sábado, 23 de junio de 2018

“Loving Pablo” de Fernando León de Aranoa (2018)



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Fernando León de Aranoa es un director comprometido con  su tiempo que tiende a reflejar siempre problemáticas actuales y siempre con solvencia y con una lectura del asunto que trate sin dogmatismos ni maniqueísmos. Pero paradójicamente su mejor película, a mi parecer, fue aquella en que la problemática era individual y no social. “Familia” fue para mí un goce. Inesperada, emocionante, fresca, original.
Meterse en películas comprometidas obliga al arte a alinearse con el compromiso y la realidad, lo que lo convierte en servidor y no en rey. El Guernica de Picasso es un ejemplo.
En “Loving Pablo” hay muchas lecturas. La primera y principal: Lo corrompida que está la sociedad colombiana y por extensión la sociedad occidental. Seguida de un corolario: Cuando una sociedad es injusta y no hay igualdad de oportunidades, los miembros de la misma con capacidad y que se sienten frenados en sus aspiraciones, maltratados por dicha sociedad, salen por, crecen donde pueden.
Pablo Escobar, pues de su encuentro y relación con los poderes políticos de su país y con una célebre locutora televisiva trata el film, no dejó que una sociedad clasista le indicase cual era su lugar, humillándolo y maltratándolo, y se rebeló utilizando las drogas y su tráfico para medrar.
Que se pueda ver esta película y ver en ella como los políticos se corrompen y que todo siga igual, es el peligro de estar siempre denunciando. Acaba siendo una letanía. El ser consumista se adecua, se adopta la corrupción como un aspecto de la existencia y sigue para adelante.
¿Cuántas películas sobre la corrupción se han hecho? ¿Y de qué ha servido? ¿Qué ha pasado? ¿Para qué seguir haciéndolas?
No lo sé. Me imagino que Fernando León de Aranoa lo sabe.
Javier Bardem, el mejor actor español del momento con diferencia, de una capacidad transformadora increíble, borda el papel. Y no sólo porque camaleónicamente su cuerpo se haya adaptado a la imagen del narcotraficante si no porque sus gestos, su actitud, son reflejo de un enorme trabajo de adecuación del actor a su personaje y de un esfuerzo que ha tenido que ser agotador. Penélope Cruz sin llegar al nivel de Javier Bardem, sale muy airosa del trance, funcionando en un registro que a mí me ha sorprendido. Lástima que el doblaje flaquee en algunos momentos. Es una Sofía Loren con un punto de fragilidad que le queda muy bien.
Si los directores se aplican hay grandes papeles cinematográficos esperando a Penélope Cruz. Resumiendo, una respetable película hecha por uno de nuestros directores más comprometido con la problemática actual a todos los niveles y que ha encontrado una vena comercial para expresar ese compromiso que no sé si es beneficiosa o no para su trabajo creativo. Aún no lo sé. Habrá que esperar más películas. Volveré a ver “Familia”. Y ya lo hecho unas cuantas veces. Nunca como la primera por la sorpresa, pero el sabor persiste.

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