Un melodrama con tintes
románticos sirve a François Ozon para elaborar una película estupendamente
ambientada en los meses siguientes del final de la Primera Guerra Mundial en un
pueblecito alemán. Entre la pesadumbre, la tristeza y la frustración por la derrota,
la peli en blanco y negro, unos personajes se dejan arrastrar por el paso de
los días, hasta que un misterioso francés aparece en el pueblo, a visitar la
tumba de un joven soldado alemán caído en la contienda y François Ozon comienza
a jugar con el espectador. Dando pistas, adelantando apariencias, mostrando
indicios y elaborando un guión denso, con certezas, que ni siquiera al final se
transforman en realidades. Típico del director, al que le gusta dejar siempre
una puerta abierta a la incertidumbre.
¿Pasa lo que nos dice que pasa?
¿O lo que hemos sospechado? ¿O ninguna de las dos cosas? Ninguno de los
personajes de la historia sabe todo lo que está sucediendo, pero ¿Y nosotros?
Mucho me temo que si atendemos al
final del film, tampoco.
Frantz es una historia sobre la
necesidad de acomodar la vida propia a la realidad de los demás, para tener al
menos una coartada de que no estamos soñando. Para hacernos perdonar algo que a
veces no sabemos si de verdad es perdonable, pero que necesita de la mirada de
los otros para su tangibilidad.
Ozon hace malabarismos con varias
líneas narrativas, tejiendo un fresco que pasa por el amor familiar, el amor
romántico, la amistad, el sentimiento de culpa, la necesidad de creer para
sobrevivir y la de engañarse contra viento y marea aderezado con la mentira, el
egoísmo y los sueños. En fin, un tapiz lo suficientemente resistente para
soportar los embates de la vida que es como un tren que quizás no coge nunca
velocidades supersónicas pero que nunca para.
Un acierto narrativo y visual
completo. El cine como arte.
Los actores absolutamente
plegados a los deseos del director no podían haberlo hecho mejor si hubiesen
sido personajes de tinta y papel. Acierto del director que lo tiene clarísimo y
de los actores que se escriben sin exuberancias y sin manchurrones.
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