domingo, 21 de enero de 2018

“El cuento de la criada” de Margaret Atwood



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Esta novela de 1985 de una de las escritoras más internacionales de Canadá ha vuelto a la vida y a darle dividendos a su autora, Margaret Atwood, gracias a la televisión, todopoderoso Dios de nuestro tiempo que resucita igual que mata. Un invento del siglo XX de cuyo perjuicio aún no somos bastante conscientes. Andamos con lo de la energía nuclear y el ozono, mientras nuestros cerebros son atacados incansablemente. Como “Caballo de Troya”, este invento no tiene desperdicio. Me he puesto distópico para entra un poco en calor.
Tuve la suerte de entrar en contacto con Margaret Atwood a través de la que creo que es su primera novela, “La mujer comestible”. Me gustó mucho. Fresca, sentida, reivindicativa con desvergüenza, sin resquicios para la duda, directa, encantadora. Una historia perfecta.
Como es normal, después, me interese por alguna más de sus otras novelas. No fue lo mismo.
Con el tiempo se convirtió para mí en la escritora que parió “La mujer comestible”. Hace poco se la regalé a mi hija menor. En inglés. Para que la saboree mejor.
No había leído ni previsto leer “El cuento de la criada” pero el “rebombori”  del estreno de una serie basada en la novela me ha llevado a agenciármela. Y a leerla.
Esta distopía, bastante inverosímil, lo que no deja de ser normal, pues todas las que conozco lo son, al margen de su calidad literaria, debido a la materia que tiene entre manos, hablo de “1984” y “Un mundo feliz”, es muy poco distópica. Y además está, no mal construida, pero sí mal encajada en el tiempo y su final suena a apresuramiento y aburrimiento de la autora.
¿Por qué me parece poco distópica?
Me parece poco distópica en la medida en que es bastante realista. Pues de hecho hay ahora mismo países en el mundo en que las mujeres son utilizadas de esa manera o muy parecida. Así como mujeres que visten así, como describe la escritora, o aún más apresadas dentro de su ropaje.
Es decir, cogemos una mujer de una país árabe y la vestimos como si fuese una cuáquera o una amish y ya tenemos a la criada del cuento. Claro que si no queremos complicarnos mucho la vida, cogemos directamente a una mujer afgana, y listo. Y si no queremos viajar y salir de USA pues vamos a Utha y también nos vale.
¿Qué no sea distópica, invalida la novela?
No. La invalida el que sea narrado como algo utópico una historia que corre por el mundo. Algo así como poner a los americanos de USA en pateras camino de Cuba.
¿No sería mejor escribir sobre los cubanos que van en patera a Florida, es decir, mejor escribir de los harenes árabes o del sometimiento en el que viven las mujeres de las religiones mencionadas? Que hace unos días saltó la noticia de que por fin las mujeres de Arabia Saudita van a poder conducir. ¡Por Dios¡
Una distopía que se limita a poner el foco en la forma, en el lugar y no en el fondo, es un ejercicio vacuo y fácil, de imaginación dominguera, lo siento Sra. Atwood.
Aldous Huxley y George Orwell predijeron el futuro. Hoy hay “soma” por todas partes y de muy diferente composición y cada día está más claro quiénes son los “exilones” y los “alfas”. Y qué decir de “El Gran Hermano” Google…
Hay una cosa que Margaret Atwood hace muy bien con su historia en cuanto a la técnica narrativa. Leyéndola uno tiene una ligera idea de cómo una mujer se debe sentir con un burka. Las frases cortas, nada de digresión, puntillismo narrativo, y tú diciéndote, que gris escribe esta mujer… hasta que caes en la cuenta de que tras un burka la cosa no es muy diferente.
Pero no es suficiente. Y lo de ponerle la etiqueta de feminista o de todo lo contrario, sólo pone en evidencia lo necesitados que estamos de ellas.
Si ya has visto la historia de “El cuento de la criada”por televisión, ve y cómprate “La mujer comestible”. No necesita etiquetas. Se ve muy bien lo que es.
Ya sé que he hecho una reseña como si fuese una de esas mujeres de hoy en día que viven sumidas en un universo muy parecido al de la novela, pero creo que debía hacerlo. Muchas de ellas no tienen acceso a este tipo de libros.
Y ahora que escribo esta última frase caigo en la cuenta de que igual la Sra. Atwood no ha querido encajar la historia en otro momento, si no en este… algo así como, “te digo para que entiendas lo otro”… de manera sibilina. Podría ser.

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