Decía Vicente Aleixandre, y
me imagino que alguna persona más, que los poetas son como árboles que
arraigan en la humanidad y que los frutos y las hojas son los poemas.
En esta línea Natalia Carrero es una poeta, profundamente
arraigada entre la humanidad y más en concreto en esa parte de la humanidad que
hasta hace unos lustros era un erial, lleno de pedruscos, sin agua y con un sol
muy mediatizado. Pero ha empezado a llover libertad y se han empezado a
desperezar toda una flora. Ha empezado a llover libertad o es que ha habido
plantas que contra viento y marea, el “hell or high water” de una película
americana ahora en cartelera, se esforzaron en medrar y producir un ecosistema
que atrajese la lluvia tan esperada que permitiese ver por encima del sexo tan
prometedor y luego…. y la maternidad tan inevitable y luego….
La mujer del siglo XXI ha desembocado en aquello que ha
perseguido durante tanto tiempo. Y Natalia Carrero, en particular, ha
desembarcado con todo. No escatima nada. Con una prosa coloquial, nada
elaborada, directa pone en página aquello que Silvia Plath puso en el horno.
Ahora sigue habiendo maltrato de género, sigue habiendo
discriminación pero el boquete que hay abierto hacia la libertad ya es
irreversible. Con todos sus peros la mujer está a la altura del hombre en todo.
Y uno de esos peros es que por naturaleza la procreación en su fase más
duradera está en manos de ella. Eso lo condiciona todo. Vaticino que en el
futuro eso dejará de ser una pega pues habrá úteros artificiales en los que tu
podrás depositar un ovulo y un espermatozoide y al cabo de nueve meses, puede
que menos, la ciencia avanza que da gusto, podrás recoger tu bebé y ponerlo en
manos de una guardería. Más o menos.
Pero mientras eso pasa la mujer vive una época azarosa en
que se le junta todo y no parece que eso sea una preocupación pública ni de
Estado y casi diría que ni de la otra parte afectada, la masculina, que parece
que con solidarizarse está todo hecho.
A Valentina Cruz, no voy a escribir aquello del “alter ego”,
personaje protagonista de la novela le ha pasado todo. No tiene más que una
certeza, su amor por la literatura, que es su cruz y su tabla de salvación.
Desde prostituirse para tener dinero hasta formar parte de un matrimonio que no
está mal pero que no sacia sus necesidades, que es lo peor que le puede pasar a
una pareja, estar un si es no es que desgasta, y mucho. Eso sin contar con la
prole que esclaviza sin posible salida. Con lo que se entiende verdaderamente
el título de la novela. ¿Quién soy yo? ¿Para qué he venido al mundo?
Como no podía ser de otra manera, esta novela, que no es
poesía pero es tan lírica como un poema y que habla de la soledad y de la incomprensión, no tenía por qué tener
una edición habitual.
Así que a una editorial que podíamos llamar de proximidad con
un nombre original y gráfico (:Rata_), se le añaden durante las páginas de la
novela, dibujos, letras manuscritas, a veces ininteligibles, esquemas, lista de
cosas porque sí, todo muy en la línea de “mi vida es un desconsuelo así que no
sé por qué debo ceñirme a nada”, la portada y la contraportada intercambiadas,
para mostrar el universo de Valentina Cruz, pura insatisfacción. Natalia Carrero
lo ha expresado muy bien.
Literatura arriesgada, de vanguardia y española. No hay nada
nuevo en su novela pero ella lo ha puesto todo junto. Y creo que ha merecido la
pena. Entretiene, empatiza y marca un camino.
Bienvenida, a ver si las mujeres escritoras le echan una
mano a Enrique Vila-Matas que se bate en soledad contra los somormujos de “lo
que siempre se ha hecho”.
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