Los días del abandono es la crónica del abandono de una
mujer con dos hijos por parte del marido. De una mujer dolorida y llena de
estupor ante la destrucción de lo que considera su vida. Nada nuevo, se ha
contado otras veces. Entonces, ¿por qué motivo Elena Ferrante consigue conmover
especialmente? Básicamente porque con su manera descarnada de echarnos encima
el personaje no es que nos esté contando una historia, es que nos la está
contando al oído, a cada lector, y por lo tanto no se guarda nada. No hay
razón, nadie más escucha.
Yo siempre que he leído libros de filosofía, hasta llegar a
Schopenhauer, me preguntaba en qué lugar debía poner tantos escritos
filosóficos que andaban a vueltas con Dios. Si Dios no existe, y no existe, ¿qué
valor tenían aquellos escritos? Lo mismo me sucede con las narraciones, ¿Qué pasa
que los personajes de Proust, no tienen sus necesidades?, ¿Todo es paseo,
bailoteo y miraditas extasiándose en los salones musicales? No digamos las películas:
Escena de cama, una mujer y un hombre se despiertan de mañana, noche de folleteo.
Pues cuando salen de la cama, que se deshacen de la sabana, ¡mira tú!, están
con la ropa interior puesta y si no lo están, castamente la cámara nos enseña
el techo. Esto tira por tierra la verosimilitud de cualquier historia. A veces
se ve un culo, una teta, si se ve una polla ya está en todos los medios de
comunicación. Por favor, seamos adultos.
Ha habido escritores que se han atrevido con la vida fisiológica
y más carnal de sus personajes, pienso en Henry Miller y Charles
Bukowski, pero su conciencia de que estaban
rompiendo el tabú era tan evidente en la narración que su descaro a penas
pasaba de una golfería, no tenían naturalidad. Lo mismo pasa con Ulrich Seidl dirigiendo Import/Export.
Esta artimaña la utiliza Elena Ferrante con tal naturalidad que uno por fin respira y dice: Mira, son seres humanos, cagan, mean y tienen algún que otro gatillazo. Estás escenas no chirrían en su proyecto narrativo. Es más, consolidan la situación del personaje. Pienso en la protagonista de “Los días del abandono” cagando y meando en el parque a la vez que el perro que su marido le ha dejado para que no lo olvide. Una pincelada para clavar su desesperación en nuestra conciencia.
Esta artimaña la utiliza Elena Ferrante con tal naturalidad que uno por fin respira y dice: Mira, son seres humanos, cagan, mean y tienen algún que otro gatillazo. Estás escenas no chirrían en su proyecto narrativo. Es más, consolidan la situación del personaje. Pienso en la protagonista de “Los días del abandono” cagando y meando en el parque a la vez que el perro que su marido le ha dejado para que no lo olvide. Una pincelada para clavar su desesperación en nuestra conciencia.
Y sin embargo en esta historia Elena Ferrante baja el pistón.
Si en “El amor molesto” la protagonista no tiene escapatoria y acaba siendo absorbida
por el recuerdo de su madre, a la que debe suplantar para hacerse perdonar una
creída traición y entregar su vida para mantener su imagen, como si la
escritora ajustara cuentas, en “Los días del abandono”, demuestra
que siente compasión. Tiene al personaje principal y femenino entre las garras,
lo está destrozando, aniquilando y a
última hora, con la muerte del perro, extraordinaria metáfora del marido ido y
por fin muerto en su corazón, se conforma, salva a su hijo y por último la pone
en pie y termina dejándola tranquila y serena en manos otra vez del amor pero
esta vez de un amor domesticado, que es el mejor amor que se puede sentir.
Pero aunque se acaba la novela, el recuerdo de aquel día
terrible en el que parecía que todo se venía abajo no deja de hacernos sentir
una incomodidad muy parecida a la que se siente cuando alguien te demuestra que
estás en sus manos, atrapado.
Ese día, “el día más duro de aquella historia” en boca de la
narradora, que comienza en el capítulo 18 de la novela y acaba en el 32 es una
muestra magnífica de lo que es mantener el tono y le ritmo en una narración,
con una tensión que te lleva a maldecir a la escritora varias veces: ¿Se
suicidará la protagonista? ¿Morirá el niño envenenado? ¿Se quedaran encerrados
en el piso para siempre? Al final, sólo muere el perro y con su muerte desaparece
el amor que duele. Y baja la fiebre de vivir y entonces queda la calma……llama
el vecino de abajo y ….bueno habrá que leerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario