lunes, 18 de abril de 2016

Julieta de Pedro Almodóvar (2016)




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No sabía si hacer una reseña de esta película o no porque me incomoda poner en solfa la calidad del cine de uno de los directores más personales que tenemos. Un director que marca la diferencia con el resto por su puesta en escena, sus temas, su intensidad dramática, en fin, es cine de autor.
Y en el cine de autor todo está al servicio del autor. No intenta contar cualquier historia, intenta contar una historia en la que de una forma u otra pone mucho de sí. Lo que tiene como resultado normalmente una obra artística constreñida; a fuerza de repetirse las intenciones, nada original; en la que los actores no están al servicio de su personaje si no de ese particular matiz del personaje que al director le obsesiona con lo que el actor termina resultando impostado y nada natural.
El encuentro de los protagonistas por primera vez en el vagón restaurante del tren, su diálogo, es una de esas típicas escenas de Almodóvar, artificiales y de cartón, que suelen ser marca de la casa y que a mí no me gustan nada. O la entrada en el departamento del tren de la protagonista y el dialogo que mantiene con el viajero que ya está instalado. Escenas que  a buen seguro a un estudiante de Ciencias Audiovisuales le valdrían un suspenso.
Después están esos colores puros, esos pliegues, esas canciones de Chávela Vargas, esas demostraciones un tanto pedantillas de un cuadro de Lucien Freud, una novela de Alice Monroe que se deja ver al abrir un cajón, el cameo de su hermano, la aparición de una de sus actrices fetiche, muerta Chus Lampreave pone a Rossy de Palma, y algunos fallos de guión, como ese suicidio que se produce de una manera harto improbable y poco creíble…
El cine de autor, o te gusta o no, y a mí no me gusta especialmente. Soportaba a Federico Fellini a duras penas cuando se ponía gamberro o existencial, a Ingmar Bergman por su estudio de los personajes, Carlos Saura me aburría y Luis Buñuel sólo si captaba su simbología no me hacía bostezar.
A veces pienso que si fuese extraño a nuestra cultura, o sea, si fuese ruso o francés, seguramente el cine de Almodóvar me parecería más interesante. Por lo exótico. Pero como soy de aquí pues lo personal de este director me suena a cantinela de abuela, tardes de domingo apedreando nidos y mujeres intensas y silenciosas, sufrientes y místicas.
Con todo y eso Emma Suarez consigue un milagro. Y es hacer un papel equilibrado, con un dominio de las emociones que afloran a su rostro que me ha gustado mucho. Se hará mayor y cinematográficamente hablando tiene mucho que decir.
Adriana Ugarte sin estar mal no se ha podido librar de ser una "chica almodovar".
En fin, otra película de Pedro Almodóvar. Irregular y nada cinematográfica, si lo cinematográfico es que te emocione, te haga olvidar que es una peli y que por una hora y pico te saque de este mundo duro y traidor. Y es que hay directores de cine artistas y directores de cine artesanos y dependiendo de si buscas arte o cine habrás de seguir a unos o a otros.
Generalmente las obras maestras del cine caen del lado de la artesanía, aunque sean las pelis de autor las que abren nuevos caminos, lo que por otro lado es una responsabilidad incuestionable del arte.

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