No soy un admirador del cine de Kaurismäki
pero veo todas sus películas con mucho respeto por dos razones: Ha conseguido
un lenguaje propio y sus historias siempre respiran una profunda compasión por
los seres humanos desfavorecidos, marginados y un tanto al margen casi siempre
de esta insaciable sociedad que no da nada sin alienarnos cada vez un poco más.
Pero yo voy al cine a emocionarme, a
empatizar con los personajes de la historia o a admirarme por sus vicisitudes y
con la forma de narrar de Kaurismäki me siento como si estuviera bailando con
una mujer que me estuviera pisando continuamente y a la que no soy capaz de
seguir el ritmo.
Porque ritmo narrativo no hay en el director
finlandés. Pone escenas con intenciones un tanto infantiles en un momento dado,
en otro hace un homenaje al cine de Tati, en otro se vuelve irónico, en otro
nos muestra algo más propio del cine barato de la Mafia, en otro se pone
trascendental y trágico y nos muestra como se rompe un matrimonio de la manera
más cruda y así no hay manera de conectar con la historia que en este caso
trata de las aventuras y desventuras de los refugiados de ahora (Siria e Irak)
por Europa, y más en concreto en Finlandia.
Con unos personajes que parecen de cartón
piedra, o robots, más próximos a las mascaras del teatro griego o japonés, más
cerca del símbolo que de la persona, igual buscado conscientemente pues no en
vano forman parte de este planteamiento cinematográfico unos planos largos, sin
casi dialogo y unos actores a los que más de una vez les tiene que haber dicho
Kaurismäki
- Al que interprete, lo despido.
Pues tenemos una película, otra, con muy
buena intención social, muy original pero de escaso valor artístico.
No entiendo a que vienen tantos premios.
Kaurismäki es
en el cine como en la canción esos cantautores muy reivindicativos, con
letras muy peleonas y voz muy personal pero que de música nada de nada.
De todas formas iré a ver la próxima que haga. Llámenme
masoquista si así lo desean.
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