domingo, 9 de agosto de 2015

Aprendiendo a conducir de Isabel Coixet (2015)



Una película con semejante título y con los protagonistas que se ven en la foto de promoción, un hindú sij y una mujer madura occidental, nunca me hubiera atraído , mas el nombre de los actores ya despertó mi interés, aunque nunca se sabe, a veces para vivir hay que hacer cosas que nunca harías si no necesitaras dinero, pero fue cuando leí el nombre de Isabel Coixet en la dirección que ya respiré un aire decididamente refrescante y apareció una garantía: Algo hecho con intensidad, compromiso e implicación humana. Pues el cine de Coixet nunca es gratuito ni mero espectáculo ni por supuesto te deja indiferente. Aunque a veces te deja un tanto p’allá. Como me pasó en “Ayer no termina nunca”, una película hecha para Sundance. Aún me estoy recuperando y preguntándome porque no escribió un libro en vez de hacer una peli. En esta historia Javier Cámara y Candela Peña realizan lo que se podría llamar una puesta al día de sus dotes interpretativas. Como un volver a las aulas. Pero, claro, los espectadores no vamos al cine como si fuésemos de oyentes a una clase universitaria. Aunque, aún así, ver esa película es mucho más aconsejable que ver, digamos, el 70% de las películas que se ven. Más o menos. Porque en las películas de Isabel Coixet siempre hay emoción, descubrimiento, aprendizaje, creación e interpretación. No recuerdo ahora mismo  a ningún actor en alguna de sus películas que no haya interpretado. O sea, para dejarlo claro, no veo  a Antonio Banderas o a Kevin Costner en un film de esta directora. No sé si me explico.
Pero vayamos con “Aprendiendo a conducir”. Título explicito, metáfora evidente y excusa grosera. Pero es que la vida es así. Es valiente Coixet. Hay una mujer que descubre un adulterio, que es arrojada de malas maneras de un matrimonio que ella quiere conservar a costa incluso de su dignidad y Coixet lo cuenta. Si hubiera sido un hombre ya estoy viendo las acusaciones de machismo y sexismo, cuando en realidad lo que está pasando es que alguien está narrando una manera de divorciarse, hay muchas, esta es una de ellas. Humana, dolorosa, aniquiladora y tremendamente enternecedora. Así lo entiende un profesor de autoescuela sij. Un profesor de autoescuela que tiene pocas probabilidades de vivir una situación así, pues en su cultura esto del amor y el matrimonio casi es contemplado como una frivolidad occidental, como propiamente podremos contemplar en lo que a él le está sucediendo. Y este es otro acierto de la historia: La contraposición que en esto del amor muestran dos culturas diferentes. De qué manera tan romántica e irresponsable la enfrenta una y de qué manera tan cabal, razonable y lógica la otra. Total para llegar en ambos casos a una resignación evidente.
La solución de la trama podría haber sido más occidental pero hubiera perdido credibilidad, por ejemplo profesor y alumna liados. O podría haber sido más sij, cada uno por su lado y a por la/él siguiente. Se queda en punto intermedio de razonable esperanza. Esa que siempre mantenemos para poder continuar con nuestras vidas.
Y esto llevado a cabo con la interpretación exquisita de los dos protagonistas, sólidos y entregados en sus papeles, lo que en el caso de Ben Kingsley no deja de ser puro virtuosismo, dado que prodigándose tanto últimamente, al verlo en cada historia no te recuerde las ya vistas.
La película se podía haber titulado: “Aprendiendo a vivir, siempre aprendiendo a vivir y algunas veces te lo enseña quien menos te lo piensas”. Pero hubiera sido muy largo y daría pistas. Y para algo tienen que servir las metáforas.
Isabel Coixet, uno de los grandes directores, si no el más, del actual cine español. Que siempre te deja con ganas de ver su siguiente película. A ver qué se le ocurre. La esperamos.

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