viernes, 1 de abril de 2016

Centuria de Giorgio Manganelli



 

Jugando se aprende a conformar nuestro universo y hubo un momento en el siglo XX en que florecieron en el arte los espíritus fantasiosos y juguetones que durante buena parte de él tuvieron un lugar señalado en la creación literaria. Jorge Luis Borges no hizo más que jugar con la metafísica y ponernos delante de las narices historias, que no dejaban de ser si no posibilidades con las que ponerse a soñar, otra cosa es que alguna vez fuesen inquietantes. En Francia los del OULIPO, “Ouvroir de littérature potentielle” (Taller de literatura potencial), hicieron otro tanto. Escritores con una imaginación desbordante se dejaron ir y ensamblando lo que de absurdo tenía la vida con lo que su magín podía añadir crearon mundos y situaciones oníricodescabalgadas a veces con moraleja y  a veces tan apartadas de la moraleja y con tan poco afán didáctico que eran puro y simple juego, despojado de toda intención. Raymond Quenau y George Perec, fueron los sumos sacerdotes en Francia de tal manera de enfocar la creación literaria. Después llegó le Nouveau Roman, que fue cuando los niños se quisieron hacer pasar por mayores y convencer a los mayores de que de juegos nada, que todo era muy serio.
En Italia estas corrientes gozaron de seguidores emblemáticos como Ítalo Calvino, que mezclaron ambas, dando como resultado un “estoy imaginando pero no tanto”. Dino Buzzati y cómo no, Giorgio Manganelli, también hacen incursiones en estas corrientes.
“Centuria” está compuesta por el esbozo de cien historias sin desarrollar. Un edificio en el que uno de los vecinos es el vecino inexistente, vecino ideal por lo cómodo y tranquilo que se vive con él. Un hombre que se encuentra consigo mismo en una parada de autobús. Otro hombre que recibe una carta en la que le avisan que va a empezar a existir, después recibe otra en la que le dicen que no, que ha habido un malentendido y deberá esperar. Otro al que le roban el Universo. Un campanero que recibe el encargo de construir una campana para tañerla en el día del Juicio Final y al que comunican que ha habido un error, pero que al tenerla ya construida decide tocarla él. Un caballero que no recibe el agradecimiento a pesar de haber matado al dragón. Un señor que se pasea acompañado de un abismo. Un limpiador de retretes, orgulloso y feliz de su trabajo al llegar a la conclusión de que oficiando en sus dominios es cuando el hombre se muestra más sincero, tal cual es, casi humillándose, lo que le convierte a él en sacerdote y a los retretes en la Iglesia de una nueva religión. Un hombre que descubre un día que vive rodeado de alegorías. Dos desgraciados seres enamorados cada uno del otro por el dolor que soportan, lo que les lleva a cultivar cada uno su dolor con tal de no perder al amado que a su vez también cultiva el suyo. Un mundo en el que todos quieren ser asaltados lo que conlleva el agotamiento y desaparición de los bandidos. Un señor que sueña los sueños de los demás, que claro se cabrean y con razón.
Pues así, cien historias que son esbozos, incitaciones, sugerencias, incentivos, disparadores creativos y no sé cuántos modos más de azuzar la imaginación y el juego de la fantasía.
Para entretenerse y pasar un buen rato. Lo que no es poco.

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