“Un italiano
en Noruega” de Gennaro Nunziante
Lo siguiente, ¿Qué será?, ¿Un aborigen australiano en
Laponia que viene a estudiar las focas y los iglúes? ¿O un mongol que es
enviado en comisión de servicio al Sahara?
Cualquier cosa, porque el planeta está lleno de contrastes
(suerte tenemos de que no haya extraterrestres), que confronte las diferentes
maneras de ver la vida y sus consecuencias. Con finalidad humorística. Claro
está, nada de contrastar con el fin de mezclar. Es paradójico que cuando la
diferencia está causando tantos muertos, sea el punto humorístico sobre el tema
el que triunfa. ¿O no?
Después de haber visto los sucesivos y caseros apellidos dentro de nuestro país, con serie
de televisión añadida (Arriba y abajo, ¡Qué originales!), a los carteros
franceses que del norte bajan al sur y viceversa, después de ver a los italianos
de Sicilia, o por ahí, subir a ver a los de la Liga Norte, ahora nos llega un
italiano que se va a Noruega. ¿De verdad? Pues sí. Tal cual. Alguien ha pensado
que sería buena idea volver a invertir en algo que yo creo que empieza a
aburrir un poco.
Con lo interesante que sería contar la vida de un inglés de
primera generación, descendiente de sirios, o libios. Igual nos reíamos menos.
No iré a ver esta película por la misma razón que a partir
del capítulo 33 de cualquier serie, ya la dejo por aburrida. Ya estoy viendo
las gracietas sobre el clima, sobre la frialdad de los noruegos, sobre la
comida que no tiene pasta, ¡Mamma mía!, sobre las pizzas, sobre el pescado
noruego, sobre el alcohol y sobre el café imbebible, sin olvidarnos de la
atracción que este italiano sentirá por alguna diosa noruega desinhibida que él
ni siquiera se imagina que podrá presentar a su mamma que todavía lleva el
sempiterno pañuelo negro a la cabeza.
En fin, que no iré. De ninguna de las maneras. No insistáis.
¡Ah, igual hay algún gag sobre las saunas! ¿Qué las saunas
son cosa finlandesa? ¡Qué más da, si se trata de reírse! El que le vea la gracia,
claro. En fin, paso.
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