Una película con semejante título y con los
protagonistas que se ven en la foto de promoción, un hindú sij y una mujer
madura occidental, nunca me hubiera atraído , mas el nombre de los actores ya
despertó mi interés, aunque nunca se sabe, a veces para vivir hay que hacer
cosas que nunca harías si no necesitaras dinero, pero fue cuando leí el nombre de
Isabel Coixet en la dirección que ya respiré un aire decididamente refrescante
y apareció una garantía: Algo hecho con intensidad, compromiso e implicación
humana. Pues el cine de Coixet nunca es gratuito ni mero espectáculo ni por supuesto
te deja indiferente. Aunque a veces te deja un tanto p’allá. Como me pasó en “Ayer
no termina nunca”, una película hecha para Sundance. Aún me estoy recuperando y
preguntándome porque no escribió un libro en vez de hacer una peli. En esta historia
Javier Cámara y Candela Peña realizan lo que se podría llamar una puesta al día
de sus dotes interpretativas. Como un volver a las aulas. Pero, claro, los
espectadores no vamos al cine como si fuésemos de oyentes a una clase
universitaria. Aunque, aún así, ver esa película es mucho más aconsejable que
ver, digamos, el 70% de las películas que se ven. Más o menos. Porque en las películas
de Isabel Coixet siempre hay emoción, descubrimiento, aprendizaje, creación e
interpretación. No recuerdo ahora mismo a ningún actor en alguna de sus películas que
no haya interpretado. O sea, para dejarlo claro, no veo a Antonio Banderas o a Kevin Costner en un
film de esta directora. No sé si me explico.
Pero vayamos con “Aprendiendo a conducir”.
Título explicito, metáfora evidente y excusa grosera. Pero es que la vida es
así. Es valiente Coixet. Hay una mujer que descubre un adulterio, que es
arrojada de malas maneras de un matrimonio que ella quiere conservar a costa
incluso de su dignidad y Coixet lo cuenta. Si hubiera sido un hombre ya estoy
viendo las acusaciones de machismo y sexismo, cuando en realidad lo que está
pasando es que alguien está narrando una manera de divorciarse, hay muchas,
esta es una de ellas. Humana, dolorosa, aniquiladora y tremendamente enternecedora.
Así lo entiende un profesor de autoescuela sij. Un profesor de autoescuela que
tiene pocas probabilidades de vivir una situación así, pues en su cultura esto
del amor y el matrimonio casi es contemplado como una frivolidad occidental,
como propiamente podremos contemplar en lo que a él le está sucediendo. Y este
es otro acierto de la historia: La contraposición que en esto del amor muestran
dos culturas diferentes. De qué manera tan romántica e irresponsable la enfrenta
una y de qué manera tan cabal, razonable y lógica la otra. Total para llegar en
ambos casos a una resignación evidente.
La solución de la trama podría haber sido más
occidental pero hubiera perdido credibilidad, por ejemplo profesor y alumna
liados. O podría haber sido más sij, cada uno por su lado y a por la/él
siguiente. Se queda en punto intermedio de razonable esperanza. Esa que siempre
mantenemos para poder continuar con nuestras vidas.
Y esto llevado a cabo con la interpretación
exquisita de los dos protagonistas, sólidos y entregados en sus papeles, lo que
en el caso de Ben Kingsley no deja de ser puro virtuosismo, dado que
prodigándose tanto últimamente, al verlo en cada historia no te recuerde las ya
vistas.
La película se podía haber titulado: “Aprendiendo
a vivir, siempre aprendiendo a vivir y algunas veces te lo enseña quien menos
te lo piensas”. Pero hubiera sido muy largo y daría pistas. Y para algo tienen
que servir las metáforas.
Isabel Coixet, uno de los grandes directores,
si no el más, del actual cine español. Que siempre te deja con ganas de ver su
siguiente película. A ver qué se le ocurre. La esperamos.
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