domingo, 26 de enero de 2020

“Richard Jewell” de Clint Eastwood


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Las películas de Clint Eastwood raramente sorprenden. Una vez planteada la trama el desenlace se adivina. Sólo “Mistic River”, de las que yo he visto y las he visto casi todas, se salva de ello y mucho me temo que se deba más a que el guion está basado en un libro de argumento férreo que a la voluntad del director.
Sin embargo, y a pesar de esa predictibilidad, las películas de Eastwood se van a ver y gustan. Seguramente por sus alto contenido de sensiblería, extrema algunas veces, y porque técnicamente, interpretación, guion, fotografía, música, dirección, tienen muy pocos reparos.
Nadie dirá que las películas de Eastwood son malas, tampoco nadie dirá que son obras maestras del cine. Son correctas.
Esta también lo es.
Clint Eastwood plantea una hipótesis con dos posiciones claramente enfrentadas. Orden y libertad. Aunque para que le salgan las cuentas haga trampas y en el lado de la libertad presente el libertinaje y las malas maneras. Lo que lleva al film a un final inverosímil pero evidentemente complaciente.
A pesar de que a la hora de exponer los argumentos, el manejo de los hechos podía llevar a pensar que mejor que la peli se hubiera llamado “Watson Bryant”, que es el nombre del abogado que defiende al protagonista y que interpreta Sam Rockwell de manera muy equilibrada.
De hecho en la hipótesis que plantea Clint Eastwood, enfrentamiento entre y libertad  y en el que gana el orden, más en sintonía con el afán justiciero de Eastwood, hubiese sido más realista que este abogado fuese el héroe. Con un final en el que Richard Jewell hubiese sido condenado; el hombre del FBI y la periodista, del lado de la libertad mal entendida, hubiesen salido triunfantes y el abogado, que es el único que es ordenado y libre a la vez, resignado.
De hecho en el guion parece todos servido con ese objetivo.
-El protagonista repite cansinamente que él es partidario del orden.
-Del otro lado, el hombre del FBI evidencia en una frase muy explicita que al él le da lo mismo lo que diga un juez, que para él el guardia de seguridad es culpable, y la periodista suelta unas lagrimitas.
-Y se pone en evidencia con intención clara que el abogado, amante de la libertad, abandona un gran trabajo para instalarse en un cuchitril de medio pelo porque a él no lo manda nadie y lo demuestra cagándose en la madre de un senador, ama también el orden pero no entiende a Richard Jewell. Le atrae el simplismo de la bondad inapelable.
Pero no, Eastwood, tan corajudo en los personajes que interpreta, aquí no se atreve. Y contra todo pronostico salva lo insalvable.
De una película más compleja a una más simple y maniquea.
Y eso al gente lo agradece. Y él lo sabe.
Una más de Clint Eastwood. Correcta.

lunes, 6 de enero de 2020

“El irlandés” de Martin Scorsese

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Si Scorsese en vez de ser director de cine fuese entomólogo, los barrios italianos de las ciudades de America serían su campo de estudio y de entre todos los tipos, el mafiosos sería su insecto preferido.
Este proyecto, no historia, que surgió de la cabeza de De Niro y que ha llegado a cabo Scorsese es la última obra maestra de este ultimo. Sin ambages.
Me producía desconfianza esa nueva técnica de rejuvenecimiento de rostros y no veía muy claro como afectaría al film. Al estar viendo la proyección seguía desconfiando, cuando a fuerza de una dialogo con sustancia y contenido caí en la cuenta de que podía estar viendo teatro japonés con actores enmascarados.
Cierto hieratismo en sus caras, cierto acartonamiento le daban a los actores valor simbólico, de esfinge. Lo que daba a los personajes una solemnidad, marcaba una distancia con lo que estaba ocurriendo y además no impedía que sus rostros transmitieran emociones. Sólo hay que ver a De Niro en algunos planos medios. Era un mix entre la interpretación occidental y la oriental, más parecida al teatro griego. Sorprendente de ver. Y grato. Llevar la mafia al nivel de las tragedias griegas y no sólo por el tema.
Esta película es indudablemente un homenaje que Scorsese se ha querido dar a si mismo y compartirlo con sus actores fetiches de siempre. De Niro está estupendo, alejado de esas interpretaciones llenas de tics, planas, vacías y la corte de secundarios no puede ser más fantástica.
Brilla en el guion, a modo de contrapunto del mundo que retrata, la relación conflictiva entre el irlandés y su hija Peggy. Un rayo de luz humano entre tanto crimen.
Un guion lleno de esos pequeños diálogos que se han hecho clásicos en este tipo de películas, esos pequeños diálogos que son brochazos de cotidianidad en unas vidas muy poco rutinarias. Yo destacaría el referente al olor de pescado dentro de los coches, casi al final. Me parece delicioso.
Sólo un pero en la historia. No veo muy claro, a riesgo de hacer spoiler, el papel del hijo en la muerte de Hoffa. Si estaba ¿por qué no se extrañó?. No tiene lógica. No hubiera costado nada poner otro conductor. No está clara la escena.
En fin, Scorsese lo ha vuelto a hacer. Darle otra vuelta de tuerca a sus estupendas películas de italoamericanos y batir el record que habían marcado Los Soprano.
Y vaticino un recorrido interesante a esta técnica de rejuvenecimiento. Para enfrentarse al cine de personajes creados artificialmente, por ejemplo. A ver.