El fundador de John Lee Hancock (2017)
No voy ahora a poner ahora en solfa la
calidad interpretativa de Michael Keaton, ni a dejar de admirarme otra vez por
esa cantera de actores secundarios tan formidables que tiene el cine americano.
Unos actores secundarios que en más de una película se han tragado al prota. Ni
voy a dudar del acertado trabajo de caracterización de la época que en el film
se habrá llevado a cabo, ni por supuesto voy a criticar la banda sonora que
puede que rodee a la historia, y si no la hay, oportunidad perdida.
Estoy casi seguro, como no la veré no lo
puedo asegurar al ciento por ciento, de que el trabajo de ambientación ha sido
modélico, sobre todo porque detrás habrá estado el dinero de la multinacional
manando y dirigiendo y que letreros y motivos comerciales lucirán por doquier.
Pero no voy a ir a verla porque ya me harté
de ver historias del “self-made man” americano, que desde la pobreza y con el
tesón propio de los héroes predestinados en ese país de oportunidades de la
nada crea un imperio, de los trabajos que tuvo que hacer para convencer a dos
hermanos laboriosos pero cortitos de que era oro lo que tenían entre manos, de
cómo tuvo dudas, de cómo se resintió su vida personal y de cómo el éxito lo
cambió todo, para al final hacer la reflexión, implícita o explícita, de que
hay sufrimiento en el camino pero que si se trabaja se triunfa, aunque el
triunfo no sea garantía de nada, no sé si llega hasta ahí.
Quizás al final salgan esas letritas negras
explicando que ahora la multinacional mueve no sé cuantas franquicias, ingresa
no sé cuantos millones y ha creado no sé cuántas becas.
No iré a verla porque no habrá críticas a esa
forma de comer que no sé si creó pero que ha hecho suya y que consiste
básicamente en no mirar lo que comes y satisfacer a tus hijos que se llevan el
muñequito de turno para casa. Esos lugares inhóspitos, fríos, ruidosos y
funcionales donde hasta a los camareros se convierten, por mimetismo, en
camareros de piedra y cartón que siempre sonríen, donde nunca comes lo que
quieres si no lo que te cobran, que eso es lo importante. No habrá críticas a
la poca sostenibilidad del planeta que esa forma de producir provoca, por no
hablar de la calidad de los productos primarios que hacen servir para sus
manjares.
En fin, que no iré a ver una película que
sólo ensalza el camino hacia la riqueza y el poder sin cuestionar en este caso
el material del que está construido ese camino, que seguro es de sueños pero de
sueños sobrantes.
Yo, las hamburguesas, de casa o de carnicería
de confianza, que nunca sabes lo que hay dentro.
Solamente he entrado una vez en mi vida,
forzado por mi paternidad. Desde fuera se ve lo suficiente.
Y ahora hacer una película. Si es que……..
Películas como están mantienen vivo el sueño americano, que como
bien saben muchos americanos es una fucking farsa.
Igual me equivoco, pero en ello llevo mi castigo.
Y es que los que tenemos cierta edad ya no estamos para hostias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario