domingo, 6 de agosto de 2017

“Habitación para hombre solo” de Segundo Serrano Poncela



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SSP fue un escritor nacido en 1912, comprometido con la Republica que Franco derribó, que tuvo que exiliarse y pasarse el resto de su vida dando vueltas por América, dando clases en universidades de Santo Domingo, Puerto Rico y Caracas, donde murió en 1976, entre otras.  Estudioso de la literatura y el pensamiento de intelectuales españoles como M. de Unamuno y A. Machado, es autor de novelas y cuentos.
Prácticamente, si no absolutamente, desconocido en nuestro país, se vio obligado a ejercer su labor docente para generaciones de jóvenes de otros países a los que enriqueció con su saber y su entrega a la literatura y al arte en general. Otro más. Otro más que no estuvo aquí y  no pudo combatir para evitar los años de tristeza, grisura e ignorancia que nos cayeron encima.
Hoy resulta imposible evaluar el daño que la falta de tantos y tantos hombres sabios en nuestras universidades, que tuvieron que huir ante la falta de libertad y justicia, nos ha causado pero  resulta obvio que con ellos en nuestras aulas todo hubiera sido muy diferente y sin duda mejor.
Esta novela que escribió en 1963, por ejemplo, es una novela que hoy en día destila más modernismo, más riesgo y más originalidad que muchas de las obras que ahora mismo se están escribiendo y que pueblan los escaparates de nuestras librerías. Imposible predecir qué hubiera pasado si los jóvenes escritores del 63 y posteriores la hubieran leído, lo que podría o no haber influido en ellos. Indudablemente los hubiera enriquecido.
No es una obra maestra de la literatura pero hay indicios en ella de modernidad, riesgo y voz propia. Algo parecido a lo que por aquella época se hacía en Francia, por ejemplo.
La novela, que narra cómo es vivir en medio de la nada, con las raíces al viento, haciendo la fotosíntesis de la vida con extraños, está estructurada en tres partes muy diferentes. La primera es un soliloquio en segunda persona que el autor se dedica a sí mismo, se lo cuenta rememorando lo que ha sido su vida a raíz de abandonar su país. De habitación en habitación, autocondenandose a la soledad, de mujer en mujer. No hay lamentos, ni condenas, ni afán de venganza, sólo constatación de una situación, descripción de unos mundos ajenos a los que sabe que no se amoldó y que ahora al recordarlos le parecen vividos por otra persona.
Después hay una segunda parte, que llama “Numina rerum”, poesía sin  más, en las que pretende fijar las figuras de las mujeres que por ese tiempo al hombre que habita una habitación imposible de convertir en hogar se acercaron y  de un lugar por el que discurrió pero no interiorizó.
En la “Paralipomena”, que es la tercera parte, el escritor se distancia del protagonista y ya en tercera persona recoge los restos de la memoria y amalgama pasado remoto, pasado en exilio y cierra con una poesía que parece  ser un acto de relevancia a una de las mujeres que quisieron con él compartir esa habitación que siempre a pesar de estar acompañado, siempre fue la de un hombre irremediablemente solo.
Repito, no me parece una obra maestra de la literatura, pero hay en ella un camino, un valor creativo que quien sabe si podría haber sido el comienzo de una senda que algunos de los escritores jóvenes posteriores ensanchara y enriqueciera. Nunca lo sabremos.  Por aquella época V. Nabokov escribía “Pálido fuego”, obra de parecidas características, aunque de más genio. Quien sabe……
En otro país, otros jóvenes si tuvieron esa oportunidad. A nosotros nos la robaron. Como tantas otras cosas.  Que nos hicieron más ignorantes y más desgraciados. Indudablemente.

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