viernes, 13 de enero de 2017

“Alps” de Giorgos Lanthimos (2011)



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El cine es estética, entretenimiento, interpretación, es básicamente un arte que nació del matrimonio entre la imagen y las tecnologías que antaño fueron nuevas. Que admite una banda sonora. En fin, es una arte complejo que admite todo tipo de aderezos. Y como no, ante esa admisión amplia de aderezos hay directores de cine que deciden poner los menos posibles. Utilizar el cine para escuetamente narrar una historia basándose en dos o tres de esos elementos es un riesgo y es una elección.
Una buena idea y una tesis no son suficientes para hacer una buena película. Aunque sea una idea original y la tesis ambiciosa.
Es verdad que durante los primeros minutos estás un poco sorprendido, en suspense, pues no sabes muy bien si es una peli de sicópatas, de sectas o un ir “vete tú a saber dónde va a parar esto”, cosa que en cine es muy de agradecer aunque ya vas sospechando que sea lo que sea es árido, duro de digerir y muy, muy comprometido con lo que sea. Vamos que hay una idea a la que todo queda supeditado, muy en plan militante. Y eso en arte……
Y la idea es buena. Un grupo de gente se une para ofrecer un servicio muy concreto a la gente que ha perdido un ser querido. El servicio consiste en sustituir a ese ser mientras se pasa el tiempo de duelo, haciéndolo más llevadero y aceptable. Ya puede uno imaginar lo que puede dar de sí el tema. Y da, lo que sucede es que la narración fría y plana, deslavazada, interpretada de una manera voluntariamente distante, como de actores aficionados, no te facilita en ningún momento el poder dejar de tener la sensación de que estás viendo un ejercicio de cinematografía de una facultad de Ciencias Visuales de vete tú a saber dónde.
Y luego está la tesis, muy interesante, de que en una estructura, basada en un objetivo ideológico, fuertemente jerarquizada, el poder a las primeras de cambio se convierte en supeditación, o sea que algo de secta sí que hay en el film. Pero si hubiera habido un poco más de dialogo, reflexión, ritmo narrativo esta tesis podía haber quedado más expuesta y por lo tanto el espectador hubiera estado más acompañado en el desarrollo de la narración, en el que muchos temas secundarios, relación padre-hija, entrenador-alumno quedan cogido con alfileres y el espectador sólo puede hacer conjeturas.
Nabokov escribía en tarjetas sus ideas para una narración y después en la elaboración conseguía un acabado perfecto. Esta película está hecha con escenas muchas veces inconexas en las que el posterior montaje no ha conseguido hilar y más parecen, si no fuera que se repiten los personajes, cuadros aislados que escenas de una película.
Fernando León de Aranoa grabo su extraordinaria película “Familia” en 1996. No digo más.

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