domingo, 31 de mayo de 2020

“Terciopelo azul” de David Lynch (1986)


Terciopelo azul (1986) - Filmaffinity

Entre el confinamiento y que el otro día puse la BSO de la película, al final he terminado viendo no sé por qué enésima vez este film.
Obra maestra indiscutible del cine, la mejor película de Lynch y una de las maneras más acertadas de contar los miedos del ser humano cuando dejando la adolescencia entra en la edad adulta.
Todo en la historia es excelente, toda ella está cargada de creatividad, originalidad y la mano maestra de Lynch no se excede como en otros films y dirige a los actores como un virtuoso musical puede tocar su instrumento.
Yo aún me acuerdo de la primera vez que la vi. Había ido a verla con mi hermano y la hermana de mi mujer que se había  quedado cuidando a nuestra primera y entonces muy pequeña hija.
Me quedé tan impresionado por las imágenes que acababa de ver que me preguntaron si me pasaba algo.
Se me ha quedado grabado para siempre ese muerto que se queda en pie, en medio del salón, negándose a morir, el resto de personajes pululando a su alrededor, y yo preguntándome, ¿Qué le pasa?
Una banda llena de canciones inolvidables de un indudable sabor nostálgico que ayudan a los dos adolescentes horrorizados a despedirse de su inocencia en medio de adultos atormentados, delincuentes, corruptos.
¿Y ese camión de bomberos que saluda al público al empezar el film para después adentrarse a través de una oreja en el horror que espera al niño que todos fuimos?
Esa mujer desnuda, desvalida, ese rostro de la Rossellini… en fin, una maravilla absoluta de creatividad, emociones y originalidad.
Sólo con Muholland Drive (2001), David Lynch rozó un poco el nivele de excelencia de esta obra maestra del arte.

miércoles, 6 de mayo de 2020

“Diamantes en bruto” de Joshua y Benny Safdie

Diamantes en bruto - Aceprensa

Cuando vi las primeras imágenes del film, las expectativas que no eran grandes, aún se vieron más limitadas. Después la historia hizo un poco de psicodelia y por un viaje propio de la época de los “pinkfloyd” terminamos contemplando una colonoscopia. Ahí me enganché. Fue como una introducción tipo “quintasinfonia” y cuando se abrió el escenario, teníamos delante de nosotros el trepidante mundo occidental con prisas, ambiciones, fracasos, traiciones y vicios. La proyección cogió un ritmo que ya no soltó hasta el previsible final, tratándose de un par de hermanos muy próximos a los Cohen, pero ya absolutamente desbocados.
Y he de confesarlo, terminé agotado siguiendo las evoluciones del protagonista magníficamente interpretado por Adam Sandler. Un protagonista que como un palo en medio de la corriente de la vida, es arrastrado en un continuo aluvión de despropósitos. No hay un segundo de relax.
Adam Sandler compone un personaje entrañable y miserable a la vez, lleno de matices, que se convierte en el tifón que arrastra toda la película tras él.
Los hermanos Safdie se han apañado para hacer una película muy personal con un tema de siempre. La ambición desmesurada e irracional de un perdedor nato, que solo afloja al final. Un personaje despreciable y entrañable a la vez.
Fantástica película que no podía tener otro final que el que tiene. Otro final hubiera dejado la película en intrascendental. Con este final se convierte en una tragedia sobre alguien que ha perdido todas las posibles redenciones en pos de una vida lógica.
Un pero, el título desmerece totalmente el film. Mucha gente no se acercará a verla por ello. Llama a un film de tarde de sofá. Una pena, porque se perderán una película muy notable. En la senda del cine de los Cohen, Scorsese o Guy Ritchie.