lunes, 29 de octubre de 2018

"Saber perder" de David Trueba



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En esta novela de David Trueba lo primero que se te viene a la mente una vez adentrado en sus páginas es que es una obra literaria de corte impresionista. Las frases cortas se suceden, sin descansillo para la descripción o la reflexión, siempre  hay un personaje haciendo algo. Estamos subiendo una escalera de imprevisible final pero que nos lleva a alguna parte.
Son estas frases, como pinceladas, sin llegar al puntillismo, que van definiendo la historia. Es una esplendida novela donde lo simple del estilo enmarca la vida cotidiana, común, que el autor humilde y compasivo, dos condiciones “sine qua non” para ser un gran escritor, retrata sin que casi se sepa que anda por ahí.
No hay una gran construcción de personajes, los caracteres no están muy definidos, pues la intención es precisar que es lo que les pasa a los personajes, es hablar de la vida. Y como bien indica el título, la vida es una pérdida constante. Y por lo tanto lo más beneficioso para nuestros corazones y almas es aprender a perder. ¿Para qué queremos precisar los perfiles de los personajes si inapelablemente le va a suceder lo que le tiene que suceder?
Aunque el estilo de David Trueba no va a aportar nada nuevo a la historia de la literatura y no marca una nueva senda a la escritura, sí que lo hace su mirada.
En esta novela se entrelazan básicamente tres historias, la del abuelo, la del padre y la de la hija de una misma familia. Y ninguna acaba bien, ninguna es edificante pero las tres respiran la amabilidad de saber que tiene que ser así. Que las cosas se acaban o se interrumpen o se quedan impunes porque al margen de nuestros deseos todo se anuda y se entrelaza de manera que si nos olvidamos de nosotros mismo no suena tan trágico. Todo está empezando y terminando a cada instante y si aceptamos que algún día lo seguirá haciendo sin nosotros, nuestra salud lo agradecerá.
Y si no, peor para nosotros, porque no hay otra forma.
Esa es la mirada moderna que recorre la novela, lo que la hace actual, de nuestro tiempo. Un tiempo dónde Dios no ha muerto pero tampoco es imprescindible. El ser humano es frágil, hasta el triunfador más exitoso es un perdedor, y no hay refugio posible. Un triunfo, un fracaso, un momento feliz, uno momento desgraciado, la vida, la muerte, todo es aprovechable.

sábado, 20 de octubre de 2018

“Call me by your name” de Luca Guadagnino (2017)



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Una película tan bien dirigida e interpretada como otras recientes películas italianas de más fama y más pretenciosidad, y con la misma artificiosidad, de un preciosismo que aburre, y mostrando una descara explotación del legado histórico-cultural y geográfico del país que cansa.
Si le quitamos eso a la historia y el hecho, que podía ser particular en los años setenta del pasado siglo, de que el argumento verse sobre una relación gay, nos queda una película más de amores de verano y aprendizaje existencial y emocional.
Sólo salvaría de la película el largo y emotivo parlamento del padre del joven al final de la proyección.
Lo demás se queda en una aparente y perfecta narración cinematográfica, sin sustancia, nada original y con montones de recursos manidos.
Todo muy “dejá vu”