Las
películas de este director siempre son desmesuradas, cuando no es porque
engloban varias historias, algunas veces descaradamente independientes, es
porque el tema es tratado con tremendismo o con una extensión que evidencia su
deseo de contarlo todo y de las formas que haga falta. Y esto a mi me produce sentimientos
encontrados. Por un lado no me agrada la dispersión, ni el hacinamiento de
escenas, ni la mística que rodea algunas veces sus historias pero por otro lado
debo confesar que salgo de sus películas saciado. Harto. Con ganas de tomar un
digestivo espiritual. Vi este film un miércoles, ya saben la tarifa barata, y
tenía previsto también, ver por segunda vez “La gran apuesta”, en la primera
casi no la disfrute perdido entre tanto concepto financiero que no entendía, y
no pude. No me veía capaz de entrar en otra sala con las dos horas y media de
épica que me acababa de meter en el espíritu. Estaba ahíto.
Porque
esta historia es una historia del Oeste, del Oeste más primitivo, cuando los
tramperos y los pieles rojas empezaban a conocerse, cuando aún los franceses no
se habían resignado a perder su posibilidad colonizadora en América del Norte,
pero un Oeste salvaje, fotografiado en toda su plenitud con ríos infinitos,
cimas inexpugnables, manadas de bisontes y despeñaderos de vértigo pero también
es la historia de una venganza, también la historia de un mundo supersticioso, también
la historia de hombres íntegros que nunca olvidan su deber ni su hogar y también
de hombres ruines pero valientemente desesperados. Un mundo donde se pelea con
osos o se descuartiza un caballo para meterse dentro de él. Un mundo dónde,
inverosímilmente, un hombre no muere nunca o muere a cada momento. Todo con la
cámara distorsionada, muchas veces, de Iñárritu que muestra así su manera de
hacer poesía con las imágenes. Estupenda la espadaña al borde de dos mundos,
como si fuese una puerta al infierno.
Porque
este director monta las películas casi siempre con otra intención diferente de
la que parece estar mostrando o al menos con mucha más intención de la que
parece. No son películas de tesis pero casi.
A mí me
gusto más “Birdman” que ésta, me pareció una película más redonda, pero sin
embargo ésta me parece una película más difícil de hacer, más arriesgada, que
toca un tema ya mil veces contemplado y narrado, de hecho me acordé en varios
momentos de la excelente película de Jim Jarmusch, “Dead Man”, en la que Johnny
Depp borda un papel de timorato hombre del Este, pero en la que sin embargo
Iñárritu consigue dejar su huella de cineasta expresionista que más allá de la
historia quiere dejar su impulso creativo. Lo que le permite volver sobre
cualquier tema, mostrando una nueva perspectiva.
En
cuanto a la interpretación, al ser una película de barbudos, con lo que los
rostros son máscaras, y además épica, con lo que la acción sobresale a la
emoción, sólo cabe hablar de Leonardo DiCaprio.
Es un
gran actor, ya desde aquella inolvidable película que compartía con el arriba
mencionado Depp, “¿A quién ama Gilbert Grape?”, ha mostrado unas dotes para la
interpretación sobresalientes pero en esta película no me parece que brille
especialmente. Arrastrarse, ponerse intenso y gritar, por muchas cicatrices que
muestres, no exige grandes dotes. Si no hace más, no es su culpa. Si le dan el
Oscar, se lo merece. Por todo lo que tiene detrás y por las ocasiones pasadas.
Resumiendo:
Se pude ver y disfrutar. Buena historia, grandes espacios salvajes y muchos
lances. Un entretenimiento. Me temo, que menos de lo que pretendía Iñárritu.
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