Se ve claramente cuál es la intención de la película y
quizás sea por eso que se ve todavía con más nitidez el fracaso de la misma.
Los primeros planos que, cargados de solemnidad e intensidad, presagian unos diálogos
inteligentes, sugerentes, ocurrentes, reveladores terminan siendo el embalaje
brillante de... nada. Todo lo que se dice en la película es manido, tópico, mil
veces escuchado y el plan del que se dice que podría ocasionar una catástrofe a
nivel mundial tiene menos solidez que un plan de Mortadelo Y Filemón. De hecho
Mortadelo y Filemón pululando por la cinta no hubieran quedado mal, hubieran
contribuido a convertir la peli en una parodia, con lo que yo creo que hubiera
salido mejor parada. Mejor un film de humor casposo que una reflexión de andar
por casa de los tejemanejes del poder financiero.
Esta reunión de hombres- todopoderosos, nada menos que el
G8, en una villa lujosa al borde del mar acompañados de un músico, lo de
paseando por el lado salvaje de la vida no tiene precio, una escritora y un
monje, se dice que para hacer más cercano el FMI a la población, de risa,
hubiera necesitado de un texto poderoso, con contenido, con reflexión, con
sustancia, dicho por unos personajes creíbles y bien construidos y no por unas
caricaturas que más bien parecen a punto de explotar en una comedia de enredo
que sobrevivir en un drama sobre el enfrentamiento entre el poder económico y
su verdadera capacidad para gobernar el mundo.
Ver al monje discurrir por la película sólo tiene el
atractivo de ver a Toni Servillo, magnífico en la creación del personaje, en su
papel de monje despojado de toda ambición terrenal y de montarse uno su propia historia
pensando que este monje se ha equivocado de cinta y anda por el hotel,
pensativo y ensimismado, pensando donde estará su verdadera película. Porque
hay dos , la que vemos, un despropósito de guión, construcción de personajes y
texto, y la que Servillo tenía pensado interpretar y que pese a todo lleva a
cabo, aunque no casa para nada con lo que sucede a su alrededor. Un pingüino no
hubiera estado más fuera de lugar. Tanto es así que termina haciendo un
“pequeño saltamontes” al final de la película.
Luego hay momentos “álgidos” del film en los que no sabes si
el director te está tomando el pelo o es que no hay para más. Porque viendo uno
al director del FMI, personaje, no deja de acordarse de Rodrigo Rato, corrupto tenaz,
de Dominique Gaston André Strauss-Kahn, perseguidor de mujeres de la limpieza
en hoteles de lujo o al actual Christine Lagarde, tan puesta
ella y tan amigas de sus amigos, y claro no sabes de donde ha salido este
colega cinematográfico de estos elementos tan reales y terrenales, si se
pretende hacer una caricatura, si es una parodia o pretende con la hagiografía
iniciar un lavado del cargo y hay detrás una fuerte financiación del citado
organismo. Está lo de los pájaros, lo del perro, lo del baño onírico, esotérico
del monje, el ojo de la cerradura, la fórmula mágica. En fin, un thriller,
dicen. En todo caso un thriller ridículo.
En fin una película para olvidar que al ser
clasificada como thriller se ha hecho lo mismo que cuando ante algo de difícil
catalogación terminas diciendo que es una “cosa”. Pues eso que esta película es
una cosa cinematográfica de la que me gustaría saber qué opinión tiene Toni
Servillo.
¿Y las dos escenas entre el monje y el perro?
Hablan de un agotamiento imaginativo y una derrota de guion y dirección
alarmante.
O todo ha sido culpa del montador, porque la
intención era buena.
¡Ah, sí! Se me olvidaba, que la historia va
de las dudas del poder financiero entre lo que hace y lo que debería hacer,
moral en ristre. Algo increíble “per se” que esta proyección no contribuye a
hacer verosímil ni nada por el estilo.
Una película ridículamente pretenciosa.
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