Para
tener una idea de lo que son los hermanos Coen en el cine, baste el ejemplo de
que en algunos medios cuando anuncian la película, escriben o dicen el título y
a continuación entre paréntesis “de los hermanos Coen”. Son una marca.
Y como
todas las marcas son un incentivo para la nostalgia.
Nicanor
Parra, poeta chileno, le dedicaba el epíteto “artefacto” a algunas de sus
creaciones que iban más allá de la poesía.
Esto de
ir más allá del arte al que uno se dedica, le pasa a muchos artistas y en casi
todas las ramas del arte. Quizás la más emblemática es la pintura, que al estar
su universo creativo sujeto a la vista, y teniendo las formas visuales y el
color como herramienta, ha permitido una rebelión que otras ramas del arte no
tiene tan fácil. La música parece anclada en lo que se llama la música clásica
y la moderna no acaba de tirar si se separa de los cánones clásicos. A la
literatura le pasa tres cuartos de lo mismo. Que si se ha muerto la novela, que
si el cuento sufre mutaciones, que si la poesía se descoyunta…pero lo cierto es
que más allá de Paul Celán, Emily Dickinson, René Char u otros sólo están los
artefactos. O vaya usted a saber qué.
En el
cine la rebelión se convierte en una ruptura. O es cine narrativo o es documental.
Pero la pantalla aguarda. Aún así algunos directores lo intentan y en vez de
películas hacen artefactos.
Para
entendernos. En cine uno rueda un artefacto cuando el espectador al estar
viéndolo no puede dejar de pensar que está viendo una película.
Estar
viendo una película también es algo que te pasa cuando la película no cumple
unos requisitos mínimos de calidad, por la razón que sea.
Que no es el caso. Yo estoy hablando de
artefactos bien paridos. Nuestro artificiero, por eso de disparar al cine
tradicional, más emblemático es Pedro Almodóvar. He visto un tráiler de
Julieta, su última peli. Sin que nadie me lo hubiera dicho yo hubiera adivinado
que era de Almodóvar y tengo la sospecha de que cuando vaya a verla estaré todo
el rato pensando que es una película. Un artefacto. Otro ejemplar de artificiero
es Tarantino.
Pues
bien, situado el asunto, Ave Cesar! es un artefacto de los Coen. Este par de
hermanos han hecho películas y han hecho artefactos. Entre las películas, está
la peliculaza “Muerte entre las flores”, una adaptación modélica de la novela
de Dashiell Hammet, “La llave de cristal”. Una de las pocas adaptaciones para
cine que supera la obra literaria de la que bebe. “Muerte en Venecia” de
Visconti es otra. Otras pelis de estos hermanos son “Fargo”,” Sangre Fácil”, y
después entre los artefactos pues están “El hombre que nunca estuvo allí”, “Crueldad
intolerable” y esta “Ave Cesar!”.
En esta
última, entre guasas, burlas, chascarrillos y descacharrantes momentos,
ilógicos y de una mediocridad encantadora, los Coen nos hacen pasar el rato
hablando del viejo Hollywood.
Como si
fuera un reportaje a veces cruel de los tiempos pasados.
A
destacar lo bien y divertido que se le ve a George Clooney haciendo de actor
malo. Lo borda.
Lo bien
que Albert Finney actúa y lo bien que sobreactúa. De verdad. Y Joss Brolin,
estupendo, que mantiene en el artefacto lo poco que este tiene de película.
En fin
un rato divertido con un artefacto cinematográfico. Un homenaje/burla en toda regla al cine de los cincuenta y el mundillo que le rodeaba.
Me
imagino que los grandes creadores también tienen necesidad de tomarse un
descanso. O de retirarse de la profesión. Que no sé. Un día de estos volveré a
ver “Muerte entre las flores” por yo que sé qué vez.
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