Georges Simenon en familia. Ya desde niño mostraba aptitudes...y actitudes.
Yo
nunca he sido del Georges Simenon del comisario Maigret, sin embargo he sido un
devoto de sus novelitas. Esos cuentos largos impregnados de vida, llenos de
misterio, que como ventanas especializadas nos dejan ver retazos de existencias
grises arrastradas por la corriente de la vida, de una variedad inesperada pero
siempre impregnada de esa sensación de perentoriedad que los hechos que van
acaeciendo nos dejan.
Siempre
personajes atribulados con pequeñas historias de amor, pequeñas traiciones,
pequeñas mentiras, pequeños abandonos…..los escritos de Simenon no dan para
tragedias. Si acaso dramas. Nada en la vida de los hombres y mujeres que
aparecen en las historias de Simenon da
para más allá de una novelita de cien páginas. Para contar lo fundamental. Lo
relevante. Y es en esta labor enfática dónde este prolífico escritor descolla.
Sus descripciones que parecen a veces amontonarse son escrupulosamente
escogidas para enmarcar la acción, forman parte de ella….son escenarios sin los
cuales la acción perdería color, vibración y esencia. Sus historias son como
ramos de flores colocados en el jarrón preciso.
Pedigrí
es especial en su producción, primero por su extensión, casi seis veces más
páginas de las que acostumbra, y segundo porque se trata de una
novela/autobiografía de la que el mismo dice: “Todo es verdad peor nada es
exacto”. Nada sorprendente, por otro lado, porque es una tónica de sus
obras…..Los hechos… ¿Qué importan?... son las sensaciones, las emociones que
esos hechos causan lo importante. Lo que nos describe una y otra vez.
Asistimos
a los años de formación del autor, calle arriba, calle abajo, por todas las
casas en las que residió, los colegios a los que fue… descritos una y otra vez,
enumerados los muebles, descritas las ropas, las tiendas, las librerías, los
días de campo, las excursiones, los familiares…..todos pasan por su ojo
escrutador…en medio la 1ª Guerra mundial. Y siempre y en cada página su madre y
su padre. Magníficamente retratados. Un padre cotidiano, sin ambición,
acomodado al devenir, oficinista de vocación, contable de profesión, sacrificado
y callado, amante de las costumbres. Una madre mezquina, egoísta, orgullosa y
calculadora, manipuladora e hipócrita, que lo hace sentir culpable ya desde el
primer momento de adquirir conciencia de su ser. Obsesionada con sus demonios y
haciendo participe a todos de esa lucha.
Me he
tenido que volver a leer su “Carta a mi madre”. En ella narra los días que pasó
a su lado, ya hospitalizada para morir, con más de noventa años, y él,
setentón, ya internacionalmente famoso, respetado y admirado en todo el mundo.
En ella le lanza las últimas reconvenciones, le hace las últimas preguntas y al
final se declara vencido…nunca la entendió…y pone un ejemplo, le estuvo
enviando durante años, ya exitoso y rico, dinero para ayudarla… y en una de las
veces que lo visitó le entregó un sobre con todo el dinero que le había estado mandando.
Una mujer a la que odió y amó a partes iguales…y que quizás fue el detonante de
su actividad de escritor… ¿Cómo saberlo?
Hay un
detalle que podría poner en entredicho lo verídico de esta biografía. Pero que
a mi modo de ver tiñe de honestidad este Pedigrí, un detalle para la
psiquiatría y el misterio. Simenon tuvo un hermano, tres años menor que él.
Esta figura no aparece en todo el libro. Hay infinidad de familiares. Se narran
los encuentros festivos en casa de unos y de otros. Primos, primas, tíos, tías,
abuelos y abuelas pululan por estas páginas pero de su hermano no hay ni
rastro. ¿Qué nos quiso decir Simenon con esta usencia a buen seguro calculada?
Aventuro
que en estos años de formación, donde uno vive obsesionado consigo mismo y sus
desventuras, también un poco mezquino y egoísta, posiblemente ni reparaba en la
existencia de su hermano…ni lo veía cuando se cruzaban por la casa….Simenon
podía haberlo introducido en estas memorias, no le hubiera costado…pero ha
optado por reflejar las cosas tal y como las sintió…..y seguramente
lamentándolo mucho, su hermano en aquella edad no existía para él.
O
quizás, y también aventuro, fue su venganza porque al parecer siempre frente a
él, este hermano menor fue el hijo favorito.
Georges
Simenon, que bebió la vida a borbotones sin por ello perderse los detalles. Nos
contempló y nos describió. Quien lo compara con Balzac no anda muy desorientado.
La
descripción de unos de los personajes que aparece en el libro, su profesor, el
padre Renchon, pág. 502 y
alrededores…para poner los pelos de punta al pensar que te puedes encontrar a
alguien tan joven, tenía catorce años, con esa capacidad de introspección y
perspicacia…te lee hasta los pensamientos de cuando eras un bebé.
No es una
novela imprescindible para los seguidores
de este escritor que nos deja un pequeño retablo de cómo era la vida
provinciana en Bélgica justo antes y durante la 1ª Guerra Mundial, pero sí para
aquellos que quieren saber cómo se construye un hombre de compleja personalidad,
cómo se formó Georges Simenon.
La
recuperación que Acantilado está haciendo de su obra…otro de los muchos aciertos
que esta editorial tan inteligentemente y oportunamente está llevando a cabo.
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