Leí, en
frases creo que de Donald Barthelme, que una vez viéndose ante el accidente de
un familiar, me parece que muy allegado, allí delante del cuerpo querido y
maltrecho se preguntó cómo pondría en palabras aquello que estaba viendo y como
esa reacción le preocupó y le torturó durante un tiempo… poniendo en entredicho
su humanidad. Ana Novac hace eso.
En la línea
de los diarios de Ana Frank, Victor Kemplerer o la narrativa de Primo Levi ésta
es una obra más, vertida desde los horrores del holocausto nazi.
No es
un diario propiamente dicho si no una reelaboración que a posteriori, con los
apuntes tomados en aquella terrible experiencia, le sirve a Ana Novac para
reconstruir aquella pesadilla.
Lo cual
no le quita ni un ápice de valor a lo narrado y no deja de impresionar el tesón
con que la autora que por aquel entonces tenía dieciséis años anota en dónde
puede y pone a salvo cómo puede lo que va sucediendo seguramente con la
intención de que al menos quedará una prueba de lo sucedido.
Creo
que de todo lo que he leído sobre esos años y que se puede llamar testimonial
este es el más literario. Ana Novac es una escritora y con un pensamiento cuajado
cuando reelabora estas memorias, que es lo que son, más que diario. También lo
era Primo Levi, cierto. Pero el esquematismo de Levi, frío y objetivo, se
transforma con Ana Novac en una narración que sin dejar de lado lo testimonial
carga la narración de reflexión y creatividad muy personal. Dándole así a la
obra un valor artístico que va más allá del horror que refleja. Entronca con la
ficción en cuanto que Ana Novac, estoy seguro, carga el recuerdo con imágenes o
reflexiones del momento de la elaboración que con dieciséis años no tenía, pero
sin olvidarse de la realidad de los apuntes. Así va tejiendo una narración
doblemente cosida: Sobre el lecho del horror planta lo que siempre ha llevado
dentro de sí: “… llevo escribiendo notas desde los once años…todo lo que me
pasaba me pasaba para que lo anotase………mi vida real no era sino algo así como
una criada, la proveedora de la vida <formulada>”.
Escritora
de raza no puede pasar, a pesar de las circunstancias, por alto el hecho de “mi
estilo deja que desear” y “hay páginas que he vuelto a copiar cuatro veces.
¡Todas las líneas apestan a sudor, lógicamente!”……Lógicamente, en esas
circunstancias lo que menos debía preocupar a alguien que no fuese escritor es
el estilo de lo que escribe.
O “Oigo
cómo me late el corazón. Como algo independiente, acurrucado entre la maleza………
¡Todo había empezado tan bien! Al salir, unas cuantas nubes inciertas flotaban
por el cielo y un grato viento fresco prometía el final de la canícula”
Reflexiones
del tipo: “¡Qué tono de reprobación, qué ética tan incordiante! Como si llevase
a toda la humanidad a cuestas, ¡A todos los parias de la Tierra!....”
“Nunca
se le olvida <hacernos cosquillas>- por aquello de no perder la práctica-
con la fusta”
En fin,
una vez más el horror de aquellos años que como bien indica el título deberían
haber sido los años de juventud de muchos miles de seres humano, hermosos e
ilusionantes.
Y que
no olvidemos, también años semejantes a esos, los padecieron jóvenes de Ruanda,
Chile, Argentina, Yugoslavia, Vietnam…. y ahora los están padeciendo......la lista sería interminable.
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