A veces, las obras creativas le deben más a lo que el autor
ha eliminado que a lo que ha dejado. Este trabajo ingrato, Danielewski no sólo
no lo ha llevado a cabo, si no que se ha revolcado en lo que otro autor hubiera
considerado prescindible. Claro que analizando su artefacto narrativo, como
hubiera dicho Nicanor Parra, si empiezas a quitar corres el peligro de dejar la
obra en cien páginas de casi setecientas que tiene.
Y otro peligro que se corre es que una vez vistas las cien
páginas termines tirando el manuscrito a la papelera.
Y hubiera sido una pena que después de tanto trabajo, cosa
que indudablemente hay que admirar en el autor, y de las posibilidades que el
invento ofrecía, terminara todo en nada.
Así que nada de papelera ni de podar. Se amontona todo, se
le reviste de un aire vanguardista, se le emperifolla y al mercado.
Eso es “La casa de hojas” un acertado ejercicio de
mercadotecnia y un lamentable ejemplo de literatura de cascaruja. Mucho ruido y
pocas nueces.
Empezando por la hoja de los halagos, que normalmente va en
la solapa o en la contraportada, y que aquí te la encuentras nada más abrir el
libro y donde se pueden leer disparates como la comparación que dice que Bret Easton Ellis hace entre este
autor, D.F.Wallace y T. Pynchon. Por no
hablar de poner esta historia a la altura de Moby Dick, Ulises de Joyce o
Pálido Fuego.
Llama la atención que entre tanto halago no se haya puesto
la opinión de The New Yorker. Si es que la hay. Sospechoso.
Si una de las maneras de enfocar una crítica literaria es
ceñirse a diseccionarla en función de su forma y de su fondo, hay que decir que
con el fondo o contenido de la obra se acaba rápidamente: Pareja con hijos
pequeños y desavenencias matrimoniales se mete en una casa embrujada o con
fantasmas, en la que un pasillo parece abrirse a un agujero negro que se lo
traga todo y por donde se aventuran nuestros protagonistas. Y paralelamente,
joven procedente de familia desestructurada se auto machaca con las drogas y
otros vicios. Como se ve nada nuevo y si muy manido. Todo esto aderezado con “autor
que cuenta lo que a otro autor le dijo otro autor” y repleto de bibliografía
dedicada a la historia. Tanta bibliografía, ni que el dichoso expediente
hubiera sido una Biblia, que uno termina aburriéndose y no mirándola. Queda la
sensación de una narración desigual. Lo que vista la forma no extraña.
Una forma que es el plato fuerte del libro, pero poco
novedoso, nada original y cogido con pinzas.
Hay de todo y tanto que el hartazgo se hace insoportable.
Enumero: Páginas escritas al revés, en triangulo, al
tresbolillo, en un lado, páginas en blanco o poco escritas, páginas en braille,
páginas tachadas, citas de Homero en varios idiomas, cameos literarios de
autores conocidos, bucles de lectura entre notas a pie de página, notas 173,
hay aproximaciones a la pintura o a la fotografía con varias páginas mostrando
collages, se habla constantemente de películas de video, se muestran casi
story-boards, enumeraciones angustiantes de objetos que no vienen a cuento, de
edificios públicos y monumentales, de obras literarias, de arquitectos, de
documentalistas…un sinfín de recursos mostrados sin dosificación ni mesura.
Sólo la distracción que ocasiona la búsqueda de las notas a
pie de página consume más atención que la historia misma. Hasta llegar a un
punto en que no sabes si el baile de las notas 342,344 y 345 en las páginas 373
y 374 es un error o un efecto buscado.
No se ve por ninguna parte el riesgo en la creatividad que
obras como The Life and Opinions of Tristram Shandy o Finnegnas Wake pudieran
haber buscado y desde luego leyéndola unos se acuerda de Rayuela de J. Cortazar por
aproximación y de Rulfo o de Borges por contraposición. Y de H.P. Lovecraft por
paisanaje. Pero nada más.
Sólo hay un camino para poder salvar esta historia y es como
posible metáfora de algo. ¿El qué? No lo sé. Quizás esté hablando del origen de
la vida que pintó Courbet, quizás la vida misma con sus zonas oscuras y
terribles, quizás la vida matrimonial con sus silencios y horrores, quizás la
casa de hojas sea la sociedad misma postmodernista que ofrece una dimensión y
luego tiene estancias oscuras y frías que se te tragan: Las drogas, los
trastornos alimenticios o yo que sé. Si esto es así, que es una metáfora, me lo
deberá de agradecer el autor porque he puesto yo más empeño en ello que él. En
la forma esta casa de hojas es toda una casa de “Gran Hermano”, sin orden ni
concierto pero sí un objetivo claro, las ventas.
Para terminar un índice dónde aparecen palabras como “terminar”,
“salir” y “siempre”…que ya me explicara alguien qué fundamento tiene eso.
¿Llenar más páginas?
Otra teoría más censurable y desagradable que a muchos les sonará, sobre todo si se dedican a
emborronar páginas, y es que un buen día te levantas y coges todos los
cuadernillos que guardas con cuentos, poesías, reflexiones, dibujos de tus
hijos y cuatro consultas al Google, los copypastes, los coses y ¡vuala!, una
novela postmoderna y de vanguardia.
¿Qué cómo diferencia uno una cosa de otra? Pues educando el
paladar.
Para ello, si libro interminable pero que te dejará otro de
cuando empezaste: “El hombre sin atributos” de T. Musil o “En busca del tiempo perdido”
de M. Proust. Si corto pero que te dejará hecho unos zorros: J. L. Borges, J. Rulfo,
la misma Alice Munro, por poner unos ejemplos. Después se vuelve uno al libro
de Danielewski y ya se verá.
Podía haber hecho un resumen de lo que me parece la obra
escribiendo lo siguiente: Si escuchaste la música moderna de los sesenta,
setenta y ochenta, ¿Qué haces escuchando la de ahora?, salvo excepciones. Y si
no la escuchaste, ¿A qué esperas? Pues igual con este libro pero con la
literatura de todo el siglo XX.
Pero me parecía que debía explicarme un poco más. En correspondencia
al trabajo que se ha tomado Mark Z. Danielewski para llegar al estrellato
posible de manera tan precipitada y poco elaborada.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLlevo 100 páginas de lectura. Totalmente de acuerdo con tu critica. Hace mucho que no leía algo tan malo, y me sorprende que Mariana Enríquez (excelente cuentista, objetable novelista por otra parte) lo recomiende. Y efectivamente, ante estas ínfulas de vanguardismo (injustificado) se encuentra solo una obra de una pobreza alarmante, sin complejidad ni en la trama, ni en la creacion de personajes, ni en los niveles de la ficcion. Y sin ningun riesgo. Es solo un bestseller malo con mucha maquetacion. Uno echa de menos Tristam Shandy, Finnegans Wake, Pale Fire, Larva, Rayuela, Si una noche de invierno un viajero, V., La broma infinita, el Diccionario Jázaro, muchos de los textos de Queneau, de Borges, y un largo etcétera de obras que sí asumen esos riesgos de un texto escrito a diferentes niveles y que cumplen con creces su labor de ser literatura. A costa de que el autor, claro, sepa lo que hace y se esfuerce en la escritura. No todo vale.
ResponderEliminarAsí es... una sociedad en la que todo objetivo es vender, vender, al final baratijas, baratijas
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