lunes, 4 de abril de 2016

Tenemos que hablar de David Serrano (2016)




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Una historia que aprovecha la crisis para arrancar y que parece que va a ser un paseo por nuestras desgracias económicas de los últimos años se convierte nada más coger velocidad de comedia ligera en una historia simpática muy bien interpretada por casi todos los actores. Sólo Ernesto Sevilla, que no ha nacido para actor secundario, da el cante. Su papel de banquero no se lo cree ni un marciano recién aterrizado que no tiene la menor noticia de que pueda ser trabajar de banquero o de actor. Está fingiendo, diría el marciano.
Los dos protagonistas, caras habituales de series de televisión salen muy airosos del trance y sobre todo él, en un papel que podía dar para excesos se mantiene en un equilibrio estupendo.
Uno se lamenta de que se haya desaprovechado la ocasión para meterle más acido a la historia y en vez de pasar de puntillas por el boom inmobiliario, la estafa de “Fórum Filatélico” y el latrocinio de “Las preferentes”, haber construido una película critica más centrada en las victimas, no olvidemos que ha habido suicidios y asesinatos, y los verdugos, no olvidemos que muchos se pasean tan tranquilos, como si no hubiesen roto un plato. Pero, claro, nadie está obligado a convertirse en adalid de nada y si lo que se quería hacer era una película cómica basándose en las desgracias de muchos compatriotas pues es muy libre de hacerlo. Al fin y al cabo ésta es la historia de un “pringao” que sufre por lo sucedido en esa época, que todavía no ha terminado de pasar, como si fuese un “mercancías” eterno que no tiene parada en la estación pero deja la ciudad impregnada de la peste de su cargamento, y que curiosamente pertenece al campo de los verdugos. Pobre empleado de banca.
Final feliz para un producto descafeinado que paradójicamente falla en aquello que debía ser más consistente, el guión. No porque sea mal guión, si no porque “con este pan se podían haber hecho mejores hostias”. Y si de paso se daban algunas, pues mejor.
No quería decirlo, pero lo tengo que decir. ¡Lo que hubieran hecho con el tema Rafael Azcona y Luis García Berlanga! Ya me estoy partiendo. De la risa y de la mala baba. Que no es para menos. En fin.
Los créditos del final, confesión de una derrota. Del humor fino y crítico ante al humor grueso y burdo.

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