domingo, 8 de febrero de 2015

Wallflower de Diana Krall, ¿también en la senda de las versiones?.



Wallflower (Amazon Deluxe Exclusive)

Uno de los problemas con los que se encuentran los artistas que han llegado a su cima creativa, en cualquier disciplina, es, no mantenerse, si no qué hacer a continuación.
Yo, que llevo disfrutando de la música desde los setenta, observé que por los ochenta empezó a suceder algo que después ya  se hizo normal. Un grupo o un músico debutaba con un producto absolutamente personal y elaborado, triunfaba a tutiplén…. y después qué.
Un ejemplo paradigmático de esto es Dire Straits, sus dos primeros discos, Dire Straits y Communiqué, los mejores, fueron propios de un grupo sólido, con las ideas claras y un Mark Knopfler en estado de gracia. Discos frescos, talentosos, originales.
Después…por aquí, por allá….se acabó lo que se daba.
Nada que ver con los primeros discos vacilantes, con fuerza pero sin cuajar de The Beatles, The Doors o The Rolling Stones que tienen que esperar a su cuarto o quinto disco para triunfar y tener un estilo personal y diferenciado.
Hasta hoy, en que abundan los artistas de un solo disco, a veces ni bueno, que salen al escenario y brillan como una cerilla.
Y es que en las casas de discos, los de mercadotecnia han aprendido mucho y lo emplean mal y los productores musicales ponen en el disco tanto o más que el autor.
Así que no es raro que continuamente se vuelva la vista a lo que fue. Y reunidos en conclave se decida hacer un disco de versiones. Ya se sabe, si no hay veta hacia delante, mejor volver para atrás.
Las versiones tienen un problema: Si haces versiones de éxitos, lo tienes complicado para superar el original o para darle un nuevo aire y para hacerlas de temas del montón, pues igual mejor te pones a crear tú.
Diana Krall, poderosa y magnífica voz del jazz, desde su primer disco deslumbró. La calidez de su voz, la intensidad de sus interpretaciones y digámoslo todo, el maravillosos universo musical que ofrece el jazz en el que se mueve con maestría la han convertido en la reina indiscutible del mismo.
Está en la cima. ¿Y ahora qué? No quiere repetirse y hacer otro magnífico disco de jazz. Y es entendible. El artista necesita retos, hacer cosas nuevas.  Y se plantea este disco y lo hace.
Se ha cruzado en el camino con Bob Dylan que venía. Ella ha hecho el camino contrario al de él, ella ha ido del jazz al mundo del rock y las baladas. Pero les diferencia una cosa, mientras Dylan ha olvidado su estilo y se ha plagado y sumergido en las canciones, Krall ha hecho suyas las canciones, y el resultado ha sido medio pasable cuando la canción se acercaba a su estilo. Así, resulta  aceptable  “Sorry seems to be the hardest word” de Elton John,  parece que incluso se enchufa en la versión de la canción de 10CC, “I’m not in love”, y sólo los arreglos hacen intensa la canción, al final.
Hay otras versiones que sólo consiguen echar de menos el original y otras que son, de la misma manera que el original, grises. Aunque la voz de Diana Krall siga hipnotizando.
Nadie que haya escuchado “Desperado”, interpretada por The Eagles, o “California Dreamin’” de The Mamas &  The Papas, o la estupenda “Alone again naturally” cantada por Gilbert O’Sullivan entenderá la razón de estas versiones. Artísticamente hablando, claro.
Porque las versiones también son un reto y no una manera segura y cómoda de hacer algo mientras vemos hacia dónde vamos. Ahora mismo me vienen a la mente tres versiones magníficas de tres canciones brillantes. La que hace Neil  Young de “All Allong The Watchtower” de Bob Dylan, la de Johnny Winter de “Highway 61 revisited” también de Bob Dylan o la versión sobrecogedora del “Hallelujah” de Leonard Cohen que hace el tempranamente desaparecido a los 31 años Jeff Buckley  y que si no te conmueve es porque no tienes emociones.
Si alguien quiere disfrutar de Diana Krall que vaya sus primeros discos, llenos de swing y jazz, cálidos y algunos ardientes, imperecederos. Y más baratos.
Y cuando se trate de versiones no quedarse en ellas, ir al origen. Más de uno, en estos tiempos en que la música se vende como si de embutidos o chucherías se tratase, se llevará agradables sorpresas.

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