Adoró a
Kurt Vonnegut. Es más, siguiendo esa moda de ser cualquiera, sin despeinarse ni
moverse de enfrente de la pantalla del televisor, yo sin dejar de tener un
libro delante, puedo decir “Je suis Kurt Vonnegut”.
Vean
como describe el verbo “escribir literatura” en Cronomoto, una delicia de lo
que sea, novela, cuentos, melopea, diarrea mental, no sé, da igual: “Formar
peculiares combinaciones horizontales de veintiséis símbolos fonéticos, diez
cifras y unos ocho signos de puntuación con tinta y sobre pulpa de madera
blanqueada y alisada”
Cronomoto
tiene el siguiente argumento. Agárrense. El Universo sufre un ataque de pereza
y el 13 de Febrero del 2001 en vez de seguir expandiéndose, se retrae y vuelve
al 17 de Febrero de 1991. Desde ese instante todo vuelve a pasar igual que
había pasado, todo el mundo sabiéndolo pero sin poder hacer nada para evitarlo.
Es decir, si eres un atracador de bancos, preso por el hecho, vuelves a atracar
el banco y te vuelven a coger y vuelves a la cárcel. Si eres infiel y te
pescaron, volverás a pasar por lo mismo. Si tuviste cáncer lo volverás a tener.
Y así. ¿No es un argumento que da que pensar?
Eso es
un Cronomoto. Como lo es una obra de teatro, o una película vista pos segunda
vez.
Como
consecuencia del suceso pasa que la gente se confía y se olvida del libre
albedrío: ¿Para qué? SI todos saben cómo sucederá todo. Con lo que se origina
al regresar por segunda vez al 2001 una serie de accidentes que se pueden
calificar en su conjunto como catástrofe mundial. Aviones que necesitan volver
a ser pilotados, vehículos que se estrellan, decisiones que hay que volver a
tomar.
Pues
bien esta novela empieza con esta afirmación del autor antes de iniciar la
narración propiamente dicha, al principio: Todas las personas vivas y muertas
son pura coincidencia.
Después
ya es un festín de ocurrencias, gracias, chistes y mala baba a cada momento.
La
hermana del autor murió “de cáncer de todo”.
En “La letra escarlata”, novela de Nathaniel Hawthorne,
una mujer debe llevar una A de adulterio en el pecho porque ha permitido que un
hombre que no es su esposo eyaculara en su canal de parto.
El
cerebro humano es un “desayuno para perros, de kilo y medio de peso, empapado
en sangre y que sin embargo compuso la novena sinfonía”
Los
negros de su país hacen “conmovedores esfuerzos para imitar a los blancos
exitosos y ser ellos exitosos también”
El
narrador confiesa: “Todavía me fascina la forma de las mujeres y sé que me iré
a la tumba tratando de tocarles el culo y las tetas. También diré que el
comercio carnal practicado sinceramente es una de las mejores ideas que Satanás
puso en la manzana que le dio a la serpiente para que se la diera a Eva. Aún
así, la mejor idea de esa manzana es tocar jazz”
Sobre
su familia: “Si mi padre no se cansaba de elogiar las creaciones artísticas de
Allie, mi hermana que se murió de cáncer de todo, mi madre no se cansaba de
proclamar la importancia de que se casara con un hombre rico”
Sobre
la vida: “Es un montón de mierda. Yo lo sabía por mi infancia, los crucifijos y
los libros de historia”
Hay en
la historia un científico convencido de que los más listos tienen antenas
incrustadas en el cerebro, a través de las que reciben sus ideas desde otros
planetas, pues no cree que un mero cerebro humano pueda haber llegado a dónde
ha llegado sin ayuda exterior. Ese mismo científico que se suicida al darse cuenta de que nunca recibirá
el premio Nobel pues a pesar de probar
la existencia de esas antenas... su propio descubrimiento lo inhabilita para
recibir el premio… al haber seguramente recibido ayuda externa.
Una
mujer que al estar embarazada siente que está “infestada de descendencia”.
Avisa:
“Y, por cierto, todos los escritores varones tienen esposas atractivas, aunque
sean muertos de hambre o tengan otros defectos. Alguien debería investigar
esto”
Interpela
al lector: “La intoxicación por plomo vuelve a la gente estúpida y perezosa.
¿Cuál es tu excusa?”
Se
declara sensiblero: “Es decir, como un demócrata del Norte”
Y así
235 páginas de pura y absoluta delicia literaria.
Un Kurt
Vonnegut que seguramente no encontró una forma más clara, que su literatura, de
declarar que la existencia de los humanos es lo más laberintico y complicado
que uno pueda imaginarse. Y todo por intentar que esa existencia sea racional.
Con lo fácil que sería si fuese irracional. Cuántos problemas nos evitaríamos.
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