jueves, 27 de abril de 2017

“El cura y los mandarines” de Gregorio Morán



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Ocultar la existencia de este libro
y que se lea cuanto menos mejor
debe ser un deseo oculto
y muy presente en algunos
de los protagonistas del mismo.
Se entiende.

Yo mismo.


Yo, que soy un asiduo deglutidor de suplementos culturales de los diarios, de revistas literarias  y todo lo que tenga que ver con arte y cultura, nunca había oído hablar de Gregorio Morán hasta que salió a la luz este libro. Y fue más por la algarabía que se montó alrededor de él que porque algún crítico, periodista  u oficiante de parecida profesión hiciese un análisis de lo que en el libro se mostraba. Eran más bien voces indignadas que se defendían o que atacaban al autor. Y como el tema parece que se vertebraba alrededor de Jesús  Aguirre, berlanganesco marido de la Duquesa de Alba, pues no le presté más atención. Aunque debo decir que por los nombres que agredían y por las razones que se argüían me quedé con el nombre del autor.

Y hete aquí que un sábado me encuentro su nombre en las páginas del principio de La Vanguardia bajo el epígrafe de “Sabatinas intempestivas” y dentro un artículo de opinión y… caí rendido. Sentí en el alma esa gratificante sensación de frescura que se siente cuando en la sierra se respira a pleno pulmón o cuando te metes en la boca un caramelo de menta o eucalipto. Llevaba un tiempo abandonado por Juan Goytisolo, Rafael Sánchez Ferlosio, ya mayores y sin duda agotados por tanta sinrazón y amiguismo y estaba echando en falta, sin darme cuenta, a alguien para no sentir que este país definitivamente estaba perdido.  Y me encuentro con Gregorio Morán.

Un periodista que no sólo escribe bien si no que a diferencia de Goytisolo y Ferlosio está hecho a la arena más sangrienta y que no cede ante eso que se llama buen gusto y conveniencia si para practicar ambas “virtudes” hay que sacrificar la verdad. Porque la verdad, aunque parezca mentira es mucho más objetiva de lo que parece, y Morán trata de que Daniel Sada no tenga razón. Quiere que la verdad se sepa, aunque parezca mentira, y no duda en repartir mandobles a derecha e izquierda, nunca mejor dicho, de este bendito país. Mandobles siempre justificados a mi modo de ver. Así que ahí estoy cada sábado amorrado a sus gozosas sabatinas. ¡Ah, que aire más fresco! Larra redivivo.

Pero aún no había llegado al libro. Leí su crónica sobre el camino de Santiago y algún libro que tenía a bien aconsejar, hasta que en una sesión del club de lectura de la biblioteca municipal del pueblo en el que resido y con motivo de la lectura de “Anatomía de un instante” de Javier Cercas vi que el bibliotecario había dispuesto sobre la mesa una serie de libros y entre ellos éste. Me dije, eso quiere decir algo, así que me lo llevé. Y lo he leído.

Yo ya sabía, dada mi edad y mi curiosidad y mi olfato, que este país huele fatal, a podrido, que de este país es muy difícil sentirse orgulloso, sólo hay que ver lo que está pasando con la corrupción. Es necesario verlo. Para eso hay que mirar. Algo a lo que muchos ciudadanos se resisten, sobre todo esos millones que siguen votando a los partidos de siempre. Es necesario, pero no suficiente. Hay más. Mucho más. Y eso es lo que trata de mostrarse en este libro.

Gregorio Morán en este recorrido se erige en el Virgilio que acompaña al lector por este purgatorio que ha sido España desde que se acabó la Guerra Civil, incivil la llama el egocéntrico y corcho a prueba de todo hundimiento, Luis María Ansón, hasta ahora, y lo que te rondaré morena, aunque la circunscriba a los años que van desde 1962 hasta 1996 y se ciña fundamentalmente al mundo académico-cultural con toques sabrosones de política y picantones de economía. Es muy fácil hacer una extrapolación y pasar de la RAE al Congreso, de la política de premios literarios  y merecimientos varios al mundo del enchufismo y padrinazgo vergonzoso en general en el que estamos sumidos. Muy fácil. Casi te resbalas sin darte cuenta para salir de la charca cultural en la que pasan cosas como que le den el premio Cervantes a un escritor que ha repartido su vida entre Francia y  Marruecos, porque como pájaro que es, no ha podido en nido tan sucio poner sus huevos, nido que a su pesar no ha ensuciado él, para caer en el mar de mierda en el que los tres partidos más votados de este país, PP, CiU y PSOE, por orden de acumulación de basura, se han conchabado para en complicidad con el poder económico y empresarial robar a todo bicho viviente.

Te dices, si en el tema de yo soy más listo que tú y la tengo más larga ha pasado lo que dice Gregorio Morán, y debe haber pasado porque el Sr. Morán no escatima bibliografía, cómo no va a haber pasado lo que contemplamos a diario en las noticias si de dinero, lujo, fama y poder se trata. Todo cuadra.

Se podrá estar más o menos de acuerdo en la forma destemplada, a veces insultona e inasequible al desaliento en ese afán de poner adjetivos casi siempre despreciativos a todo el que pasa cerca de su pluma, que a mí personalmente me llena de gozo,  del Sr. Morán, pero no se le puede negar que nada es calumnia, que todo parece cierto y que la verdad siempre se agradece. Un libro que debería leerse en los institutos y universidades sobre todo con la sana intención de que los hechos narrados en él no se repitan cuando esos jóvenes lectores sean adultos y tengan en sus manos el destino de otros seres o el suyo esté en manos de esos mismos seres. Y no por eso de “arrieros somos y en el camino nos encontraremos” si no por lo otro de “no jodas a los demás como no te gustaría que te jodiesen a ti”. Hay excepciones pero no deben ser la regla.
 Yo le agradezco a Gregorio Morán que haya abierto en canal el cuerpo cultural de este país y haya ampliado mi conocimiento del porqué la podredumbre que padecemos cuesta tanto de quitar. Abrir y airear nunca ha sido malo.
Un libro apasionante.
Poca algarabía  se montó para lo que cuenta.
La opinión de Víctor García de la Concha sobre el libro, por poner uno, debe ser de aúpa (icono de cara pillina con ojo guiñado o jiñado)
Que el Sr. Morán llegue a ser alguna vez académico de la RAE sería una prueba incontestable de que Dios existe. Y de que a la RAE llegan los que escriben bien, recto y con verdad… ¡Ah! y que tratan de vivir igual, se me olvidaba. Así a la alta capacidad artística tan fácil de disimular se le añadiría la simple humanidad, en el buen sentido de la palabra, tan difícil de mantener.

“Incierta gloria” de Agustí Villaronga (2017)


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Lo mejor para ir a ver esta película y poder valorarla en su justa medida es no haber leído el libro de Joan Sales y si se ha leído hay que intentar olvidarlo y no hacer comparaciones. Porque sería injusto para aquella.
Es paradójico que una película, artefacto que proviene del cine, arte que dispone de herramientas variadas para su ejercicio, salga la mayor parte de las veces malparada cuando, proviniendo de un libro, artefacto que proviene de la literatura, arte que sólo dispone de una herramienta, el texto, se la compara con este. ¿Por qué?
Seguramente porque el texto dispone de todo el tiempo del mundo y el film debe ceñirse al fajín comercial de las salas de proyección.
Hay excepciones a este aserto: Muerte en Venecia, Apocalypse Now, Los Padrinos, adaptaciones inglesas de clásicos  victorianos y alguna más. Pero por lo general uno siempre sale insatisfecho de la proyección si antes ha leído el libro.
No me ha pasado a mí en este caso aunque de entrada salí insatisfecho y diciéndome que era una mala adaptación pero una buena película. Y que el guion estaba bien. Un lio. O sea, ¿Qué era mejor el libro o al película?
El libro trata de una historia en la que se refleja ese periodo de la vida de las personas que se denomina juventud que además se desarrolla en esa batidora que se llamó “nuestra Guerra Civil”. Un momento donde se cruza la incierta gloria de la vida con la incierta gloria de la épica que hay en toda guerra, expuesto a través de cuatro voces y de manera diferente, estilo epistolar, indirecto, reflexivo, introspectivo, dándole a la narración literaria un tufo existencialista que la hace imperecedera.
Un libro de tal riqueza permite múltiples adaptaciones, bajo puntos de vista variados y algunos enfrentados. A mí personalmente esta adaptación me parece que no hace justicia a la fuente literaria y que titular al película “Incierta gloria”, sin estar del todo equivocado, no es tan incierta gloria como el libro.
Del existencialismo complejo del libro, la adaptación ha pasado a una historia de amor con tintes de teatro griego. Se ha pasado de una complejidad a un esquematismo. ¿Eso es malo?
Si uno es capaz de separar los dos artefactos, no. Porque la película es una gran película, de unas imágenes muy potentes, como suele ser habitual en Villaronga, con un discurrir muy calibrado y equilibrado, con ciertos ecos tétricos y unas interpretaciones que cuando la impronta del director es clara y decidida queda muy sujeta a su intención y que no puede ser otra, en el caso de este director, que cargar a los actores con cierto matiz expresionista, y no porque se desarrolle la película en la tierra de Goya, que en otras películas no es así y el matiz ahí está. Es tendencia natural del director. Los oscuros le chiflan.
No hay paso del tiempo en el film y el corto y pego de dos personajes en uno, realza por un lado y pierde por otro. Queda el tiempo como secundario en la película para dar realce a las figuras humanas. Se habla de sobrevivientes y perdedores en la cinta, del amor y del odio, tremendamente “villaronguese” la relación de la Carlana y su padre, mientras que en el libro todos son perdedores incluso en la victoria como no puede ser de otra manera cuando el paso del tiempo es el horizonte.
Seguramente se puede hacer una mejor adaptación del libro, como ya he dicho, pero eso no garantizaría una buena película y ésta lo es.

domingo, 23 de abril de 2017

“Rosalie Blum” de Julien Rappeneau (2015)



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Una se empeña en que para cocinar necesita cangrejo y no sabe hasta qué punto está firmando su futuro de soledad y separación de su hijo, pues con esa exigencia pone en marcha un mecanismo que quedó parado hace muños años y que ahora al reactivarse va a conseguir que se entrecrucen tres vidas con resultado impredecible. Y es que el destino teje de manera insospechada y caótica. Los puntos que se quedan abiertos son infinitos y de vez en cuando se cierran. ¿Por qué? No se sabe.
Esta historia de espionajes y contraespionajes, a veces patética, a veces humorística, encierra una narración de soledad e inadaptaciones, insatisfacciones y decepciones, que se va desarrollando sin grandes alharacas, con sencillez y cotidianidad, bajo un guión muy bien trabado, que me imagino que deriva de la novela gráfica de Camille Jourdy que lleva el mismo título y que no he leído, por lo que no sé si lo de las tres voces, de cada protagonista, es un ardid del director o está en el comic pero que le sirve a este para jugar cinematográficamente y plantarnos los mismos sucesos desde puntos de vista diferentes.
Los tres personajes son interpretados de manera muy solvente aunque  me cruje un poco en alguna escena la desenvoltura del peluquero que actúa de manera muy poco apocada y tímida, que es lo que se espera de un hijo que vive absorbido por la madre, pero que queda disimulada por el buen acompañamiento de los secundarios, empezando por la madre excéntrica, siguiendo por las amigas de la sobrina, cada una en su punto, y ese impagable compañero de piso y sus números de circo imposibles.
Una película muy entretenida que espía que te espía evita la tragedia y la amargura, sin dramatismos, para narrarnos la dolorosa vida de Rosalie Blum y las hasta ese momentos vidas anodinas de los otros dos personajes. Muy recomendable.
Esperemos a ver la próxima película de este director novel, estuvo nominada Mejor ópera prima en los Premios Cesar del 2016, para saber qué de esta película es del director y qué de la novela gráfica.

domingo, 9 de abril de 2017

“Locas de alegría” de Paolo Virzì (2017)



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Una vez más constatar el poco acierto a la hora de traducir el título de las películas. El título original, “La pazza giogia”, que proviene de la expresión italiana “alla pazza giogia”, podría traducirse de unas cuantas maneras acertadas pero nunca “Locas de alegría”, porque locas están pero alegrías pasan pocas. Y si están locas no es por culpa de la alegría. Da una idea falsa del film. Con haberla titulado “A lo loco” creo que hubiera bastado. En fin.

A mí me gustó mucho “El capital humano”, la anterior película de Paolo Virzì, creo que había una reflexión de calado en aquella película y me ha gustado mucho también ésta por la misma razón.

Si miramos la vida que vivimos, seguramente todos estaríamos dispuestos a afirmar que gozamos de una libertad amplísima en cuanto a nuestras elecciones y que el libre albedrio prácticamente no tiene límites. Pero, ¿Lo hemos puesto a prueba?

Ya sé que a nadie o casi nadie le da por ir repartiendo dinero por ahí, de hecho si alguno lo ha hecho enseguida ha sido tildado de loco. ¿Lo estaba? ¿Podemos aceptar que alguien vaya repartiendo dinero por la calle y que no esté loco? Yo creo que sí. Pero seguramente el consenso sería que está de remate y su familia se apresuraría a inhabilitarlo. He puesto este ejemplo pero hay infinitos. Ejemplos de conducta seguramente las más de las veces excéntricas, atrabiliarias, insólitas, pero ¿de locos?

En realidad desde que nacemos hasta que morimos estamos constreñidos de una manera tan sutil que ni nos damos cuenta. Bueno, sí, nos damos cuenta cuando aparece uno de esos seres inadaptados que pone en solfa esa “enorme libertad” de la que disponemos, la testea y la encuentra limitadísima e insuficiente. Eso le pasa a la principal protagonista de esta historia y que describe muy bien su madre, que decir que está harta de ella es decir poco.

Valeria Bruni está fantástica en ese papel de disparatada excéntrica, la variedad de matices que le da al personaje hace pensar si no tendrá la actriz un poco de ese papel. Brilla y emociona con naturalidad y sin histrionismos y eso que el papel daba para ello.

El contrapunto a esta “loca maravillosa” lo da Micaela Ramazzoti que ya es más una loca de andar por casa y que suele abundar más. La típica desquiciada al que el abandono, la traición y la falta de amor han llevado a un callejón sin salida que la sociedad suele resolver quitándote el único flotador que tiene y así ya te hundes del todo. Estupenda también su interpretación, pero como se diría en el mundo taurino a Valeria Bruni le salió el mejor toro.

La escena de la playa de Micaela Ramazzoti, conmovedora y muy emocionante.

Esta película se podía haber traducido tranquilamente “Cuando una loca fantasiosa encontró a una loca falta de cariño y a partir de ahí nació la esperanza para ambas”, es poco comercial pero daría una idea más acertada  que esta “Locas de alegría”, que ni como ironía sirve.

Hay un homenaje explicito a Thelma y Lousie, pero es sólo un homenaje. Thelma y Lousie tenían los pies sobre la tierra, perdón querían ponerlos pero no les dejaron. Mientras que al personaje de Valeria Bruni poner los pies en el suelo le parece de un aburrimiento insoportable. Lo que la da un plus de humanidad y generosidad que al personaje de Micaela Ramazzoti le viene de maravilla.

Una película cargada de significado. Estupenda.