viene a verme” de J. A. Bayona (2016)


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En arte debería estar estipulado como exigencia básica para crear que si no puedes hacer algo original o superar lo ya hecho, al menos que lo que crees esté a la altura de lo ya existente.
En este sentido la película de Bayona que ni es original, ni supera nada sí es un film solido, bien dirigido, muy bien interpretado y bien envuelto. Pero nada más. A mí me gustó bastante “El orfanato”, no vi la necesidad de hacer “Lo imposible”, si al menos un miembro de la familia hubiese desaparecido, y esta última historia ha puesto una cosa en evidencia: Seguro que el libro puede llegar a entretener, la película es notable pero ante quien me quito el sombrero y me quedo con la boca abierta es ante el  “artista” que ha elaborado la campaña publicitaria. De verdad. Si algún productor busca en el cine ganar dinero que se olvide de buenos directores, de buenos actores o buena historia y que contrate a este figura. Porque ¡chapo! A dónde ha sido capaz de llevar la película. El otro día oía a un entusiasta decir que seguro que iba a los oscares en representación de España. Pues puede ser. De entrada es la película española que más está recaudando. Y eso ayuda. Y da mucha rabia. El otro día estuve viendo “Gente de mala calidad” de Juan Cavestany y pensé que verdaderamente los caminos del Señor son inescrutables. Unos tanto y otros tan poco. En fin.
Lo mejor del film: Para los que hemos tenido la desgracia de haber sufrido una pérdida irreparable, constatar que Bayona ha transmitido muy bien esa sensación de impotencia y a la vez de culpabilidad, aunque para mí el acierto ha estado en reflejar lo asquerosamente cotidiano que sigue siendo todo a pesar de que uno de los seres que más ames se esté muriendo. El mundo no se para. Nada parece que pueda consolar al niño: En la escuela lo pasa mal, su padre está lejos y su abuela no es de fiar. El mundo en esos momentos debería paralizarse, solidarizarse contigo, hacer un alto, ayudarte. Pero no. Es la lección que debes aprender. La lección, el monstruo. La realidad.
No hay grandilocuencia, ni música ambiental ni grandes diálogos, es todo rutina, mezquindad y el monstruo no dice nada ni te consuela. Simplemente pasa el tiempo, vas al psiquiatra a que te de unos ansiolíticos e intentas enterrar la historia con paladas de tiempo.
La película de Bayona, al que con mucho acierto se le ha comparado con Steven Spielberg, tiene buena intención, está muy bien construida la historia y no hay casi nada que censurarle salvo que como Spielberg, cuando hace películas edificantes, arrastra esa indefinible sensación de que todo es muy para niños, de poca o mucha edad, de que evita el meollo de la naturaleza humana y que lo verdaderamente desagradable y doloroso se lo salta. No hay luces y sombras. Todo tiene un indefinible espíritu positivo  que a mí me hace sospechar. ¿De qué? No sé, sospechar en general. Como si lo que veo no fuese todo. El director está escamoteando algo. O no lo ve y por eso no lo puede mostrar. No perdono los finales constructivos, con su moralina.
Una “gran película” para ver en familia una tarde de sábado, bajo una manta, dormitando y contestando las preguntas que alguna criatura presente, tanto niños  como mayores, pueda hacer. Poco que ver con el gran cine, el séptimo arte. Será del montón. Vaticino.

jueves, 10 de noviembre de 2016

"El valle de los carneros" de Grímur Hákonarson (2015)



Rams (El valle de los carneros)

La acción transcurre en Islandia, en un valle ganadero, donde se dedican a la cría de ovejas. O sea, pase lo que pase, la película ya tiene su épica.  Los grandes y desangelados espacios que todo el mundo tiene en mente al pensar en este país tienen su reflejo en los largos planos que el director se encarga de servirnos.
La acción se desencadena cuando es descubierto un carnero infestado con una enfermedad contagiosa que forzará a la eliminación de los rebaños próximos, con el fin de parar la expansión de la enfermedad y que no afecte a más rebaños.
El escenario está creado. Y ahora hablemos de los carneros. Los carneros son los machos de la especie. Animales de ideas fijas y deseos primitivos que suelen dirimir sus desavenencias dándose unos cabezazos que ponen la piel de gallina, cabezazos que son más escalofriantes entre más cercana es su relación. Su antagonismo viene de lejos y no parece que nada vaya a aminorarlo, pues sus intereses  tan cercanos y tan parecidos llevan toda una vida entrando en colisión.
Pero, ¿Que hace un carnero sin sus ovejas? Si no ha hecho otra cosa en su vida. Pues algunos adquieren consciencia de que otra vida es posible y emigran y otros, los más carneros, o se dejan morir, matándose a cabezazos contra las botellas, o se montan una estratagema para conservar unas pocas ovejas.
Y es ahí, cuando los carneros por fin se entienden, cuando a pesar del gélido clima, de las extensiones inhóspitas y de la soledad que aunque estés acompañado nunca dejas de pensar que acecha, que surge el lirismo.
Que dos carneros sean capaces de amaestrar a un perro para comunicarse pero que no sean capaces de ponerse de acuerdo para dejar de darse cabezazos es un guiño del guionista muy ocurrente y la imagen de los dos carneros abrazados bajo el iglú, desnudos, intentando darse el calor imposible que siempre se negaron y que ahora llega tarde, conmovedor.
Es difícil juzgar la labor interpretativa de dos carneros que llevan sepultados los rostros bajo una pelambrera que seguramente ni se esquilan en verano pero esta es una historia no de gestos si no de actos, de brochazos gruesos que dejan trazos indelebles marcados en los corazones que el paso del tiempo enneblina pero no cicatriza, siempre supurando.
Llevar a un carnero de urgencias en la pala de un tractor tampoco es una cosa que extrañe mucho, ¿No?
Una historia dura, también por el clima, pero sobre todo por el frio que hace en algunos corazones. Lo que nos lleva a pensar que carneros puede haber en todas partes. Yo me acuerdo aún de los de Puerto Urraco, o el de Toro, que me toco de refilón.
Pues eso, una historia salvaje de carneros. Muy salvaje, sin una gota de sangre. Yo, si no hubiera ido a verla, iría.

lunes, 7 de noviembre de 2016

“Berberian Sound Studio” de Peter Strickland (2012)



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Tú le pones a un proyecto creativo el calificativo de “independiente”, “no comercial” o “de culto” y no sé por qué razonamiento extraño ya empieza a gozar de prestigio. Aunque detrás haya bazofia. He leído que un crítico de el Mundo dice de esta película que es, verbatim, “una de las más perturbadoras y excitantes propuestas del año pasado (2012), de la década y del siglo, cualquiera de ellos”… esta afirmación como poco es, una absoluta tontería porque a ver como este buen crítico sabe lo que se estará haciendo en el 2075, por ejemplo. Basta ver algo que se sale de lo inusual, que es original, poco convencional para que se nos hagan las neuronas, fans.
En esta película un técnico de sonido inglés llega a unos estudios de sonido en Italia y allí se encuentra con un ambiente que el director quiere hacer extraño, misterioso, aterrador pero que sólo consigue convertir en extravagante, irresponsable y poco serio y en el que se dedicará a ponerle el sonido a una peli de brujas y exorcismos, dirigida por un director italiano, muy italiano, perseguidor de actrices de doblaje y una administración poco clara que no le quiere pagar sus gastos de viaje. ¿Qué más? Ah sí, al técnico le asusta un poco la temática de la peli. ¿Qué más? Ah, sí, tiene una madre que le escribe desde Inglaterra y le habla de gorriones. ¡Diablos!, es que es una peli totalmente intrascendente. Hay un par de planos interesantes, pero toda ella rezuma a David Linch, pero el más desconcertante y banal, o venal, que viene a ser lo mismo, no el de esas dos obras maestras del cine de todos los tiempos, “Terciopelo Azul” o “Mulholland Drive”, si no al otro, al que se perdió en los vericuetos de la originalidad y el absurdo y desconecto… para nunca más volver. No sigue a David Linch quien quiere sino quien puede. Y no todo el mundo puede. Nótese que ni tan siquiera él ha podido seguirse.
Hay ambición en esta película, hay rigor, esos gráficos sobre la distribución de la banda sonora, que digo yo que debe ser eso, esos primeros planos de cintas grabando, dejan entrever un homenaje a todos esos oficios que hay detrás de los más deslumbrantes de la industria cinematográfica. Esa intención de transmitir horror, misterio, suspense machacando una col o una sandia, es un loable intento de revalorizar no ya lo que nos enseñan sino lo que dentro de nosotros ya está, pero ¿Y qué? ¿A alguien le interesa, si no es del ramo, saber cómo se engrasa un Formula 1? ¿Alguien si no es un profesional de ello, quiere saber cómo se masajea a Messi o a Ronaldo?
Los personajes son tan esquemáticos, artificiales, trasmiten tan poca posibilidad de ser de carne y hueso que están más cerca de los actores griegos con mascaras o del teatro oriental japonés, alejado de nuestra cultura y sensibilidad. Me ha sido imposible implicarme en la trama. Me he quedado como estaba. Eso sí, debo admitir, que ha ensanchado mi horizonte de lo que se puede llegar a hacer en cine.
Vamos que la veré otra vez. A ver si se me ha escapado algo. Tanto premio debe ser por algo.
La he visto otra vez. Y lo mismo. Poner en evidencia esa escena en la que el protagonista entra en bucle y lo que hace y lo que se proyecta en pantalla, terminan entrando en colisión. Muy ocurrente pero ya hace unos años que Julio Cortázar lo escribió en un cuento. Lo dicho, prescindible.