SSP fue un escritor nacido en 1912,
comprometido con la Republica que Franco derribó, que tuvo que exiliarse y
pasarse el resto de su vida dando vueltas por América, dando clases en
universidades de Santo Domingo, Puerto Rico y Caracas, donde murió en 1976,
entre otras. Estudioso de la literatura
y el pensamiento de intelectuales españoles como M. de Unamuno y A. Machado, es
autor de novelas y cuentos.
Prácticamente, si no absolutamente, desconocido
en nuestro país, se vio obligado a ejercer su labor docente para generaciones
de jóvenes de otros países a los que enriqueció con su saber y su entrega a la
literatura y al arte en general. Otro más. Otro más que no estuvo aquí y no pudo combatir para evitar los años de
tristeza, grisura e ignorancia que nos cayeron encima.
Hoy resulta imposible evaluar el daño que la
falta de tantos y tantos hombres sabios en nuestras universidades, que tuvieron
que huir ante la falta de libertad y justicia, nos ha causado pero resulta obvio que con ellos en nuestras aulas
todo hubiera sido muy diferente y sin duda mejor.
Esta novela que escribió en 1963, por
ejemplo, es una novela que hoy en día destila más modernismo, más riesgo y más
originalidad que muchas de las obras que ahora mismo se están escribiendo y que
pueblan los escaparates de nuestras librerías. Imposible predecir qué hubiera
pasado si los jóvenes escritores del 63 y posteriores la hubieran leído, lo que
podría o no haber influido en ellos. Indudablemente los hubiera enriquecido.
No es una obra maestra de la literatura pero
hay indicios en ella de modernidad, riesgo y voz propia. Algo parecido a lo que
por aquella época se hacía en Francia, por ejemplo.
La novela, que narra cómo es vivir en medio
de la nada, con las raíces al viento, haciendo la fotosíntesis de la vida con
extraños, está estructurada en tres partes muy diferentes. La primera es un
soliloquio en segunda persona que el autor se dedica a sí mismo, se lo cuenta
rememorando lo que ha sido su vida a raíz de abandonar su país. De habitación
en habitación, autocondenandose a la soledad, de mujer en mujer. No hay
lamentos, ni condenas, ni afán de venganza, sólo constatación de una situación,
descripción de unos mundos ajenos a los que sabe que no se amoldó y que ahora
al recordarlos le parecen vividos por otra persona.
Después hay una segunda parte, que llama
“Numina rerum”, poesía sin más, en las
que pretende fijar las figuras de las mujeres que por ese tiempo al hombre que
habita una habitación imposible de convertir en hogar se acercaron y de un lugar por el que discurrió pero no
interiorizó.
En la “Paralipomena”, que es la tercera
parte, el escritor se distancia del protagonista y ya en tercera persona recoge
los restos de la memoria y amalgama pasado remoto, pasado en exilio y cierra
con una poesía que parece ser un acto de
relevancia a una de las mujeres que quisieron con él compartir esa habitación
que siempre a pesar de estar acompañado, siempre fue la de un hombre
irremediablemente solo.
Repito, no me parece una obra maestra de la
literatura, pero hay en ella un camino, un valor creativo que quien sabe si
podría haber sido el comienzo de una senda que algunos de los escritores
jóvenes posteriores ensanchara y enriqueciera. Nunca lo sabremos. Por aquella época V. Nabokov escribía “Pálido
fuego”, obra de parecidas características, aunque de más genio. Quien sabe……
En otro país, otros jóvenes si tuvieron esa
oportunidad. A nosotros nos la robaron. Como tantas otras cosas. Que nos hicieron más ignorantes y más
desgraciados. Indudablemente.
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