martes, 17 de mayo de 2016

Mustang de Denis Gamze Ergúven (2015)



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Todas las resonancias de la palabra mustang le vienen bien a nuestras protagonistas. Pequeñas y escurridizas, difíciles de domesticar y propiedad de unos dueños que saben de la riqueza que tienen siendo sus dueños…..si las venden bien.
Porque ese el tema de la película. Tema manido: La represión de la mujer, en general, y en el mundo musulmán en particular. Y sin embargo de gran éxito. ¿Por qué? Seguramente por su acertada puesta en escena.
La narración de podía resumir simbólicamente de la siguiente manera: Cinco flores hermosas y rebosantes de salud y ganas de vivir crecen en un jardín pleno de malas yerbas y ramaje constrictor.  Vemos como unas perecen, otras se tornan mustias y otras consiguen trasplantarse a otros, al menos, más esperanzadores climas. Esa es la trama de la historia.
Los rostros de las jóvenes actrices, virginales, amables, puros, su inocencia, son grabados con una intención, recogidos implacablemente en sus manifestaciones, perversa: Poner en evidencia el miedo de los adultos a la libertad. Porque al fin y al cabo ese eso. El eterno dilema de vivir bajo el techo de las normas porque asusta el amplio panorama y la perspectiva infinita de no tener más regla que la que tu corazón te imponga. Como si este órgano tan traído y llevado fuese un delincuente habitual al que hay que vigilar de cerca.
Esa inocente escena inicial de chicos y chicas disfrutando de un día de verano en la playa se va oscureciendo hasta encuadrarnos en un mundo donde nadie es feliz pero todos luchan por aguantar dentro de lo ortodoxo.
Y es esta inocente y veraniega escena la que da la clave del acertado ritmo que durante toda la proyección va a seguir la historia. Simple y cotidiano transcurrir de la vida de estas adolescentes, contado con diálogos familiares en medio de fiestas familiares en casas y jardines familiares, rodeadas de vecinos y vecinas de toda la vida, sin dejar traslucir el horror que se podía extraer de los acontecimientos que van surgiendo. Porque es así como pasa en la realidad.
Un día tu madre te abraza y a la semana siguiente te está llevando a Nigeria o a Senegal a que te amputen el clítoris. O tu madre te hace una comida excelente por tu cumpleaños y el mes que viene junto con tu padre acuerda tu casamiento con un hombre que te lleva treinta años de diferencia. O, salvando al diferencia, un día va a comprar contigo un vestido precioso y unas toallas y sábanas para cuando te cases “por la Iglesia”, como Dios manda.
Así de frágiles somos verdugos y víctimas, ambos atrapados en el galimatías de nuestras costumbres… por muy sanguinarias y crueles que sean.
Dejando de lado que las adolescentes son las victimas diría que la abuela de esta película es la que vive en el infierno.
Todo dirigido, contado, explicitado de la misma manera que se podía contar un día de playa. Porque es justamente así como sucede. La banalidad del mal que decía Hannah Arendt.
No sé si llegó la directora a sentir la tentación de llamar a la película “Mujercitas”, en un último giro de sarcástico y desesperado cinismo. A veces le humor ante el horror es la última claudicación.

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