El cine neorrealista moderno está en manos de
los franceses. No hay estadísticas, al menos que yo sepa, pero si de cada diez
películas que se hacen reflexionando sobre la condición humana, no son más de
la mitad francesas me corto algo.
Esta historia pone la mirada en un tribunal
de justicia francés, en particular sobre la figura del juez. Se celebra un
juicio sobre la muerte de un bebé de siete meses. Preside el tribunal un hombre
curtido en estos menesteres que para unos es justo y para otros no, que el
mismo vive su profesión de una forma puramente mecánica y al que personalmente
las cosas le van de aquella manera que le suelen ir a casi todos. En el momento
del juicio tiene la gripe, por ejemplo. Algo que el guión se encarga de dejar
bien claro. Decía yo para mí, tendrá algo que ver con el desenlace. Pero no. Al
final del juicio casi está curado. Vive en un hotel porque se está divorciando
amistosamente, como no podía ser de otro modo siendo en Francia.
En el jurado, en la peli hay todo un curso de
cómo son y actúan los jurados en la justicia francesa, incluido el apunte
sociológico de su procedencia, aparece una antigua conocida del juez que tiene
la virtud de volver a la vida al juez. Y así asistimos al renacer de una
historia de amor que en su momento quedo truncada y que ahora entre sesión y
sesión del juicio se va reavivando.
Al final el jurado dictamina sentencia y se
inicia otro proceso. Tiene la peli un final tan cursi que incluso para el cine
francés es excesivo. No lo cuento porque si lo hago van a verla.
¿Qué me estás contando?
Esta es una pregunta que yo me hecho muchas veces
viendo cine francés. ¿Para qué? ¿Qué necesidad había?
Claro que puede suceder que sea un cine tan
etéreo, espiritual, inasible, sugerente, sutil que yo no lo coja. Todo puede
ser.
Como guinda del pastel el papel principal del
juez se queda en un apunte de personaje, porque creo entender que se trata de
pergeñar un personaje estricto, airado y un tanto atrabiliario pero hay
momentos de los diálogos con la protagonista en el bistró que más parece que padezca
estreñimiento que otra cosa, claro, como anda con gripe. No sé, siendo sincero,
si es un problema de interpretación, de guión o de dirección.
Hay que creer mucho en “l’amour” para que
esta película tenga algún sentido y para poder ir confiado después de ver la
escena final, que no, que no la cuento, a un juicio o a un hospital, pues ella
es médico anestesista.
Resumiendo una película vacua, pretenciosa que
no sé qué diablos ha querido contarnos. O igual era un documental. Un
documental de cómo se enamora y desenamora la gente, que teniendo en cuenta que
todos somos gente, maldita la falta. Vamos al cine a emocionarnos, a fantasear
un poco…pero si resulta que entramos y nos proyectan un trozo de lo que
acabamos de dejar fuera… ¿Para qué cantaba Aute, cine, más cine por favor?
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