Literalmente pegado al asiento me ha dejado
esta película. Muchas veces, al final de un film, hago, conscientemente, el
esfuerzo de visualizar los créditos porque pienso que también forman parte de
la historia. Son como la cámara de descomprensión que te prepara para tomar
contacto otra vez con la realidad que casi dos horas antes abandonaste. En esta
proyección no ha hecho falta. He permanecido en mi asiento porque no podía
moverme. Pasaban los nombres y no los veía. Tan cargado estaba emocionalmente.
Yo no sé si a este tipo de directores, que
atrapan la cotidianidad de su país y la desmenuzan y la presentan tal cual, sus
patriotas deben agradecérselo o reprochárselo. No hay posibilidad de
escapatoria para un mexicano que ha visto esta película: Hay aspectos de su
país que hacen palidecer al propio infierno.
No vale buscar la parte positiva, alegre,
festiva y sumergirse en ella. En México hay un horror permanente, en México la
vida tiene el mismo valor que nada. Hay una violencia cuya fuerza de inercia lo
arrasa todo, lo transforma todo.
En la terrorífica escena de la tortura lo más
horrible es poder ver en la cocina, al lado, a la señora de la casa que
continua cocinando y asomándose de vez en cuando a ver como progresa la faena a
la que se dedica su hombre. Mientras los jóvenes miran y los amigos se colocan. El hombre de la casa, que
trabaja como autónomo, en una subcontrata, para los militares.
Esta película no habla de vidas minúsculas,
habla de vidas insignificantes. Se la ha tachado de efectista, de buscar la
escabrosidad de los sucesos pero es que sólo hay que estar al tanto de las
noticias que provienen de ese país para calificar esta película como próxima al
documental.
Que es la intención del director. Con tomas
próximas a rostros inexpresivos, tomas largas y lentas del desangelado paisaje
que rodea a los personajes, diálogos secos, casi de aficionado, sin ritmo.
Manda lo que se expone, lo que sucede.
Así los actores deben hacer el esfuerzo
contrario al habitual, vaciarse, ser estereotipos. Me imagino al coach de la
película preparándolos,
-Sois todos unos mierdas, nos sois nada,
vuestra vida no vale nada, no tenéis futuro, ni presente ni pasado, os pueden
violar, matar, torturar en cualquier momento y pueden hacerlo los criminales,
la policía, los militares o cualquiera que hay tenido un mal día. ¿Lo
entendéis? Eso sois.
Se vuelve para el director y le dice,
-Ya están preparados para el rodaje.
Cine de denuncia y desenmascaramiento que
busca sensibilizar e intentar con ello frenar un poco el clima de violencia que
vivimos. No sé si se consigue pero es importante que se siga intentando, aunque
se corra el peligro de contribuir a criar callo.
Mientras, a ver si vamos ganando terreno en
la lucha contra la desigualdad, verdadero horror de nuestro tiempo y
desencadenante de todos los infiernos que hoy en día nos rodean.
Si deciden verla, sepan que no guarda ninguna
diferencia con lo que leemos en los diarios sobre la violencia en México. Sólo
que también están los entresijos. Esos que nos imaginamos pero nos negamos a
creer. La peli nos los mete a pelo. Sin protección.
Por eso corremos el peligro de no caer en la
duda que abruma al director y que pone en evidencia en el polvo que finalmente
puede echar el maltratado Heli: ¿Somos depredadores por naturaleza y no tenemos
solución? Ahí lo dejo.
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