sábado, 26 de noviembre de 2016

"Triste, solitario y final" de Osvaldo Soriano




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Imagínense que a un cocinero le dan unos cuantos ingredientes inverosímiles para elaborar un plato y que con su genio, su inventiva y su imaginación es capaz de hacer un plato más que reseñable. Pues eso es lo que logra Osvaldo Soriano con esta novela.
Una historia de homenaje y de divertimento que a pesar de los personajes cuaja por sus diálogos chispeantes, las situaciones extremas y los desenlaces sorprendentes.
Digo a pesar de los personajes porque “a priori” una historia protagonizada por el mismo autor, que anda por la Costa Oeste de Estados Unidos buscando material para escribir una historia de desagravio sobre el Gordo y el Flaco, acompañado por Philip Marlowe, sí, el de Raymond Chandler, por la que transitan el Flaco, Charlie Chaplin y Buster Keaton da para que a uno se le arrugue la nariz y se cargue de escepticismo. Si además añadimos que hay una entrega de los Oscars malograda, por la que desfila la florinata de Hollywood, carreras huyendo de la policía a mansalva y  palizas por aquí y por allá, decimos, esto huele a collage.
Pero en esta primera novela de Osvaldo Soriano ya está el espíritu de su novelística. Todavía no ha cuajado ese humor irreverente y un poco triste pero se prefigura en unos diálogos demasiado “chandlerianos”. Están ya los perdedores que después serían habituales en sus historias y aunque aún no se ha centrado en los argentinos y su desgraciada existencia, con su presencia en la novela, haciendo de argentino perdedor y buscavidas, y la presencia en un tren de un matrimonio de argentinos “hijos de puta” ya se ve la deriva que le llevará de un escenario ajeno, la Norteamérica hoolywoodiense, muy estereotipada y cinematográfica a la Argentina de su corazón que estará siempre presente aunque la acción se desarrolle en el quinto carajo.
Novela de iniciación en la que Osvaldo Soriano se libra de sus recuerdos de infancia, de los temas universales, para iniciar el camino hacia su rincón, lleno de villanía.
Los breves fragmentos del final, entrevistas, declaraciones de amigos, a modo de “making of”, muy ilustradores de lo que fue el proceso de creación de la obra.
Un Osvaldo Soriano camino de la plenitud, como un rio cuando se contempla en su nacimiento, rodeado de farrallones y bosques intrincados que prefiguran las cataratas venideras, los oscuros senderos y las tristes veredas que el capitán Kóblic tendrá que transitar.
Los artistas, voceros del pueblo, crean sus linimentos para las heridas. Osvaldo Soriano se encargo de hacer reir un poco a los argentinos. Entre tanto lloro.

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