No suelo leer mucha narrativa española porque
indefectiblemente la decepción suele ser el resultado. Y no es porque en España
no haya buenos escritores, que los hay a montones, si no porque las cosas que
cuentan ya las sé. Compartir el país engloba compartir una cultura, unas
costumbres, unas ciudades y unos campos y unos compatriotas que por muy bien
que te lo cuenten……….pues te suena. Por ejemplo, si yo fuese norteamericano
Charles Bukowski me aburriría. Porque su literatura está basada en el
contenido.
Es decir, buscar escritores españoles que
aparte de ser buenos artesanos sean artistas, creadores es complicado. Ahora me
viene a la mente Enrique Vila-Matas y seguro que habrá alguno más pero no los
conozco.
Viene esto a colación de la novela de Julio
Fajardo. Está bien escrita, hay un trabajo de prospección en el alma humana
importante y una claridad de análisis didáctica. Se puede aprender mucho de los
seres humanos leyendo este libro. Pero no he dejado de pensar durante la
lectura de este libro en García Hortelano y su “Tormenta de verano”. También
iba de varias familias y sus vicisitudes cotidianas. De una manera más liviana,
sugerida, dejaba entrever los mismos principios activos.
La prosa potente, exhaustiva, explicita hasta
el didactismo del narrador omnisciente de esta novela no será pasto de
best-seller y no es bastante con hacer las cosas bien hechas. En arte, no. En
arte hay que hacer las cosas…..diferentes. La tan traída y llevada originalidad.
La perspicacia y las dotes de análisis y
observación de Julio Fajardo convierten el texto en un paseo si no por el lado
oculto de la vida al menos por el lado más conflictivo y que marca de forma
determinante su devenir. Una buena ensalada para un texto demasiado formal y
conformado.
De hecho estaba pensando mientras escribo
estas líneas que la novela de Julio Fajardo podía haber quedado resumida en
unas decenas de páginas cargadas de aforismos, algunos muy potentes. A partir
de ellos se podía haber elaborado otro texto menos formal, mas artístico, no
sé….pasando de la coralidad, al monologo interior, a la estructura epistolar….o
quizás hincando más el bisturí en el alma, Julio Fajardo tiene dotes de
espeleólogo de interiores, para sacar a la luz más oscuridad. No sé, son ideas.
Hay mucho escritor en España con buen músculo
que no acaba de encontrar el escenario en el que desarrollarlo adecuadamente.
Quizás falta de vivencias, abundancia de pudor.
Hay mucho escritor por el mundo que con
edades muy tempranas no han tenido tiempo de aprender a escribir bien pero que
suplen esa carencia escribiendo con desparpajo, sentimiento deshinibido,
originalidad y total y absoluta irreverencia a todo lo pasado.
Puede que eso se arregle en España cuando,
empezando por la educación primaria, se enseñe a disfrutar de la lectura en vez
de aprendérsela de memoria y terminando por las escuelas de escritores, se deje
a los alumnos desarrollar su inclinación en vez de machacarlos con eso de
“cuando sepas escribir bien, entonces podrás escribir mal”.
Así es posible que dejemos de tener buenos
artesanos en la literatura y empecemos a tener buenos y creativos escritores.
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