Sabemos que con dinero se
puede hacer de todo, así que las aventuras de esta buena mujer no tienen nada
de sorprendente. Y menos en los USA, donde han llegado a ser presidentes del
país Ronald Reagan, un actor de carácter, que es lo que se dice de un mal actor
que toda su vida hace el mismo papel, o sea ninguno, hace de él y ya está;
George Busch Jr., el hijo tonto y mentiroso de otro presidente o Arnold Schwarzenegger,
otro actor de carácter, que llegó a gobernador de un estado, California, unas
cuantas veces más grande que España, o sin ir más lejos, ahora mismo, Donald
Trump, que con su dinero ha saltado por encima de todos los demás candidatos
del parecido republicano. Que Donald Trump viene a ser una Florence de la
política. El problema es que en política puede dar el pego. Porque gallos ha
hecho unos cuantos y desafinar…… bueno creo que el problema que tiene es que
nunca está afinado. Claro que su rival, la esposa de otro presidente…… ¡Dios
mío y es el país más poderoso del mundo! ¿A qué vamos al cine?
Vuelvo a la película.
Si por un lado las aventuras de Florence no
deben sorprender, lo que si sucede es que conmueve ver como la pasión por algo
y la mediocridad, se convierten en un cóctel difícilmente resistible. Por eso
los otros dos protagonistas acaban abducidos por la fantasía de esta enamorada
de la música a la que la naturaleza no premió con aptitudes pero si con una
indomable actitud y una fortuna heredada de su primer marido.
Porque está es la historia de una mediocridad
que no se rindió y que llevó hasta el final su ilusión. Bien por ella. Y bien
por el director y el guionista que elaboran un producto entretenido y humano.
Pero regular en cuanto al casting y la interpretación de los tres actores que
llevan el peso de la historia.
No está bien Meryl Streep en esta película,
era un papel complicado, pues ya el personaje real da para histrionismos, donde
había que moverse en el filo de la navaja para no caer en el exceso, y en bastantes
momentos cae en el esperpento. El personaje, como digo, ya lo era, pero hasta
los espantapájaros tienen su naturalidad. Después Hugh Grant no ayuda gran cosa,
ya que es un actor muy limitado, con un espectro interpretativo que cabe en dos
películas y dos personajes y teniendo en cuenta que ha hecho unas cuantas
películas pues sáquese la cuenta. No añade nada. Y había mucho en su personaje,
hombre fracasado, aventurero insustancial que conoce a un mirlo blanco del que
termina prendado ante su ingenuidad y su ilusión de ser una gran cantante de
ópera. Pues le cuesta transmitir algo de eso. Y luego está el pianista que
interpreta Simon Helberg, el judío enmadrado de Big Bang Theory, primo de
Portnoy, que hace un papel tan estupendo en la serie que para su futuro como actor
se ha convertido en una losa. Uno de esos papeles que te dan la seguridad
económica y te hunden profesionalmente. Me acordé de la serie varias veces.
La película se puede ver y si se enfoca como
consejo para todos esos mediocres que hemos por el mundo, Nunca ha que
rendirse, tiene su utilidad.
Si algo te apasiona, no pienses en el
resultado, y dedícate a ello. Qué saben los demás. Eso sí, no des la brasa ni
atosigues, deja siempre una puerta abierta para el que no quiera aguantarte.
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