Ya de entrada poco o nada verosímil eso de que te encuentres
a alguien desconocido y te pongas a darle la brasa sin saber quién es y a lo
que se dedica y cuáles son sus intenciones, sólo atraído por el hecho de que es
norteamericano, o al menos lo parece, y está en Pakistán y tú, el narrador eres
pakistaní y has estado viviendo el sueño americano. No parecen razones de peso.
Y luego ese monólogo que despierta ecos de “Conversaciones
en La Catedral” de Mario Vargas-Llosa, donde diferentes voces van desgranando
una historia que habla sobre Perú, como aquí es una historia que habla de las
aventuras de un pakistaní en EEUU. Esa voz que lo acapara todo, esa audiencia
que escucha y cuando acomete una declaración también el narrador lo introduce
en su perorata.
Aún con estos dos peros, poca verosimilitud y originalidad
nula, todavía la historia podía dar para mucho, pues estando en la época en que
estamos, en la que el terrorismo islamista está sacudiendo las normas de
convivencia de este colectivo en Occidente con bastantes probabilidades de que
empeore, en esta época en que los
musulmanes que viven en occidente ven como se valoran las muertes según su
procedencia, como se monta una escandalera por ocho europeos muertos y a penas
son noticia un centenar de muertos en Irak, en esta época en que querer tener
una vida tranquila, prospera y feliz en Occidente para un musulmán es debatirte
entre los legítimos deseos de vivir cómodamente y la sensación de que estás abandonando a tus
compatriotas cuando no que estás colaborando con los países que explotan a tu
pueblo, había mucho que poner en cuestión y muchas opciones para mostrar.
Pues el autor hace lo más manido, convierte al narrador en
un triunfador en occidente al que un viaje a México despierta la conciencia por
boca de un empresario mejicano, lo que le lleva a abandonar su vida en Nueva
York y regresar a su país, no sin antes haberse enamorado de una americana
preciosa que tiene un trauma al ser viuda de un soldado muerto en combate y que
a pesar de aceptarlo aunque sea pakistaní no lo puede aceptar porque no se ha sobrepuesto a la pérdida de su marido y
no lo hará. Termina suicidándose o eso parece porque su cadáver no aparece. Una
historia de amor que le endosa el narrador al forzado oyente de pe a pa, lo que
desvirtúa un poco lo que se supone que es la intención del libro, mostrar a un
fundamentalista reticente y sus problemas de conciencia.
Por no hablar de que me parecería más indicado hablar de lo que más abunda, los musulmanes
explotados, a los que no se deja integrar, incluso tras unas cuantas
generaciones pero que ni sienten que traicionan a nadie ni por supuesto piensan
regresar al país del que huyeron para volver a la miseria. Un planteamiento más
acorde con lo que pasa realmente y no
esta visión burguesa en la que el narrador ni tan siquiera se permite una
mínima crítica al integrismo musulmán.
Eso sí, críticas a Occidente hay un montón. El autor por supuesto vive a
caballo entre Occidente y Oriente.
Lo que más he echado en falta y que esperaba ver al leer
esta novela, es que fuese el contrapunto a esos escritores tan fantásticos que
dado la cultura judía, Allen, Bellow, Roth, Auslander. Pero no. Se ve que la
irreverencia, la burla, la ironía, poner en entre dicho una cultura tan
represora y castrante como es la árabe, creo que más que la judía, no entra
dentro de las intenciones de Mohsin Hamid. Se limita a narrar lo sabido: Choque
de culturas, remordimientos de conciencia y una fallida historia de amor.
Ingredientes que son lo que son, aunque se presenten en un escenario tan
“fashion” como fueron los atentados del 11S.
Del montón.
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