Tú le pones a un proyecto creativo el
calificativo de “independiente”, “no comercial” o “de culto” y no sé por qué
razonamiento extraño ya empieza a gozar de prestigio. Aunque detrás haya
bazofia. He leído que un crítico de el Mundo dice de esta película que es,
verbatim, “una de las más perturbadoras y excitantes propuestas del año pasado
(2012), de la década y del siglo, cualquiera de ellos”… esta afirmación como
poco es, una absoluta tontería porque a ver como este buen crítico sabe lo que
se estará haciendo en el 2075, por ejemplo. Basta ver algo que se sale de lo
inusual, que es original, poco convencional para que se nos hagan las neuronas,
fans.
En esta película un técnico de sonido inglés
llega a unos estudios de sonido en Italia y allí se encuentra con un ambiente
que el director quiere hacer extraño, misterioso, aterrador pero que sólo
consigue convertir en extravagante, irresponsable y poco serio y en el que se
dedicará a ponerle el sonido a una peli de brujas y exorcismos, dirigida por un
director italiano, muy italiano, perseguidor de actrices de doblaje y una administración
poco clara que no le quiere pagar sus gastos de viaje. ¿Qué más? Ah sí, al
técnico le asusta un poco la temática de la peli. ¿Qué más? Ah, sí, tiene una
madre que le escribe desde Inglaterra y le habla de gorriones. ¡Diablos!, es
que es una peli totalmente intrascendente. Hay un par de planos interesantes,
pero toda ella rezuma a David Linch, pero el más desconcertante y banal, o
venal, que viene a ser lo mismo, no el de esas dos obras maestras del cine de
todos los tiempos, “Terciopelo Azul” o “Mulholland Drive”, si no al otro, al
que se perdió en los vericuetos de la originalidad y el absurdo y desconecto…
para nunca más volver. No sigue a David Linch quien quiere sino quien puede. Y
no todo el mundo puede. Nótese que ni tan siquiera él ha podido seguirse.
Hay ambición en esta película, hay rigor,
esos gráficos sobre la distribución de la banda sonora, que digo yo que debe
ser eso, esos primeros planos de cintas grabando, dejan entrever un homenaje a
todos esos oficios que hay detrás de los más deslumbrantes de la industria
cinematográfica. Esa intención de transmitir horror, misterio, suspense
machacando una col o una sandia, es un loable intento de revalorizar no ya lo
que nos enseñan sino lo que dentro de nosotros ya está, pero ¿Y qué? ¿A alguien
le interesa, si no es del ramo, saber cómo se engrasa un Formula 1? ¿Alguien si
no es un profesional de ello, quiere saber cómo se masajea a Messi o a Ronaldo?
Los personajes son tan esquemáticos,
artificiales, trasmiten tan poca posibilidad de ser de carne y hueso que están
más cerca de los actores griegos con mascaras o del teatro oriental japonés,
alejado de nuestra cultura y sensibilidad. Me ha sido imposible implicarme en
la trama. Me he quedado como estaba. Eso sí, debo admitir, que ha ensanchado mi
horizonte de lo que se puede llegar a hacer en cine.
Vamos que la veré otra vez. A ver si se me ha
escapado algo. Tanto premio debe ser por algo.
La he visto otra vez. Y lo mismo. Poner en
evidencia esa escena en la que el protagonista entra en bucle y lo que hace y
lo que se proyecta en pantalla, terminan entrando en colisión. Muy ocurrente
pero ya hace unos años que Julio Cortázar lo escribió en un cuento. Lo dicho,
prescindible.
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