viernes, 11 de mayo de 2018

“Tres anuncios en las afueras de Ebbing, Missouri” de Martin McDonagh (2017)




 Resultado de imagen de fotos Tres anuncios en las afueras
Otra vez me voy a meter con esa costumbre de traducir los títulos de cualquier forma. El título original del film es “Three billboards outside Ebbing, Missouri”. Está bastante clara la intención de los padres de la criatura en localizar con precisión el lugar donde se producen los hechos, porque si les hubiera dado igual se hubiera titulado “Three billboards outside”. No es lo mismo “Tres anuncios en las afueras” que “Tres anuncios en las afueras de Muelas del Pan, Zamora”. La diferencia de resonancia, de carga emocional, etc., etc., está clara. Pues no. Ya que no pusieron “Tres anuncios” y a cascarla. En fin, la poca sensibilidad y la falta de respeto campa a sus anchas por cualquier campo, ya sea artístico o de patatas.
Y es una pena no tener en cuenta estos detalles que menoscaban una película magnífica. La interpretación de Frances Macdormand es la viga central sobre la que discurre todo el peso de la historia. El desarrollo de su personaje es un solo de interpretación, complejo, poliédrico, de los que dibujan un carácter para siempre.
Una historia sin ninguna originalidad, con un tratamiento de los personajes y los sucesos que la convierten en una gozada.
Guión, dirección, interpretación se armonizan para conseguir una película casi redonda. Digo casi, porque hay algún punto del guión que debería haberse elaborado más.
El duelo interpretativo entre Frances Macdormand, otra actriz que gana con la edad, y Sam Rockwell, es fantástico. Ver cómo a esa viga maestra se va adosando armónicamente la figura de ese poli inclasificable hasta formar un dúo que funciona a la perfección es una filigrana en la dirección y el guion, que hace que aunque el film cae en algunos excesos, se obvien por los momentos de disfrute que proporciona.
Un Woody Harrelson, anclado en su papel de siempre, es la solida base para que la madre reivindicativa y el hijo desnortado y falto de un verano nos deleiten durante dos horas.
No se escatima, no obstante, en medio del humor negro “muy de los Coen”, el dolor y el sufrimiento. Sin romanticismos, sin caer en lo melifluo, una historia de ausencias, venganzas, traiciones, equivocaciones y perdones narrada como si a pesar de todo, eso, estar al borde de la tragedia, es lo que nos anima a seguir. Son de esas pelícuals que dices: ¡Qué pena ya la he visto!

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