En un barrio de clase media americana donde
todos saben cosas de todos y para aumentar ese conocimiento no dejan de
emplearse cada día, sucede que hay una familia un tanto peculiar en la que las
cinco hijas del típico matrimonio burgués católico, compuesto por marido,
profesor de matemáticas, y una madre, ama de casa, empiezan a morir por
suicidio. Lo que no deja de levantar cierta curiosidad alimentada por las
peculiaridades y excentricidades de las cinco chicas “Lisbon”.
Cuenta la historia, años después, el
representante de un curioso grupo de amigos de la misma edad de las chicas que
por aquella época, a la estupefacción por lo que pasaba le tenían que añadir
los entresijos existenciales propios de la pubertad y la adolescencia.
Surge así una narración que se mueve entre la
tragedia que supone que cinco niñas se suiciden metódicamente y el esperpento
vecinal que supone la convivencia en un barrio con sus dimes y diretes, más las
leyendas propias de sus calles. Unos dimes y diretes que el narrador que parece
retrotraerse desde una vida adocenada y rendida, y tras un concienzudo y
documentado trabajo de investigación y entrevistas a los diferentes
protagonistas del momento, con documentos varios, cotillea sin compasión
dispersándose en relatos de barrio, alejándose una y otra vez de la historia
central que son las hermanas suicidas.
Todo este material lo maneja Eugenides con
una prosa ocurrente, plena de ironía, un si es no es cínica que viene atemperada por el paso de los años. Cierto
sabor a realismo mágico, esas moscas que cubren el cielo, esos olmos que van
siendo serrados al estar enfermos del gusano holandés, no es más que una
campana lejana que le permite escaparse del maestro Cheever que a buen seguro con una historia de este tipo
hubiese acabado por crucificar a los padres
y al resto del los vecinos que no hicieron nada. Es lo que tiene el
realismo mágico. Que a la moralidad la deja en el desván.
Al final quedan cinco maletas llenas de los
documentos-recuerdos de las vírgenes suicidas que como cometas radiantes,
predestinadas, alumbraron brevemente las vidas anodinas y humildes de unos
vecinos que no pudieron retener ni tan siquiera una modesta explicación del
porqué de lo sucedido.
Eugenides parece decirnos que tan raro como
esta historia es la vida, siempre, desde la adolescencia de los protagonistas
de esta historia, pasando por padres y madres de ellos, hasta llegar a los
ancianos caóticos y maniáticos que por el barrio circulan.
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