Dice el prologuista de este libro y lo remarca que hay que
atender a las frases que en sus cuentos se inventa Amy Hempel. Y después de
leer el libro, digo que decir eso es como decir que en el océano hay mucha
agua. Las frases de Amy Hempel te saltan a la mente como esos estallidos
brillantes, deslumbrantes de los fuegos artificiales. A veces tienes la
sensación, leyéndola, de que escribe los cuentos como marcos para colocar esas
ocurrencias de mil sabores y colores.
Por ejemplo,
¿Sabías que los esquimales
necesitan congeladores porque, si no, de qué otra manera iban a evitar que se
les congelara la comida?
Estas perlas están desperdigadas en todos sus relatos con
mayor o menor densidad. Las saboreas de una manera que en algún cuento hay
tantas que pierdes de vista el argumento.
Por ejemplo, en el cuento “Simplemente iba”, el argumento es
que un joven iba conduciendo por el desierto y tiene un accidente,
“De modo que voy a perder unos
días de clase. Por mí, vale. Creo que el noventa y nueve por ciento de lo que
hace cualquier persona puede aplazarse”
“Nos preguntó si alguno de
nosotros, sus alumnos, habíamos tenido un <estado de consciencia> similar.
¿Lo dice en serio?, pensé yo.
Una vez cobré un cheque y fui
consciente de que era muy poco dinero.
Una vez me intoxiqué con la
comida y fui consciente de que estaba atrapado dentro de mi cuerpo.”
“Mientras tanto, me pregunto cómo
es posible que no pueda recordar siquiera todo lo que se me ha olvidado”
“La razón es que esta enfermera
hace que cualquier otra mujer parezca un transexual. Por desgracia, está
enamorada del Señor”.
“Cuando no logro dormir, trae la
guía de teléfonos, se sienta junto a mi cama y nos ponemos a buscar nombres
raros. En esta comunidad viven Macedonio Defrutas y Rosario de la Aurora”
“La enfermera de noche huele a
velas de Navidad. Después de salir de la habitación, parece durante un rato que
sigue aquí. Ella no está, pero sí el concepto de ella”.
“Cuando atravieso el desierto, me
gusta conducir con los prismáticos…las cosas están lejos y cerca de ti y tú
sigues en el mismo sitio”.
Y todo esto, y algo más, en escasas cuatro páginas.
Evidentemente del accidente no se acuerda nadie.
“En el cementerio
dónde está enterrado Al Jolson” narra las visitas que la narradora le hace a una
amiga desahuciada,
“Vimos una película protagonizada
por unos hombres con los que antes creíamos que nos hubiera gustado acostarnos.
El de ella era un poli duro que intentaba detener al mío, un violador
despiadado que perseguía a camareras especializadas en recepciones.
-Es una buena película- dijo en
la escena en que unos francotiradores abatían a los dos.
Yo ya la echaba de menos”.
“La misma mañana en que la
llevaron al cementerio, aquel cementerio donde estaba enterrado Al Jolson, me
matriculé en un cursillo para vencer el miedo a volar en avión.
-¿A qué le tiene más miedo?- me
preguntó el instructor, y le respondí,
-A que termine este curso y siga
teniendo miedo.”
En “El hombre de Bogotá”, un cuento de una página, cuenta
como se enfrenta uno a una posible suicida subida a una cornisa contándole como
el secuestro de un hombre mejoró su salud, pues estaba enfermo y había que
mantenerlo con vida, con lo que los secuestradores se dedicaron a cuidarlo y al final sanó. Con lo que la moraleja
final,
“..cómo
sabemos que lo que nos ocurre no es bueno”
No sé muy bien qué ideas le daría a la suicida.
En el cuento “La cosecha” da otra vuelta de tuerca a la
técnica del cuento y dentro de él explica que el cuento tenía otro título y que
las cosas pasaron de otra manera.
Deslumbrado por sus cuentos. Voy a poner alguna más de sus
frases. Poco más hay que decir.
“Cree que las señales de
limitación de velocidad indican que no puedes ir por debajo del límite que
señalan”
“No estoy preparada para esto,
pero esto es lo que me ha tocado: un muchacho que no tiene madre”, la narradora
hablando de su compañero.
“No
soy enfermera. Apenas puede decirse que sea mecanógrafa”
“Estoy ganando peso porque he
dejado de toser. Toser era mi manera de hacer ejercicio”
“La vida es dura, y después nos
morimos”
Uno que se ha dejado las gafas en
una fiesta, “…condujo a toda velocidad para llegar a casa antes de sufrir un
accidente”
“La camiseta más vendida del
verano es la que lleva impresa la siguiente leyenda: TANTOS TURISTAS Y TAN
POCAS BALAS. Los turistas son los que siempre la agotan”
“Otra mujer, al ver que su perra
era montada por dos perros, uno detrás de otro, comentó que la vida social de
su mascota era mejor que la suya”
“Se lo vi hacer una vez, que fue
todas las veces que lo hizo”
“Eve Grant era la futura ex
esposa de Wesley Grant”
“…siempre dice que se casó con la
mujer más guapa que había visto en su vida y que aprendió que la belleza es
algo irrelevante”
Y además de eso, los cuentos de Amy Hempel son profundamente
femeninos, todos ellos están cargados de su punto de vista, de mujer, sobre la
vida y sus vicisitudes, desde niña hasta la tumba, sus obsesiones, sus
debilidades, sus pasiones, sus rebeldías.
Deslumbrante Amy Hempel, desde que descubrí a John Cheever nada igual.
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