No me atrevo ni me considero capaz de hablar
de un libro de poesía determinado de este poeta, ni tan siquiera capaz de hilar
una crítica argumentativa. Vaya, que me declaro vencido de antemano y para
tratar de animar a los lectores de esta reseña a leer su poesía sólo alcanzo a
contar cosas sueltas, impresiones, ejemplos y muestras de mi extrañeza ,
sorpresa y estupefacción ante su obra poética.
-En unos versos de su largo poema “Diagrama
de flujos”, Ashbery plasma lo que su poesía ha supuesto para la literatura y
para otros poetas:
“…..;
veo que soy
como
siempre
una
especie de estación terminal, es decir, mucha gente llega a mí
y
cambia de ruta pero nadie
sigue
más lejos;….”
- Y no es raro, porque también en este poema
escribe,
“…..Pero
escuchemos: Por cuarta vez
quiero
que
vayáis
adonde está la colada y le deis la vuelta a la desagradable
pregunta.
Quiero
decir, ¿qué son los mejillones?”
Estos versos son absurdos, a nivel lógico de
significación carecen de interés, están escritos por un botarate, es un dislate
puro y duro. Pero parodiando a Dante: Quien vaya a entrar por la puerta de la
poesía, deje aquí toda lógica.
Con Ashbery hay que dejar mucho más, hay que
despojarse de mucho más y a la vez echar mano de recursos personales quizás
nunca antes utilizados. Ashbery descuajeringa toda la semántica y la
territorialidad del lenguaje y después elabora una poesía, que como esos nuevos
productos que se ciñen al cuerpo del consumidor, está al servicio del lector.
En estos versos alguien puede ver absurdo y absurdo, yo veo insistencia,
cotidianidad, anhelo de conocer lo
oculto, secretismo, afán de desvelar, chafarderismo de barrio… en fin, trozos
de vida sueltos que amalgamados dibujan un estado, una emoción que epata,
divierte, avisa, sugiere, no define… un escenario en el que los asuntos están
universalizados, despojados de todo localismo, que no sea el propio de cada
uno.
- Algunos títulos de los poemas de John
Ashbery: “Canción de los limpiaparabrisas”, “Solo en el negocio maderero”, “Y
jugaban unos a las cartas y otros jugaban a los dados”
La poesía de John Ashbery puede admitir
infinidad de calificativos, todos tendentes a expresar la sensación de
incomprensibilidad que sus poemas representan, pero cuando más convencido estás
de que nunca la entenderás por completo, lees unos versos y sientes que se ha
descorrido un telón, pequeño si se quiere, en el universo de tu ignorancia,
sensitiva o como se quiera llamar. Por ejemplo, leyendo el poema “Sueños de
madurez”, del libro “Galeones de Abril”
Creo
que guardaré estos recuerdos
una
temporada. Me necesitan, ¿no te parece?
Nuestro pasado, nuestros recuerdos, ¿los
necesitamos? Hasta ahora parecía que sí. Pero y si fuesen ellos quien necesitan
de nosotros.
- Hay estudiosos de la poesía de Ashbery que
la han calificado como “intratable”, y es cierto, la poesía de este poeta es
intratable. Pero, ¿Cuándo algo es intratable? Cuando uno se acerca a ese algo
con un plan, con una actitud, con unas normas, según un rito. Si el acercamiento
se produce sin condiciones, si uno abandona toda esperanza al llegar al umbral
de estos poemas, uno puede saborear la salvaje libertad de un espíritu libre,
no atado ni tan siquiera a la lógica, del sentir, no ya a la de la palabra o el
pensamiento. Y eso es muy liberador. Y eso es muy gratificante.
Puede parecer que la poesía de Ashbery es
“intratable” pero también puede pasar que Ashbery en sus poemas se muestre como
ningún otro poeta lo haya hecho y que comunique hasta donde ninguno otro haya
llegado, que nuestros códigos, un decir nuestro idioma, no sea el adecuado.
- Cuando un poeta titula una de sus poemas,
“Si, doctor Grenzemer. ¿Cómo puedo ayudarle? ¡Qué! ¿Dice que el paciente se ha
escapado?”, puedes jurar que estamos hablando de una poesía poco convencional,
como poco.
O versos que te saltan, o asaltan, al, el,
entendimiento,
“Si no fuera por la vida, que está al lado de
casi todo”… No “en todo” sino “al lado” y “de casi todo”.
“Yo debería morir en la página adecuada”… un
destello que salta sobre el lector, que está leyendo en esa página.
- Ashbery no intenta ordenar el mundo, poner
las palabras en fila para que signifiquen algo aceptable, sometido a nuestros
códigos del buen hilar. Se limita a ser como es el mundo, caótico, con llamadas
miles de miles de puntos de atención y como en el mundo surge la magia de vez
en cuando. En “The blot people”
“Unas
cuantas perchas tintineaban ligeramente por la brisa del armario”
¿Unas perchas sin ropa, solas, abandonadas,
dentro de un armario, se golpean una contra otra…por la brisa que sopla dentro
de él? ¿No es una metáfora que no aciertas a saber de qué pero llena de
significación?
- A pesar de la fantasía y de la libertad
creativa de Ashbery, este nunca despega los pies del suelo y en una prosa
poética que no en balde se llama “Descripción de una máscara”, llena de
personajes inatrapables, situaciones chocantes e inverosímiles se despacha con
estas frases:
“Pero yo todavía digo que lo que
cuenta no es el conjunto particular de circunstancias, sino la forma en que nos
adoptamos a ellas, y todos vosotros al menos debéis saber eso, después de haber
contemplado todos esos cambios de escena y de decorado hasta que ya crees que
no puedes tragarte más…”
Podía ser un fragmento de un ensayo, de un
libro caustico de autoayuda, de un tratado de filosofía… pues no, es la poesía
inclasificable de Ashbery, como si Anne Sexton y Lewis Carroll se hubiesen
fusionado, más o menos.
-Más allá de la metáfora y de cualquier otra
artimaña literaria, Ashbery tiende a conseguir que cualquier verbo signifique
cualquier acción, cualquier sustantivo sirva para nombrar cualquier cosa,
cualquier adjetivo para todo aspecto y cualquier adverbio para todo acomodo.
Como si buscara la monada de las palabras. O sumergirnos en el caos inicial, en
pos de los orígenes.
La poesía de John Ashbery es como esas fotos,
cuadros o reproducciones tridimensionales. Las miras por primera vez y no le
ves nada especial. Pero sigues las instrucciones y acabas sumergido en las tres
dimensiones. Para entrar en la poesía de Ashbery hay que echar para atrás las
lógicas, todas las lógicas, las del sentir, las geográficas, las situacionales,
las temporales, todas, todas y llega un momento que la libertad asociacional o
relacional de este poeta se convierte en una fuente de emociones, sensaciones
que terminan dibujando un universo en el que quedas atrapado y del que es muy
difícil ya prescindir. Volver a leer poesía de Ashbery es como volver a repetir
aquel polvo, volver a comer aquella chuleta de Aliste, volver a tener aquella
conversación tan sugerente o volver a ver por primera vez Terciopelo Azul. Como
se ve, todo apetencias muy respetables pero de dudable repetición. Nada se pasa
nada, aunque a veces lo recuerda y otras lo hace olvidar y la mayoría de ellas
certifican un fracaso.
Con Ashbery, volver a sus poesías es notar
como cada vez su universo es más accesible y por lo tanto saltan detalles que
antes se escondían tras otros detalles. Con Celan, es lo mismo pero cada vez
más oscuro.
No es mucho pero creo que sirve para tener una
idea somera del mundo creativo de este poeta no etiquetable, ni catalogable y
todo a la vez, para aquellos que se atreven con todo y que no evitan la
aventura, aunque sea intelectual, que como insinuaba Pessoa, es la más
peligrosa.
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