A ver, si hablamos de vender chorizos,
coches, material informático, ultramarinos y así, para ganar
dinero, pues esta película es un buen negocio pero si hablamos de
arte, imaginación, creación, originalidad dado que el cine es el
séptimo arte pues esta película es un fracaso.
“Ocho apellidos vascos” fue una
película fresca, divertida, sorprendente- era la primera vez que nos
veíamos tal y como somos- y tocábamos uno de los asuntos que
tenemos por arreglar en este país: Aceptarnos cómo somos los unos a
los otros y ser capaces aún así de convivir y tener un futuro,
juntos. Y reírnos de ello, a pesar de lo poco alegre que ha sido la
época pasada en el País Vasco.
No era muy original, pues ya en Italia
y Francia habían hecho algo parecido pero era nuestro.
Hacer una secuela estaba cantado, casi
como si una fuerza de la gravedad cinematográfica interviniese en el
asunto, y que versaría sobre Catalunya caía por su propio peso……se
pedía a gritos... y ahora “arturmás” que nunca, si se me
permite el chiste fácil.
Y no tenía por qué haber salido mal,
ha habido segundas partes que han merecido la pena, sin ir más lejos
los emblemáticos “Padrinos” de F. F. Coppola.
Pero ha salido fatal.
“Ocho apellidos catalanes” es una
película construida de prisa, chapucera, más apoyada en su
predecesora que en sí misma, sin gracia, que repite algunos chistes
casi al pie de la letra de la primera… la gracia de la ristra de
apellidos catalanes sobraba.
Con situaciones cinematográficas que
ya deberían estar prohibidas en cualquier película… como ser
sorprendido en una habitación en la que no deberías estar y salir a
la terraza medio en bolas…..ese baile intimo en una sala, mientras
la fiesta está en los jardines, al ritmo de…...un vals.
Escenas vistas mil veces en mil
películas.
Y eso ha pasado no porque no tengamos
guionistas buenos que los tenemos y no porque los de esta historia no
lo sean, sino porque no ha habido tiempo y seguro que muchos
condicionamientos de índole económico han llevado el proyecto al
cajón en el que las cuestiones crematistas se imponen a las
artísticas. Y así ha sido, porque el que manda así lo ha querido.
Algo que quizás a corto plazo puede
ser productivo pero que dudo que lo sea a largo plazo. Esta película,
para empezar no creo que tenga el recorrido exitoso de la primera,
los primeros días sí lo ha tenido porque la maquinaría
publicitaria ha funcionado a la perfección y el buen sabor dejado
por su antecesora ha hecho mucho, pero me temo que el boca a boca que
tan bien funcionó en la primera no lo haga ahora. Y para terminar una
tercera secuela que parece esbozarse con la aparición en la historia
de una gallega, de incognito, veremos si se lleva a cabo.
El guión que ya he dicho que es una
copia del primero tiene un comienzo de brillantez en el
planteamiento: Una abuela desconectada del tiempo a la que han hecho
creer que Catalunya ya se ha independizado. Y ya está.
Al remedo que es de la anterior hay que
añadirle un desarrollo del mismo sin continuidad. Cada escena es una
pegatina.
Sobran los alardes imitativos de Dani
Rovira. Los chistes de la pareja de amigos sevillanos huelen a
rancio. Rosa María Sardá hace un gran esfuerzo por no interpretar a
Rosa María Sardá. Se le agradece. Carmen Machi y Karra Elejalde
vienen directamente de “Ocho apellidos vascos”. Y con Berto
Romero, que tan fresco y divertido se suele mostrar en directo, aquí
parece un acartonado actor de carácter, que cada vez que la cámara
lo enfocaba…yo me decía: Detrás está el director, el cámara, el
ayudante de dirección, el de iluminación, los amigos, el guionista,
el ayudante de producción…vamos que me iba de la película.
Si a esto se le añade que yo vivo a
escasos quince minutos en coche de Monells, localidad en la que se
rodó el film, y que en mi vida he visto unos castellers por aquí…
y que entre los extras había gente conocida… más concretamente mi
gestor bancario al que veo cada dos por tres. Pues no ha habido
manera de que me haya creído la película en ningún momento.
Espero que la secuela gallega se haga
esperar. Por el bien del cine como arte.
Un detalle lamentable extra
cinematográfico, o no, a tener en cuenta y vigilar que cada vez es
más aterrador: El poder de los medios de comunicación que no sólo
están dispuestos a endosarnos cualquier cosa si no a convencernos de
su excelencia.
Sí, ya sé que siempre ha existido…
pero ahora más y mejor, para ellos, los medios, y menos y peor, para
nosotros, los consumidores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario