Nos
pasamos la vida oyendo hablar del valor de la vida del ser humano y de la
necesidad de respetarla pero no conozco ningún caso en el que habiéndose puesto
este valor en la balanza frente a otros intereses más mundanos aquella haya
salido ganando… al menos en un principio. Después sí, después se han llevado a
cabo actos admirables para inclinar la balanza del lado humano. Pero después,
tras arrastrar a la desgracia y al sufrimiento a unas cuantas vidas humanas, en
algunos casos millones.
A ese después, en USA también le añaden una
película.
Nótese
cómo va el asunto. El futbol americano es seguido en EEUU con tanta pasión como
el futbol clásico en el resto del mundo. En el resto del mundo, los padres les
dan a los niños un balón en cuanto que empiezan a andar. En EEUU un año le
regalan un melón, otro un guante y un bate de beisbol y al siguiente un rifle.
Y ya con estas tres opciones pues deciden lo que quieren ser de mayores. La
tele no se la regalan porque en EEUU un niño al nacer lo primero que ve es una
tele. De ahí que estas criaturas sufran problemas de identidad y a lo largo de
la vida nunca acaben de tener claro quién de los tres, si el padre, la madre o
la tele dice la verdad. Que en Alemania pasó que los niños no sabían si era el
padre, la madre o el führer.
Con
tamaña afición estas manifestaciones de los americanos son un negocio inmenso,
tan negocio inmenso que termina convirtiéndose en parte del espíritu americano.
Pero surgen los problemas. Que si con los rifles se matan muchas personas, que
si el tabaco mata, que si los vertidos envenenan, que si los curas violan y en
esta peli que si el futbol americano vuelve locos a sus estrellas.
Empiezan
las demandas, los enfrentamientos entre lo que es el bien colectivo, que es un
argumento que suelen exponer los poderosos para defender sus intereses, y los
sacrificios humanos que ese bien requiere. Pero como en EEUU la justicia
siempre termina brillando pues la vida humana recupera su lugar preponderante y
a los malos les caen unas multas de espanto y entonan un “mea culpa”
conmovedor.
Y acto
seguido, para compensar la multa, viene la peli. Porque siempre hay una peli
para una vergüenza. Una o más. Que si lo de las armas: Bowling for Columbine.
Que si lo de las tabaqueras: The Insider. Que si lo de la contaminación: Erin
Brockovich. Que si lo de la pederastia: Spotlight. Y que si lo del futbol
americano: La verdad duele. Claro que duele, pero con dinero menos, deben
pensar en EEUU.
Que no
es que yo esté en contra de que se hagan estas películas, que algunas son muy
recomendables en fondo y forma, pero no estaría de más que se hicieran fuera de
EEUU. De esa manera su poder crítico sería más potente y además sonaría menos a
redención. Que ya se sabe que cuando hay redención ya no hay freno.
No
tenía muy claro lo de ir a ver esta película, porque entre los hombres de negro
y el príncipe de Bel Air, para mí, Willy Smith era una actor amortizado. Y mira
por donde la agradable sorpresa de ver a Willy Smith haciendo de actor y no
recordándome para nada a Willy Smith. En un film netamente americano. Lo que
quiere decir actores de lujo, escenas de una naturalidad apabullante y un poco
del babeo acostumbrado
Cuando
le dice un funcionario de Washington al protagonista que su comportamiento ha
sido claramente el comportamiento de lo que es ser estadounidense, pues es
nigeriano emigrado, a uno se le cae el guión al suelo…pues durante toda la peli
hemos podido contemplar a estadounidenses materialistas, egoístas… o sea, o es
una ironía muy mal planteada o un efecto del patrioterismo anoréxico que padecen.
Una
película más, de consumo interno que sin embargo pasean por delante de todos los
morros del resto del mundo sin comerlo ni beberlo, de esas que hacen los
americanos cuando deciden bajarse la conciencia o levantársela, depende, y
enseñan sus vergüenzas en plan reciclaje. Todo se aprovecha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario