En este libro de SSP se recogen cuatro
cuentos largos o cuatro novelas cortas donde la modernidad de una literatura
española que tuvo que sobrevivir en el exilio nos deja la pesadumbre de ver lo
que se fue, lo que se quedó y aquello de “De aquellos barros estos lodos”.
No tiene sentido el lamento ni objeto alguno,
pero convendría darle un repaso a todos los que se fueron, poner en los
escaparates a los válidos e intentar paliar ese hueco que dejaron sin, claro
está, dejar de seguir hacia delante, pero ya con un conocimiento de la
tradición más completo. Porque la literatura de SSP, aunque escrita en el
exilio, es netamente española. No en vano cuando se fue ya llevaba dentro de sí
un país: La España de la segunda Republica.
Cuatro historias y casi cuatro técnicas
literarias, cuatro formas de encarar la creación, diferentes.
En “Solo de guitarra”, el tratamiento dado a
la infidelidad de la esposa y a la hombría del marido creo que podía llegar a
ser sorprendente incluso para algunos de nuestros jóvenes de ahora. Un jorobado
que alcanza categoría de hombre deseado por su humanidad, limpia de prejuicios
y orgullos ajenos, que pone por delante la lealtad a la fidelidad. Escrito en
primera persona y con un final absolutamente sorprendente. Después de
infidelidades y abandonos, nuestro jorobado consigue la entrega de la que es su
esposa y él se pregunta por qué es así. No lo sabe. Y mantienen el siguiente
dialogo,
-Recapacita, Moisés. Acaso no obramos bien.
-Sí- la dije- y acaso vuelva
Julio Antonio (el amante).
-Acaso- dijo ella.
Y su rostro tomó una expresión soñadora.
Un final que da que pensar, aderezado con un
laísmo que ya no se utiliza y que viene a ser como mostrar un plato en el que
lo dulce y lo agrio se mezclan, lo antiguo y lo moderno disonan, creando un
efecto de choque muy atractivo.
En el segundo cuento, “La copa quebrada”, con
cierto aire “onettiano” y con una prosa
más elaborada, en el que cabe escribir: “…se dio en Acevedo esa especial
satiriasis que acompaña al pabilo del sexagenario…”, el narrador, forastero
recién llegado al pueblo, en primera persona cuenta una historia que va oyendo
a diferentes interlocutores que se lo van pasando como si fuera una
pelota. A modo de mosaico la narración
se va concretando y el narrador nos deja perlas de información indirecta como
ésta,
-¿Sabes de algún hotel cómodo?
-¡Cómo
no! Sí señor.
Me
dio un nombre. Era el mismo lugar que yo estaba.
La historia va transcurriendo y nos
preguntamos a que viene tal entrega por parte de los contertulios del recién
llegado. Al final, se sabe la razón. Quieren saber quién es. Y él se lo dice. Pero, ¿Es verdad? Y si no lo es, quién es. Nos
quedamos sin saberlo. Sólo nos enteramos de una historia de vida alrededor de
una mujer fascinante en la que sólo queda claro que la vida es una copa que hay
que beber aunque esté quebrada.
En la tercera novela corta, “La máscara”, un
niño se la juega por escuchar una historia que ha empezado a oír y de la que
quieren privarlo cuando llega la parte más escabrosa, y para él más atractiva.
Su madre, su padre y un amigo del padre van deshojando los sucesos. Su madre es
la que menos interviene. Son las aventuras de un tenorio, que pinta, atrapado
en las garras de una vampiresa que lo quiere convertir en cómplice de un
atentado contra el rey Alfonso aprovechando un baile de máscaras. El atentado
fracasa pero el tenorio tiene que huir y dejar detrás sus cuadros. Entre los
que el niño ya mayor encuentra uno de su madre. ¿Hubo romance? La poca
intervención de la madre en la rememoración de los hechos… ¿De qué máscara habla el cuento?
En la cuarta historia, “Un olor a
crisantemo”, un disoluto termina su día de jolgorio en un burdel, donde ya es
conocido. Sólo quiere dormir y tener compañía.
Y allí se encuentra con una prostituta que vive su especial “la vida es
sueño”, que le narra sus recuerdos, que descubre cada noche como pesadillas sin
saber si lo vivió o lo sueña. Todo su terror es recibido por el crápula con
desapego. Él ya pasó por ahí. Acaba el cuento con una petición de un buen desayuno,
unos huevos pasados por agua, y una reconfortada meretriz que ve en la
parsimonia del cliente conocido una esperanza de poder seguir, a pesar de todo,
sobreviviendo.
Como se ve cuatro historias de enfoques y
tema diferentes, con personajes complejos que presagiaban una narrativa muy
acorde con el resto del panorama literario europeo y que los tiempos grises
frenaron en seco.
¿Cómo se consigue volver a coser dos trozos
rasgados de tela y durante mucho tiempo
separados el uno del otro, con lo que han adquirido un perfil propio y unos
bordes endurecidos que hacen difícil la unión?
No lo sé, pero para empezar, conocer los dos
trozos en profundidad, sus cualidades, texturas y diversidades, con la
intención de que la tradición literaria adquiera la consistencia adecuada y no
sea un trapo lleno de transparencias. Segundo Serrano Poncela, debería estar
tapando una de esas transparencias o rotos de nuestro panorama literario.
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