Daniel Sada, capaz de conquistar con un
estilo personal e inconfundible, en este maremágnum de esclavos de la
literatura que es actualmente el mundo editorial del Siglo XXI, un lugar propio
y ya para siempre, hace en esta novela sobre todo un ejercicio de forma pues el
fondo de puro repetirse ya es intrascendente: Un hombre se debate entre pagar
dinero por follar o pagar con la vida lo que sería muy feo llamar follar, dado
el precio, y se tilda de amor.
Demetrio se mueve entre Mireya, que es más
puta por fuera que por dentro, y Renata, que es más puta por dentro que por
fuera. Entre medios anda su madre, su tía, la madre de Renata, algún patrón y la
necesidad de Demetrio de “ensartar” que dice Sada.
Esta es la excusa del escritor para mantener
durante cuatrocientas paginas con el lenguaje un a modo de trato que más parece
ser éste puritita plastilina que ejército de palabras encuadradas en una
gramática férrea y disciplinada.
En las miles de frases que tiene esta
historia la que no sufre de retorcimiento y trenzado hasta lucir como un
cordero vuelto del revés, le pasa que ha sufrido una invasión metafórica que
casi la deja irreconocible o un alistamiento que la transforma en verso de una
estrofa que no quiere ser poesía, o un afeitado que le permite lucirse como un
brochazo lo haría en una acuarela. El verbo de Sada no contempla otra
posibilidad. No es voluntad, es así.
Y para muestra vayan algunos ejemplos, porque
no hay otra manera más precisa de mostrar lo que es la prosa “sadana”.
En la página 38 para indicar que a una
persona, en concreto a una madre, no se le pueden decir ciertas cosas, en
concreto los tratos sexuales a los que uno se dedica, Daniel Sada escribe: “….por lo cual es
menester situar todo eso en el cruce en lancha a remo y balanceo riesgoso”
Un poco extensa ésta en la página 91 donde
describe la espera y paciencia del amante frenético: “Será, va siendo, como si
recociera inútilmente la certeza del amor a efecto de apreciar, a partir de la
añoranza, lo que valía el tiempo: ya el amor entendido como fabricación
pesarosa, ya el pensamiento que se enreda en una continencia tremebunda, y
Demetrio, mientras tanto, haciendo las veces de un aguantador: ¿ejemplar?,
porque si no, ¿cuál reclamo… de peso?
Y para acabar el contenido de las últimas
páginas, dos en concreto, llenas del ¿éxito?, al final de Demetrio, el amante
frenético, página 371:
“Meter.
Sacar.
Meter.
Sacar.
Meter.
Sacar.
Meter.
Sacar.
Meter.
Sacar.
El sexo que embruja, que nutre, que dura. El
sexo compromiso. El sexo: modo de rutina. El sexo: convención.”
Que la novela se llame “Casi nunca”… casi se
puede decir que no hace falta ni explicarla. El que no la entienda es que los
ha cumplido todos o que nunca ha tenido.
Daniel Sada, un festín literario.
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