domingo, 20 de septiembre de 2020

PELÍCULAS QUE NO IRÉ A VER 5 (Para mayores de 50 años)

 Superagente Makey de Alfonso Sánchez (2020)

El sevillano Alfonso Sánchez estrena “Superagente Makey”

Para empezar, que el director se llame como el crítico de cine inolvidable de voz aguardentosa, acatarrada, bronca debe ser lo mejor del film. No sé si tienen alguna relación familiar. Me gustaría saber qué diría de ella el inefable crítico. Seguramente con su bonhomía y su cachaza diría algo así como,
-Película, pase, pero cine…..
Empiezo.
Sí, Leo Harlem tiene momentos hilarantes en sus monólogos. Sí, hay que agradecerle la creación de ese ser impresentable, garrulo, grosero, enamorado de todo lo casposo español, cervecero y panzón. Nos reímos con él, pero no deberíamos imitarlo.
Sí, no siempre hay que estar haciendo películas “Bergman”
Sí, la gente necesita divertirse y reír.
Sí, sí, los actores tienen que vivir. Que sí. Y los cámaras. Y los productores. Sí, sí, todos tenemos que vivir.
Y así podría encontrar cien excusas para defender esta película.
Pero ninguna de ellas tendría que ver con la originalidad, la creatividad, el arte, la enseñanza del mismo, la rebeldía que entraña el mismo, lo sorprendente del mismo, es decir con todo lo bueno y excelente que el séptimo arte representa.
Es decir, junte unas chuches, una botella de calimocho, una pizza y de postre un bollicao, todo al ritmo de un regatón, pásalo por una cámara de cine y ya.
Pero, ¿y dónde queda la función educativa, estimulante, formativa,, cocienciante, despertadora de inquietudes, de sueños, de ilusiones del arte, del cine?
¿Alguna vez adquiriremos la determinación de no hacer por dinero más que lo estrictamente necesario para sobrevivir? Lo que me lleva a entender a todos los que se hayan apuntado al proyecto por necesidades de sobrevivir. Los demás, mal, muy mal. Vender alhajas falsas para sobrevivir bien. Para enriquecerse , mal.
¿Alguna vez adquiriremos la conciencia del poder educativo de los medios, entre ellos el cine y del daño que se hace con productos mediocres a las mentes juveniles?
¿No nos damos cuenta del aborrecimiento, el entontecimiento que este tipo de cine produce?
¿O es que trabajamos para conseguir un mundo feliz, lleno de epsilones?
Por eso no iré a ver esta película. Me la sé enterita.
Llevo años huyendo de ellas. Las conozco. Sé como se las gastan. A lo que suenan. Mucho ruido y ni una nuez.
No vayan a verla. Hagan cualquier otra cosa que no sea embrutecedora.
Siento decirlo.

domingo, 13 de septiembre de 2020

Una casa para el sr. Biswas de V.S. Naipul

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Cuando acaba la narración uno se alegra de la muerte  del Sr. Biswas. Tanta desgracia, tanta infelicidad, mala suerte y falta de empatía con el mundo que le rodea es difícil de soportar. Cerrar el libro y pensar que este alma de cántaro va seguir por el mundo me dejaría intranquilo. Mejor muerto, que deja de padecer.
Dos hallazgos me llaman la atención nada más empezar la lectura. El acierto de llamar al protagonista Sr. Biswas desde que nace hasta que muere, en una clara metáfora de que tal como nace muere, sólo e incomprendido e indeseado. Y el otro, presentar los diálogos entre niños y adultos sin hacer distinción.
La portentosa narrativa de Naipul, incontinente, verborreica, descriptiva hasta la extenuación, cargada de intención, malévola a veces, humorística siempre, sorprendente, eleva las vicisitudes de este desgraciado ser, puro, transparente incluso en sus pecados, rodeado de infortunios, eleva a los planes y esperanzas ruinosas del Sr. Biswas a épica quijotesca, sin locura perceptible, a ras de suelo, de barro, de charcos, de hacinamiento y miseria. Todo son molinos de viento. Y Aldonza Lorenzo nunca es Dulcinea del Toboso, no ha lugar. Sólo tiene un amigo y se va a Estados Unidos.
Seguramente el Sr. Biswas no es un “alter ego” del autor pero seguro que hay jirones en carne viva de él y de más de un conocido. No se puede cincelar tanto personaje con perfiles tan claros sin un buen material. Hay tanta alma en esta historia que casi parece un reportaje sobre cualquiera de estos seres que maltrechos vemos bajar de las pateras.
¡Qué pulso el de Naipul a lo largo de las más de quinientas páginas! ¡Ni una vacilación, ni una decaída en el ritmo de la prosa!
Ese “crescendo” que se produce en el capítulo 3, “La aventura de Shorthills” es como una sacudida en el embrujo en el que uno está sumergido. Oyes a Naipul, ¡Eh, no te creas que no puedo hacer más!
En este capítulo más que seres humanos uno percibe el ronroneo de una tribu de termitas, incansables, en su ilógica, incesante y extraviada actividad. Devorando todo lo que se pone a su alcance. Y el Sr. Biswas, frustrado, criticón, inadaptado, envidioso, yendo y viniendo atrapado en una vida predestinada al mas absoluto de los fracasos.
Creo que el colonialismo no es el centro de esta historia. No hay una crítica, no hay una exposición de cómo los emigrantes nunca encuentran su lugar. Es como todas las grandes obras, algo que se eleva por encima del tema, de los temas, para dejar bien al descubierto la naturaleza humana: Envidia, rencor, egoísmos, desesperanza, falta de amor, soledad y más desesperanza.
No hay en el libro un resquicio para la salvación.
Parece que Naipul no puede enternecerse.
Colosal, esta obra maestra de la literatura.