He estado columbrando varias perspectivas desde las que
hacer la reseña de esta película, incluso como si no fuera secuela de otra,
como si su predecesora no hubiera existido.
Pero al final todas las perspectivas me llevaban al origen.
Porque el origen de este film y la razón de su existencia es
quizás la mejor película de ciencia-ficción que se haya rodado nunca. Y eso no se
puede soslayar y eso pesa.
Digámoslo de una vez. Esta peli no tiene más razón de ser
que hacer caja a cuenta de su precedente. Lo que no es criticable si el
resultado hubiese merecido la pena. Pero no lo merece.
Le ha faltado una historia de fuste, con tanta carga
simbólica como su predecesora, y quizás había un camino para ello. Viendo los
hologramas quizás por ahí había camino para desarrollar una trama en varios
sentidos: Irrealidad, identidad… pero no.
Los guionistas se fueron a lo más manido… que los
replicantes pudiesen dar un paso más hacia su necesidad de sentirse humanos…
que tampoco hubiera estado mal si se hubiese trabajado más el asunto, pero se
quedaron en la superficie.
No hay una sola frase en todo el metraje que tenga algo de
mensaje, de ingenio, de reflexión. Guión pobre, plano, consabido. Con ecos de
Terminator, Mad Max y por supuesto, no ecos, si no “corta y pega” de su
predecesora.
¿Y la música? La de veces que habré escuchado la BSO de
Vangelis, tan sugerente, tan envolvente, parte imprescindible en el anterior
film. La de esta historia es gris, gris, por muchos crescendos que tenga. Que
al final suenen notas de la música de Vangelis sólo es la prueba de lo que a lo
largo de la proyección se notaba… un querer y no poder.
Los niveles interpretativos son correctos, aunque no hay y
se echa a faltar un Rutger Hauer que más allá de lo icónico le metiese teatro a
las interpretaciones. Tampoco hay una Rachel, ni un Tyrell. Su sustituto con
mucha parafernalia y poca chicha es poco más que un cromo.
Toda la película se desliza al lado de su predecesora como
una rémora tras un tiburón o como un aficionado tras un profesional.
Alguien debería decirles a los que se dedican al cine y
ponen a actores por encima de los sesenta años a actuar, que cuando a un hombre de
esa edad le das un puñetazo bien dado es más que posible que no necesite más.
Por lo de la verosimilitud. Son pequeños detalles que estropean un proyecto. A
menos que la cosa vaya de guasa, que no es el caso.
No hubría necesitado ver toda la película para darme cuenta
de que no era más que un triste y fracasado remedo de la primera si hubiera visto el
final antes. Por un momento me puse en lo peor y estaba ya
oyendo “Yo he visto cosas
que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión…”
He hecho una pausa para buscar la escena en
Youtube y ponérmela. No sé cuantas veces la habré visto. Rutger Hauer soltando su reflexión, su
sonrisa de resignación, la cara de Harrisón Ford, la lluvia, la música y la
paloma volando. ¡Qué escena! Poesía y emoción pura. ARTE.
Pero no, la cosa no pasa de una pobre muestra
de falta de imaginación y ambición. De todos los finales posibles, si yo hubiera
sido el de la pasta, este se habría rodado por encima de mi cadáver.
¡Ay, esta industria que no puede resistirse
al cash y está tan poco por el arte!
Al Blade Runner original poco daño le puede
hacer cualquier intento de secuela y para muchos será un reto, pero
indudablemente si hay más, el recuerdo que de ella tenemos no puede por menos
que verse mezclado con los intentos, si fracasan, una pena, y si triunfan, no
me lo quiero imaginar. A ver.
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