En el film, Damián Szifrón,
director argentino de estas historias
enhebradas por la venganza, mantiene que ésta siempre es saludable aunque te
lleve a la muerte. Mejor morir satisfecho que vivir con una cuenta pendiente.
Cualquiera de la seis historias
te deja buen sabor de boca y más de una te arranca una sonrisa diabólica.
Las seis dejan bien claro la tesis
que defienden pero sin lugar a dudas la redondez del guión, la filigrana del
final cabal y la “vuelta de tuerca” están en las historias que yo he llamado “El
adelantamiento inconveniente” y “La boda final”.
En “El adelantamiento
inconveniente”, especie de ballet terrible que se danza al son de motores, dos
conductores se sienten atraídos el uno por el otro y una y otra vez regresan el
uno en brazos del otro hasta acabar en un antológico final que no voy a contar
pero que recoge plenamente el odio del uno por el otro. Una gozada.
En “La boda final”, dónde se
baila para festejar la ceremonia, lo que se proyecta es la carrera de dos
enloquecidos conyugues que no se dan tregua desde que se inicia la salida de su
desencuentro hasta un final inimaginable que hasta sorprende a los invitados
que se van dejándolos por imposibles, solos, “odiándose tiernamente”. Otra
gozada.
En ambas te engañas, vas
imaginando el final previsible y a medida que este final se va superando y vas
poniendo otro escalón, el director te va empujando, hasta llegar en ambos casos
a un desenlace clamoroso de acierto y originalidad. Sólo por estas dos
perfectas historias merece la pena la película.
Que en los entresijos de los
seis cortos aparezca una cierta crítica a los abusos de los poderosos, tanto privados
como públicos, no es más que la excusa para hilvanar fragmentos de vida que
gracias a la rebeldía, que eso es la venganza, una rebelión contra lo que se
cree una injusticia, lo sea o no, quedan en paz, serenas y tranquilas,
saciadas.
A destacar en las otras
historias:
En “Gabriel que estás en los
cielos”, la imagen de esos dos padres que no saben que su hijo no quiere dejar
de contar con ellos en el último viaje. Je, Je.
En “La última cena”, esa
cocinera de veneno fácil más necesitada de hacer justicia que la propia víctima.
En “La grúa que fue a por lana y
salió trasquilada”, la proximidad que un servidor de ustedes sintió con la víctima
y la envidia con la solución que encontró. Les habrá pasado a muchos
espectadores.
En “Culpable por poderes”, ese
padre que dando muestras de por qué es el más rico y poderoso se rebela contra
las ratas que lo acosan y da una lección de negociación al borde del abismo. Implacable
el final.
Recomendable cien por cien. No
cometan el error de no ir a verla. Sacaran ideas para por si acaso. Je,Je.
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