miércoles, 15 de marzo de 2017

“Yo misma, supongo” de Natalia Carrero




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Decía Vicente Aleixandre, y  me imagino que alguna persona más, que los poetas son como árboles que arraigan en la humanidad y que los frutos y las hojas son los poemas.
En esta línea Natalia Carrero es una poeta, profundamente arraigada entre la humanidad y más en concreto en esa parte de la humanidad que hasta hace unos lustros era un erial, lleno de pedruscos, sin agua y con un sol muy mediatizado. Pero ha empezado a llover libertad y se han empezado a desperezar toda una flora. Ha empezado a llover libertad o es que ha habido plantas que contra viento y marea, el “hell or high water” de una película americana ahora en cartelera, se esforzaron en medrar y producir un ecosistema que atrajese la lluvia tan esperada que permitiese ver por encima del sexo tan prometedor y luego…. y la maternidad tan inevitable y luego….
La mujer del siglo XXI ha desembocado en aquello que ha perseguido durante tanto tiempo. Y Natalia Carrero, en particular, ha desembarcado con todo. No escatima nada. Con una prosa coloquial, nada elaborada, directa pone en página aquello que Silvia Plath puso en el horno.
Ahora sigue habiendo maltrato de género, sigue habiendo discriminación pero el boquete que hay abierto hacia la libertad ya es irreversible. Con todos sus peros la mujer está a la altura del hombre en todo. Y uno de esos peros es que por naturaleza la procreación en su fase más duradera está en manos de ella. Eso lo condiciona todo. Vaticino que en el futuro eso dejará de ser una pega pues habrá úteros artificiales en los que tu podrás depositar un ovulo y un espermatozoide y al cabo de nueve meses, puede que menos, la ciencia avanza que da gusto, podrás recoger tu bebé y ponerlo en manos de una guardería. Más o menos.
Pero mientras eso pasa la mujer vive una época azarosa en que se le junta todo y no parece que eso sea una preocupación pública ni de Estado y casi diría que ni de la otra parte afectada, la masculina, que parece que con solidarizarse está todo hecho.
A Valentina Cruz, no voy a escribir aquello del “alter ego”, personaje protagonista de la novela le ha pasado todo. No tiene más que una certeza, su amor por la literatura, que es su cruz y su tabla de salvación. Desde prostituirse para tener dinero hasta formar parte de un matrimonio que no está mal pero que no sacia sus necesidades, que es lo peor que le puede pasar a una pareja, estar un si es no es que desgasta, y mucho. Eso sin contar con la prole que esclaviza sin posible salida. Con lo que se entiende verdaderamente el título de la novela. ¿Quién soy yo? ¿Para qué he venido al mundo?
Como no podía ser de otra manera, esta novela, que no es poesía pero es tan lírica como un poema y que habla de la soledad y  de la incomprensión, no tenía por qué tener una edición habitual.
Así que a una editorial que podíamos llamar de proximidad con un nombre original y gráfico (:Rata_), se le añaden durante las páginas de la novela, dibujos, letras manuscritas, a veces ininteligibles, esquemas, lista de cosas porque sí, todo muy en la línea de “mi vida es un desconsuelo así que no sé por qué debo ceñirme a nada”, la portada y la contraportada intercambiadas, para mostrar el universo de Valentina Cruz, pura insatisfacción. Natalia Carrero lo ha expresado muy bien.
Literatura arriesgada, de vanguardia y española. No hay nada nuevo en su novela pero ella lo ha puesto todo junto. Y creo que ha merecido la pena. Entretiene, empatiza y marca un camino.
Bienvenida, a ver si las mujeres escritoras le echan una mano a Enrique Vila-Matas que se bate en soledad contra los somormujos de “lo que siempre se ha hecho”.

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