lunes, 27 de agosto de 2018

“Las correcciones” de Jonathan Franzen


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Maravillosa historia la que Franzen remata al final de manera absolutamente reivindicativa, justiciera y que si yo fuera mujer me pondría a babear de agradecimiento:
Es la historia de una familia tradicional norteamericana de EEUU, acaba de morir el marido, el patriarca de la familia, al que la matriarca de la familia ha amado por encima de todas las cosas, inconvenientes y desamores de todo tipo,  y que Franzen nos ha mostrado durante unos buenos centenares de páginas. Pues bien este autor pone en la mente de ella esto,

"Y sin embargo cuando estaba muerto, cuando le apoyó los labios en la frente y salió con Denise y Gary a la cálida noche de primavera, tuvo la sensación de que nada, ahora, podría matar su esperanza. Tenía setenta y cinco años e iba a introducir unos cuantos cambios en su vida".

Unas cuantas correcciones, a las que hace alusión el título, ligándolas con los vaivenes bursátiles de un país tan monetario como EEUU.
Yo conozco unas cuantas mujeres que habrían hecho suyas estas palabras, también hombres. Pero más mujeres. Franzen ha recogido esa necesidad de hacer correcciones continuamente. Mercados de sentimientos y emociones. Mercado absolutamente libre. Con un tribunal de la libre competencia que de tan grande que es no se ve. La propia desgracia no te deja ver el bosque.
En “Las correcciones”, Franzen se dispone a contarnos que una pareja de ancianos, él con Parkinson y ella como si lo tuviera, quieren pasar las que posiblemente sean sus últimas navidades, al menos con algo de conciencia, con sus hijos y nietos, y antes de hacerlo nos contará como ha sido la vida de esta familia, lo que aprovecha, por medio de su portentosa narrativa, para desplegar todo un abanico de lo que es el ser humano, al menos el ser humano WASP de los EEUU, con todas sus luces y sus sombras y hacer un montón de reflexiones y consideraciones alrededor de la libertad, la felicidad, los principios y demás caterva de valores que nos hace o nos deshace como humanos.
Esta no es una historia en la que se narran las vicisitudes de una familia desde los años cincuenta a los noventa, aproximadamente, en EEUU o al menos no una historia cualquiera, pues Franzen ha buceado y mirado en los rincones más recónditos y sabía lo que miraba y lo que buscaba. Lo ha sacado a la luz con una desternillante compasión aderezada de una resignación que da para escenas desopilantes, como la consulta de la matriarca con el doctor del crucero. Los lectores americanos deberían leer esta historia como unas “instrucciones al huso” a evitar según y cómo.
En música hay personas con oído absoluto que no oyen sonidos, oyen notas y después su talento les lleva al instrumento correspondiente y las reproducen como quien repite una conversación escuchada. Eso hace Jonathan Franzen. Su oído prodigioso le permite reproducir no conversaciones si no la pulsaciones internas que esas conversaciones delatan. Y el muestrario en esta novela es variado, amplio y a pesar de ello muy preciso.
Nada más empezar en la primera página:

“Dos horas vacías eran un criadero de infecciones” y “Resonaba por toda la casa un timbre de alarma que sólo Alfred y Enid eran capaces de oír directamente. Era el timbre de alarma de la ansiedad”
Bien es verdad que yo vengo de leer “Libertad” y vengo ya ojo avizor con la literatura tan creativa, sugerente, inteligente y bien escrita de Franzen.

Hay a pesar de la tragedia que late en estas vidas momentos a lo Tom Sharpe, implacables, sin consideración, ni compasión, queriendo hacer sangre, como la escena en el supermercado en el que el hijo Chip, uno de los protagonistas se mete un trozo de salmón en la entrepierna y se encuentra con la perfecta pareja de la que depende su vida. Una escena en la que no sabes si reir o llorar.
Desternillante a la vez que terriblemente gráfica la descripción de cómo un país rico, el FMI y el Banco Mundial le echan las garras a un país pobre… con la complicidad de los prohombres de ese país… a la vez que terriblemente realista…

ç“Sorprendió mucho a Chip la similitud que percibía, en términos generales, entre el mercado negro de Lituania y el mercado libre de los Estados Unidos…….”
“La principal diferencia entre Lituania y los Estados Unidos, en lo que Chip se le alcanzaba, era que en Norteamérica los pocos ricos sojuzgaban a los muchos no ricos por medio de diversiones y cachivaches y productos farmacéuticos capaces de embotar la mente y matar el alma, mientras que en Lituania los pocos ricos sojuzgaban a los muchos pobres mediante amenazas de violencia.”

Nótese la diferencia entre los muchos no ricos americanos y los muchos pobres de Lituania. Esa sibilina esperanza y prostituida ilusión que convierte a los pobres americanos en no ricos.
Jonathan Franzen es John Cheever que ha decidido englobar a más gente bajo su mirada, a una familia de familias que se han enriquecido con situaciones más variopintas e implicaciones emocionales más complejas, menos humanas y más increíblemente reales. Hay una vuelta de tuerca más hacia no se sabe donde en la sociedad norteamericana y Franzen ha metido el acelerador a fondo. El ciudadano WASP  no puede decir que no tenga novelas en las que mirarse.
Recomendable, de lectura casi obligatoria para aguzar un poco el ojo y ver más allá de lo que se nos muestra.

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