No sabía si hacer una reseña de esta película
o no porque me incomoda poner en solfa la calidad del cine de uno de los
directores más personales que tenemos. Un director que marca la diferencia con
el resto por su puesta en escena, sus temas, su intensidad dramática, en fin,
es cine de autor.
Y en el cine de autor todo está al servicio
del autor. No intenta contar cualquier historia, intenta contar una historia en
la que de una forma u otra pone mucho de sí. Lo que tiene como resultado
normalmente una obra artística constreñida; a fuerza de repetirse las
intenciones, nada original; en la que los actores no están al servicio de su
personaje si no de ese particular matiz del personaje que al director le
obsesiona con lo que el actor termina resultando impostado y nada natural.
El encuentro de los protagonistas por primera
vez en el vagón restaurante del tren, su diálogo, es una de esas típicas
escenas de Almodóvar, artificiales y de cartón, que suelen ser marca de la casa
y que a mí no me gustan nada. O la entrada en el departamento del tren de la
protagonista y el dialogo que mantiene con el viajero que ya está instalado. Escenas
que a buen seguro a un estudiante de Ciencias
Audiovisuales le valdrían un suspenso.
Después están esos colores puros, esos
pliegues, esas canciones de Chávela Vargas, esas demostraciones un tanto
pedantillas de un cuadro de Lucien Freud, una novela de Alice Monroe que se
deja ver al abrir un cajón, el cameo de su hermano, la aparición de una de sus
actrices fetiche, muerta Chus Lampreave pone a Rossy de Palma, y algunos fallos
de guión, como ese suicidio que se produce de una manera harto improbable y
poco creíble…
El cine de autor, o te gusta o no, y a mí no
me gusta especialmente. Soportaba a Federico Fellini a duras penas cuando se
ponía gamberro o existencial, a Ingmar Bergman por su estudio de los
personajes, Carlos Saura me aburría y Luis Buñuel sólo si captaba su simbología
no me hacía bostezar.
A veces pienso que si fuese extraño a nuestra
cultura, o sea, si fuese ruso o francés, seguramente el cine de Almodóvar me
parecería más interesante. Por lo exótico. Pero como soy de aquí pues lo
personal de este director me suena a cantinela de abuela, tardes de domingo
apedreando nidos y mujeres intensas y silenciosas, sufrientes y místicas.
Con todo y eso Emma Suarez consigue un
milagro. Y es hacer un papel equilibrado, con un dominio de las emociones que
afloran a su rostro que me ha gustado mucho. Se hará mayor y
cinematográficamente hablando tiene mucho que decir.
Adriana Ugarte sin estar mal no se ha podido librar de ser una "chica almodovar".
En fin, otra película de Pedro Almodóvar.
Irregular y nada cinematográfica, si lo cinematográfico es que te emocione, te
haga olvidar que es una peli y que por una hora y pico te saque de este mundo
duro y traidor. Y es que hay directores de cine artistas y directores de cine
artesanos y dependiendo de si buscas arte o cine habrás de seguir a unos o a
otros.
Generalmente las obras maestras del cine caen
del lado de la artesanía, aunque sean las pelis de autor las que abren nuevos
caminos, lo que por otro lado es una responsabilidad incuestionable del arte.
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